VEINTIUNO

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Cuando su alarma sonó a primera hora de la mañana, Sunny ya llevaba un largo rato despierta y mirando fijo al techo. El sol había despuntado mientras ella intentaba descifrar, a oscuras por supuesto, qué era aquello pegado a la cornisa sobre su cabeza. Para cuando hubo claridad suficiente para comprobar que solo se trataba de una mancha, ni siquiera le importaba lo suficiente.

Le dolía la cabeza, le pesaban los párpados y sin embargo ahí estaba despierta y con mal humor. Se había quedado dormida por un periodo demasiado corto que se vió interrumpido por un inoportuno sueño que solo había logrado molestarla aún más.

Las razones de su insomnio eran variadas, la primera siempre tenía que ver con que no era buena quedándose a dormir fuera de casa; las demás chicas que conocía habían desarrollado ese talento haciendo múltiples pijamadas con sus demás amigas, pero ella solo tenía a Pat, y con él era difícil porque su amigo intentaba mantenerse lejos de su hogar más de lo que Sunny huía de Vivi.

Las otras razones tal vez no fueran de tanto peso: la sensación de que Betty aparecería en cualquier momento y tendría que explicarle qué hacía allí, la idea de que Max podía entrar y encontrarla babeando sobre su colchón, los mensajes de Patrick que recibió en medio de la madrugada y que había leído, pero no contestado, la absurda fijación por saber qué era la mancha de la cornisa y claro ¡Casi lo olvidaba! El extraño sueño que tuvo cuando se atrevió a dormirse unos segundos, en el que Max se acostaba a su lado y la besaba, para luego caer al piso donde desaparecía.

Si había sido raro y aterrador, y de repente se encontró pensando en los labios de Max, aunque no lo había hecho nunca. Bueno... no demasiado.

A media madrugada Sunny intentó descifrar el porqué de tan espantoso sueño, más como una estrategia para olvidarse de la mancha que otra cosa. Una vez había escuchado que las cosas con las que sueñas son las que andaban rodando por tu cabeza antes de caer dormido, pero ella no recordaba hallarse pensando en los labios de Max Taylor la noche anterior. De hecho, su cabeza estuvo dándole vueltas a cosas más importantes, como qué hacer con Vivi y Susan, o qué tipo de mentiras podría inventarle a Betty si de repente la encontraba allí.

Ahora, contrario a la noche anterior, si pensaba en los labios de Max. De una forma crítica, quería pensar.

Como si lo hubiera llamado con sus incómodos pensamientos, Max apareció entrando en la habitación tan rápido que a Sunny ni siquiera le dio tiempo a soltar un chillido de espanto. Cerró la puerta tras él, como si huyera de algún monstruo asesino.

—¿Qué mierda...? —cuestionó Sunny, encogiéndose sobre la cama.

Ni siquiera sabía por qué lo hacía, estaba vestida y además cubierta con una sábana, pero había algo retorcido en estar encerrados allí después de pasar la noche soñando que se comían la boca.

—¿Qué haces? —insistió.

Max solo le señaló con su dedo que hiciera silencio.

—¿Quieres que Kristal te escuche? —murmuró sin quitar el dedo de sus labios, Sunny se limitó a negar con la cabeza. ¿Por qué no dejaba de llamar su atención hacia ellos?— Bueno, solo me ducharé un segundo y después llevaré a Betty a clases. Vuelve a dormir si quieres.

—Ya dormí suficiente —murmuró, intentando que su tono fuera lo bastante alto para que Max, que se movía de un lado a otro pudiera escucharla, pero no tanto como para que alguien que pasara por el pasillo la oyera. Era más fácil decirlo que hacerlo.

—¿Segura?

Todo lo segura que podía estar. En un próximo sueño no tenía idea de lo que podía pasar.

SunnyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora