¿Quién lleva la rienda? Cap. #13

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Después del accidente de Marcello con su camisa en el trabajo Evans se prestó para llevarlo a su casa, el día ya casi estaba acabando; dejando que la ciudad entrara en su faceta nocturna.

—La ciudad es muy bonita, después de todo...

—Si que lo es, y con la compañía indicada hasta podría llegar a ser el lugar perfecto.—dijo su jefe, sin quitar la vista de la carretera. Marcello sonrío ampliamente, se sentía extrañamente familiar, la ciudad cayendo en el anochecer, el clima fresco y la compañía del señor Brown lo hacía sentir tan cómodo, a pesar de que no tienen mucho tiempo de conocerse el italiano puede asegurar de que realmente le gusta su jefe.

Ese peinado tan elegante, el cómo se reflejan las luces de la calle en sus perfectos ojos marrones... su barba perfectamente rasurada, y su olor... su jodido olor lo hace justamente el hombre con el que siempre he soñado.—pensaba el italiano que no dejaba de mirarlo.

—Aveces me sucede igual...—comenta el castaño, sacando de sus pensamientos a su secretario, tomándolo por sorpresa ya que había perdido el rumbo que llevaba la plática. ¿De qué hablaba que no puse atención?—digo... debo confesar que en algunos momentos me le quedo viendo de la misma forma en la que usted me ve ahora.—Marcello se sonrojó al instante sin saber qué hacer, lo había cachado comiéndoselo con la mirada. Y como si fuera poco; se dió cuenta de que su "amiguito" allí abajo también había despertado, con mucho "ánimo" según podía sentir como le apretaba el pantalón.—¿Por dónde me dijo que tenía que tomar para llegar a su edificio departamental?—le preguntó, cambiando de tema para alivio del osito.

—Derecha y después segunda calle a la izquierda señor Brown.—respondió. ¿Pero qué le pasaba? Marcello siempre ha sido dominante en todas sus relaciones pasadas, era él quien arrinconaba a sus presas y los sonrojaba hasta no más poder... pero ahora viene Evans Brown y juega con las reacciones químicas que efectúa en su cuerpo como todo un amo, y eso hace sentir al italiano como la presa a total merced de su jefe.

—Ya estamos fuera del trabajo Marcello, puede llamarme por mi nombre de pila, parece que no se acostumbra en la totalidad a los cambios.—dice el castaño mientras sonríe levemente, llegando frente al edificio departamental donde reside el oso.—Bien, creo que ya llegamos...

—Sí, es aquí.—responde.—Muchas gracias de nuevo Evans, siempre sacándome de apuros desde que lo conozco... es todo un ángel guardián.—le dice mientras retoma su compostura de depredador y se acerca peligrosamente a Evans.—Siempre tan atento de mis necesidades... aunque aún no todas...—le susurra.

—Mañana hay trabajo Marcello.—le corta rápidamente el castaño más que nervioso por el momento, aunque intenta mantener la compostura.

—¿Y...?—contesta el italiano cuál niño haciendo su berrinche.

—Y que tú también me gustas, mucho... pero ya habrá más tiempo para nosotros... ¿ok?—le dice mientras posa su mano derecha en el cachete izquierdo del oso, rascando cariñosamente su barba.

—Está bien...—bufa.—lo único que gana apagándome así es que le guarde muchas mas ganas, le advierto.—dice, sonriendo mientras toma postura en su asiento y abre la puerta del copiloto.—Descanse, Evans.—se despide para salir del auto.

Mientras tanto en el departamento del italiano estaba Beth, espiando desde la ventana que da justamente a la calle donde se encontraba estacionado el auto de Evans.

—Oh, sí es el tío Marcello el que vino en el auto que lleva minutos ahí afuera.—comenta la joven, a lo que Taylor y Paco no le toman mucha importancia.—Pero está tardando mucho... es muy raro, y yo tengo mucha hambre; ¿le grito?—pregunta a los demás.

Un oso para papá.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora