Entramos en el local y el olor a café recién molido me inundó junto al sonido de la música. Dos niñas idénticas de apenas 12 años no tardaron nada en reconocerme y se acercaron rapidísimo a abrazarme.
-¡Katia!- exclamaron ambas. Detrás de ellas, más calmada, apareció la mayor de las hermanas, de 16 años.
-Hola Tiana, Tatiana - saludé a las pequeñas, sonriéndoles.
-Hermana- me llamó la mayor. Levanté la cabeza para mirarla y le sonreí.
-¿Qué tal va, Dasha?- la saludé. No éramos familia, pero yo siempre la había considerado mi hermana pequeña. Ella era más distante con la gente que sus hermanas pequeñas, así que se limitó a chocar puños conmigo.
-Vamos tirando, como siempre- respondió. Me fijé en que llevaba el uniforme de camarera y recordé que al cumplir los 16 ya podía empezar a trabajar legalmente -. No he dejado los estudios, Katia, no te preocupes- me aclaró al ver mi mueca de preocupación. Yo tuve que dejar los estudios sin acabar por el trabajo y me he arrepentido muchísimo estos diez años, por eso siempre le había dicho a Dasha y a las gemelas que estudiaran hasta donde pudieran, que ellas podían llegar a salir de la ratonera en la que vivimos.
Sacudí levemente la cabeza para sacar los recuerdos de mi mente y fijé mi vista en las tres hermanas.
-¿Dónde está vuestro tío?- pregunté. Boris era el tío de las hermanas Romanova, pero tras la muerte de su madre en el parto de las gemelas, él se hizo cargo de las tres. Y del padre no se sabe mucho, solo que abandonó a su madre cuando se enteró de que iba a tener gemelas porque él si tenía otro hijo solo quería que fuese varón. Pero aún así, para ellas Boris era su verdadero padre. El mencionado apareció de detrás de la barra y se acercó sonriendo. Debía tener unos 50 años aproximadamente, era alto y robusto, con el cabello rubio y ojos azules. Bastante apuesto, a decir verdad.
-Dime, querida, ¿qué te trae por aquí sola? Siempre vienes con tu madre ¿le ha pasado algo?- preguntó con cierta preocupación.
-Oh, no- negué rápidamente con la cabeza -mi madre está igual que siempre, no te preocupes. Y no he venido sola- señalé con la cabeza a Alexandr y Naty.
-Señor Petrov, no esperaba verlo aquí- el tono miedoso con el que había hablado Boris a Alexandr, más el hecho de que había bajado la cabeza ante él, me hizo recordar que aquel era su territorio, él mismo me lo había dicho. Aquello fue como un golpe en la boca del estómago que se llevó gran parte de mi emoción.
-Tranquilo, no vengo por negocios- negó Alexandr con sus habituales aires de superioridad.
-Estamos juntos, por eso viene- murmuré. Boris me miró aterrorizado, como si acabara de decir una barbaridad.
-Venid a sentaros y me cuentas, porque no me creo que a tu madre le guste la idea- nos guió hacia una de las mesas que estaban en la pared, las que tenían butacas para cuatro personas, y nos sentamos. Las gemelas volvieron a su mesa a seguir coloreando un folio cada una y Dasha siguió trabajando.
-Es una historia muy larga y no puedo contarte detalles, pero sí te puedo decir algo: he dejado de trabajar, por el momento. De momento estudiaré. Además, mamá está de acuerdo, dice que se alegra de que por fin sea feliz- mentí. Tenía que creérselo, y lo hizo. La sonrisa de Boris se ensanchó tanto que parecía que se le fueran a romper los labios.
-Te lo mereces, Katia, te mereces todo lo bueno que te pueda pasar. Y para celebrarlo, prepararé mi famoso café con esencia de chocolate. Hace meses que no vienes a tomar uno- exclamó el hombre, levantándose y caminando rápidamente hacia la cocina.
-No pensé que nos traerías aquí, la verdad- confesó Alexandr con cierto tono de burla. Naty le dio un codazo, pero eso no evitó que él me siguiera retando con la mirada.
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Vendida a un mafioso [VAUM]
RomanceAlexandr Petrov, el mafioso ruso más temido de su país. Tiene una hermana a la que proteger y pocos sentimientos para repartir. Controlador, impulsivo y agresivo. Ekaterina Vólkova, camarera que vive para pagar las deudas que la ahogan a ella y a s...