DIECINUEVE

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Sunny abrió los ojos despacio y necesitó unos segundos para recordar que no se encontraba en su habitación. El cuarto de hotel parecía por completo diferente a como se había visto la tarde anterior, cuando llegaron a él, como sus bolsos y cosas tiradas por todas partes.

Las pesadas cortinas estaban corridas, pero de todos modos se colaba un poco de claridad en el interior. Recorrió todo el lugar con la mirada hasta que su vista llegó hasta Max, dormido del otro lado de la habitación, envuelto entre las sábanas de una forma casi graciosa.

La conversación que habían sostenido la noche anterior volvió a su mente y le arrancó las pocas intenciones que tenía de sonreír.

En el momento en el detuvo a Max Taylor la noche anterior para intentar saber cosas sobre Betty, ya tenía una breve noción de lo jodida que estaba esa familia, pero no esperaba que estuviera tan jodida. Él no había mentido cuando le dijo que la historia sería larga, recibieron la madrugada sentados en el reducido balcón mientras Max le contaba con lujo de señales la historia, mientras respondía sus preguntas y creaba otras que también respondía: ¿Qué diablos había pasado con su padre? ¿Por qué era tan importante para Betty ir al museo? Y sobre todo, ¿Por qué era tan importante para Kat Taylor que no lo hiciera?

El resultado final había sido ella secándose los ojos como idiota, al borde de las lágrimas. Se había equivocado, debía admitir, porque a pesar de saber cosas que en definitiva le hacían comprender muchísimo mejor a Betty, la forma en que actuaba y su evidente molestia con el mundo, continuaba sin saber que hacer al respecto.

¿Qué podía hacer una persona como ella, con nula experiencia frente a traumas infantiles? Apenas podía lidiar con los propios.

Dudaba que Betty tuviera conocimiento de las cosas que su hermano le había contado la noche anterior, pero tal vez sí podía sentirlo. Las palabras de Betty "Nunca le cuenta a nadie que era el único que me quería" comenzaron a tener otro significado para ella. Recordó el episodio del cementerio, cuando la niña se escapó de la casa solo para ir a llevar flores a la tumba de su padre y quedarse dormida junto a esta.

Max había dicho que lo hacía cuando se sentía sola y de repente comprenderlo del todo solo la hizo sentir peor. Sus padres eran un desastre en toda la extensión de la palabra y en todos los años que tenía no los recordaba de acuerdo en una sola cosa, pero al menos le constaba que la amaban. De una forma inexplicable y a veces algo retorcida, pero era porque estaban locos, no porque no quisieran a sus hijas.

Seguro Kat Taylor también quería a sus hijos, pero era muy triste que ellos, sobre todo Betty, no pudieran percibirlo.

Volvió a fijar la vista en Max cuando este se dio una vuelta entre las sábanas y las empujó con los pies. No le importó, porque su condición para no mandarlo a dormir a la orilla de la playa fue que no se atreviera a andar en la habitación sin camiseta y había tenido la decencia de aceptar sin rechistar.

Se sorprendió dejando que su vista vagara por su rostro, y analizara sus facciones ¿Era hipócrita si admitía que en realidad el idiota era apuesto, y que después de todo, por sorprendente que resultara, no era tan imbécil como parecía?

Nunca había tenido nada que se pudiera considerar una conversación con Max y hacerlo la noche anterior causó un enorme desconcierto en ella. A los diez minutos de conversación ya estaba impactada de que él pudiera ser serio con respecto a algo. Al final de la noche se sorprendió al considerar que, de hecho, Max Taylor era una persona coherente.

Era la más grande revelación de su joven vida, y había llegado hasta ella sin alcohol.

—¡Dios es tardísimo!

SunnyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora