6. Heridas abiertas

4.1K 208 5
                                    

Estaba leyendo en la biblioteca cuando de repente escuché un grito proveniente del interior de la casa, me levanté de un salto al reconocer la voz de Naty y corrí como alma que lleva el diablo hacia ella.

—¡¿Qué ocurre?!, ¡¿Ha entrado alguien?! ¡¿Estás herida?!— grité mientras llegaba.

—Yo no, ellos sí— respondió con un hilo de voz, apartándose para que pudiera ver el cuerpo de su hermano, con su mano derecha sobre una mancha de sangre y la otra apoyada en el cuello de Alessandro, quien lo sujetaba como podía, pues estaba herido en la pierna izquierda y tampoco era capaz de hacer mucho más esfuerzo.

—Está bien— murmuré para evitar entrar en pánico —. Naty, ayuda a Alessandro a tumbarse sobre el sofá, coge rápidamente un trozo de tela y hazle un torniquete, que esté tumbado en en el sofá con la pierna en alto, eso impedirá que la hemorragia siga. Limpia la herida, pero no uses algodón ni alcohol ni agua oxigenada— ordené a mi amiga —y como apoyes el pie en el suelo vas a saber lo que es el dolor— dije esa vez al italiano. Ambos asintieron y se marcharon, dejando a Alexandr tirado en el suelo con mucho cuidado.

—Si tú me vas a curar la herida puedo ir despidiéndome ya de mi hermana porque no volverá a verme— se burló él, con la voz ronca al aguantar el dolor.

—Gracias a que no podías vivir sin soltar tu comentario con intención hiriente, sé que las vías respiratorias están intactas— mencioné mientras rompía un trozo de tela de la camiseta que llevaba y lo usaba para ponerlo sobre la herida —. Hazte el favor de apretar aquí todo lo que puedas, porque estás perdiendo mucha sangre y no pienso dejar que te mueras aquí, menos aún en mis manos— él obedeció. Le cogí la mano que no estaba usando para apretar el trozo de tela y le medí el pulso, el cual era horriblemente lento. Miré a Alexandr a la cara y pude ver que estaba muy pálido y sudoroso —¡Mierda!

—Enfermera... creo que esto... no es lo tuyo...— murmuró cómo pudo.

—Eso ya lo veremos. ¡Alessandro, contacta con vuestro médico privado, que se prepare para una limpieza de la herida, van a necesitar también hacerle una transfusión de sangre!— grité al italiano, el cual no tardó en darme una respuesta afirmativa —. Te voy a tener que dar media vuelta para ver si la herida tiene orificio de salida o si la bala sigue dentro, te va a doler— advertí.

—No es mi... primera herida... de bala— murmuró.

—Me lo imagino, pero yo advierto igual para que luego no te quejes— lo acerqué más hacia mí y pude comprobar que no había orificio de salida, lo que indicaba que la bala seguía dentro —. Sigue dentro, prueba mover los brazos y las piernas— él levantó levemente las dos piernas y con la mano que no había usado antes me agarró de la cintura. Hasta entonces no me había dado cuenta de lo cerca que estaba de él —. Está bien, parece que no han habido lesiones en la columna, eso es algo bueno, muy bueno— dije respirando más aliviada.

—Sácala— ordenó en un tono de voz leve.

—¡¿Qué?!— pregunté histérica.

—Que saques la bala, ¿sabes hacerlo?— respondió obvio, empezaba a tener menos fuerza en la voz.

—Sé hacerlo, pero es un procedimiento demasiado delicado como para hacerlo aquí. ¡Y no soy cirujana, joder!— exclamé, a punto de entrar en pánico.

—Hazlo— ordenó. Un cúmulo de lágrimas causadas por los nervios provocó que mi visión se volviera borrosa —. Puedes hacerlo.

Respiré hondo para tranquilizarme mínimamente.

—Naty, necesitaré tu ayuda, tráeme unas pinzas pequeñas, como las de depilar las cejas, un desinfectante, un barreño con agua y trapos a poder ser limpios— le pedí y ella obedeció, pero cuando me trajo las cosas y vio a su hermano tirado en el suelo rodeado de un enorme charco de sangre y tan pálido, se quedó sin palabras.

Vendida a un mafioso [VAUM]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora