CINCUENTA Y TRES

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A Sunny se le ocurrieron un millón de cosas para decir, sin embargo, ninguna logró convencer a sus cuerdas vocales para que las palabras salieran de su garganta. De todo modo, cualquier cosa que se le ocurriera no era suficiente. Nada que pudiera decir serviría, si tomaba en cuenta la expresión en el rostro de la niña frente a ella.

—Betty... —La voz de Max fue la primera cosa que escuchó en aquellos pocos segundos que parecieron eternos— ¿Qué haces aquí afuera a estas horas?

La pequeña ni siquiera se molestó en responderle y Sunny necesitó contenerse para no llevarse la mano a la frente. Salió del auto justo para recibir la mirada asesina de Betty y casi pudo jurar que la sintió como una puñalada.

—Betty...

—¡Tú cállate, mentirosa!

No podía decir que esas palabras la tomaron por sorpresa, sin embargo, el odio en los ojos de la niña fue demasiado, incluso para Betty, que era especialista en mirar al mundo como si todo oliera mal.

—Oye... —Max volvió a intervenir antes de lanzarle una breve mirada a Sunny, pero la mirada de odio que la niña le dedicó fue incluso más feroz.

—Tampoco te quiero oír a ti —chilló, furiosa—. ¡Estoy harta de ti! Cállate. ¡Estoy harta de todos!

Sunny quedó paralizada. Nunca, en los meses que llevaba conociendo a Betty, la había escuchado gritar de aquella forma; sí, sabía que la pequeña tenía carácter y que podía ser cruel e incluso criminal si quería, pero nunca pensó que la vería así de furiosa.

Y en su interior, ella se sintió aún más mierda de lo que ya lo hacía, porque la confirmación de que era la culpable de aquella reacción le partió el corazón. Estuvo a punto de intentar acercarse, necesitaba hablar con ella y, preferiblemente, alejar a Max hacia donde la niña no lo viera.

Pero entonces la puerta de la casa se abrió y Kat apareció en la entrada. Su cara dejaba ver el millón de preguntas que debían estar bullendo en su cabeza y por unos segundos sus ojos fueron de Betty a Max y de este a Sunny sin saber qué decir.

La mujer incluso estaba descalza y despeinada, lo que dejaba muy claro que la habían espantado, despertado, tal vez.

—¿Qué está pasando aquí...? —murmuró sin dejar de mirar de un lado al otro, pero luego pareció enfocarse en lo más importante y se giró completamente hacia Betty— ¿Por qué no estás en la cama?

Sunny maldijo por lo bajo. ¿Por qué estaba todo el mundo tan interesado en el hecho de que Betty no estaba en la maldita cama? Eso era lo menos importante en esos momentos y todos allí lo sabían, incluso Kat Taylor, aunque se le hiciera tan fácil fingir que no notaba lo que estaba pasando.

Se obligó a dar un par de pasos hasta las escalinatas, donde Betty ya comenzaba a subir los peldaños sin decir una palabra. Los ojos de la madre de Max se clavaron en ella y Sunny necesitó más valentía de la que creía tener para sostenerle la mirada a la mujer.

—Señora Taylor, me gustaría hablar con Betty un segundo si...

—Yo no quiero hablar nada contigo. ¡Eres una mentirosa! ¡Mentirosa! Te odio, mentirosa.

Sunny tragó en seco. Los ojos de Kat Taylor continuaban sobre ella, solo que ahora una de sus cejas se encontraba alzada y que a ella no le importaba en lo absoluto. Estaba más concentrada en Betty.

—Betty, esto no es culpa de Sunny, ¿puedes escucharnos un momento? —La voz de Max le hizo recordar que él aún estaba allí y, de repente Sunny solo quiso que cerrara la boca y la dejara manejar aquella situación.

SunnyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora