JHON

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—Esperemos que no seas tan inepto como pareces —dijo Ser Alliser—. Halder, averigua

qué sabe hacer Ser Cerdi.

Jon Nieve hizo una mueca. Halder había nacido en una cantera y había trabajado en ella

como aprendiz. Tenía dieciséis años, era alto y musculoso, y sus golpes eran los más fuertes que

había sentido Jon en la vida.

—Esto se pone más feo que el culo de una puta —murmuró Pyp, y no le faltaba razón.

El combate duró menos de un minuto. El muchacho gordo acabó en el suelo, tembloroso,

le salía sangre del yelmo roto y le corría entre los dedos regordetes.

—¡Me rindo! —chilló—. ¡Basta, me rindo, no me pegues más!

Rast y algunos de los otros chicos se reían. Pero Ser Alliser no quería que aquello

terminara tan deprisa.

—En pie, Ser Cerdi —ordenó—. Recoge la espada. —Pero el chico siguió aferrado al

suelo, de bruces, de modo que Thorne le hizo un ademán a Halder—. Dale golpes de plano con la

espada hasta que se levante. —Halder asestó un golpe ligero en las nalgas de su rival—. ¿Ésa es

toda la fuerza que tienes? —se mofó Thorne.

Halder alzó la espada larga con ambas manos y asestó un golpe tan fuerte que la coraza se

rompió. El chico nuevo aulló de dolor.

Jon Nieve dio un paso al frente. Pyp le puso una mano enguantada en el hombro.

—No, Jon —susurró, clavando una mirada de ansiedad en Ser Alliser Thorne.

—En pie —repitió Thorne. El chico gordo se debatió para incorporarse, resbaló y cayó de

nuevo—. Vaya, parece que Ser Cerdi empieza a captar la idea —observó Thorne—. Otra vez.

Halder alzó la espada para asestar un nuevo golpe.

—¡Córtanos un poco de jamón! —le gritó Rast entre carcajadas.

—Ya basta, Halder —dijo Jon mientras se liberaba de la mano de Pyp.

Halder miró a Ser Alliser.

—El bastardo habla y los campesinos tiemblan —dijo el maestro de armas con su voz

gélida, hiriente—. Te recuerdo, Lord Nieve, que aquí mando yo.

—Mira a ese chico, Halder —dijo Jon haciendo caso omiso de Alliser—. No hay ningún

honor en golpear a un enemigo caído. Se ha rendido. —Se arrodilló junto al chico gordo.

—Se ha rendido —repitió Halder bajando la espada.

—Vaya, por lo visto nuestro bastardo se ha enamorado —dijo Alliser con los ojos de

ónice clavados en Jon Nieve mientras éste ayudaba al chico a ponerse en pie—. Quiero ver tu

acero, Lord Nieve.

Jon desenfundó su espada larga. Se atrevía a desafiar a Ser Alliser sólo hasta cierto punto,

y tenía la sensación de que lo había sobrepasado con creces. Thorne sonrió.

—El bastardo quiere defender a su amada, así que éste será el ejercicio. Rata, Espinilla,

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