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Al final, Stella no hizo su tarea de química. Cuando llegó a su casa, luego del incidente de Luke, dejó los cuadernos en su habitación y salió a caminar por la zona. Pensando, eso era todo lo que hacía. ¿Por qué Luke de repente necesitaba hablar con ella?

Stella moría de las ganas por saber qué era aquello. Por unos instantes, se arrepintió de no haberle dejado hablar, pero a los segundos volvió a pensar que había echo lo correcto. Luke la había estado tratando muy mal en las últimas semanas, y le mintió con el pretexto de la tarea para poder verla. Luego de casi hora y media de caminata y pensamientos, Stella llegó a la conclusión de que no estaba molesta con él; sino con ella misma por haber pensado que de un momento a otro él empezaría a tratarla bien sin intenciones ocultas.

Cuando regresó, saludó a sus padres y a su hermano. Ellos ya estaban acostumbrados a que ella saliera de repente y regresara a media tarde.

(...)

Al día siguiente, cuando la clase de Literatura terminó, Stella recogió sus cosas y mordió su labio al darse cuenta de la materia que seguía; química. Le preguntó a un par de compañeros con los cuales compartía la clase, por su deber, y se relajó un poco cuando se dio cuenta que no era la única a la cual le faltaba la tarea.

De todas maneras, era la primera vez en el año escolar que incumplía con algo de química. Stella quería mantener sus calificaciones altas; era lo que más le importaba. Sí, iba a fiestas; sí, de vez en cuando tomaba algo de alcohol, pero nunca descuidaba sus estudios. Sabía que debía encontrar una buena beca para poder estudiar en una excelente universidad.

Pero no pasaría nada por una simple tarea como aquella; así que ella cambió sus cuadernos en su locker y se dirigió directo al aula 213.

(...)

Después del almuerzo en su instituto, ella fue caminando a su casa. Su padre, su madre y su hermano de seguro ya estaban en casa.

No se equivocó. Saludó a sus parientes y subió a su habitación a cambiarse por una ropa más cómoda. Cuando bajó, su madre estaba viendo televisión, y no vio ni a su padre ni a Patrick. Supuso que el primero había salido a hacer compras, y que el segundo estaba haciendo tareas. Ella también tenía deberes que hacer, pero quería relajarse un poco y salir al jardín.

Al encontrarse de nuevo en aire fresco, Stella miró hacia la casa del árbol. Suspiró y se acercó. Posó una de sus manos en uno de los escalones de madera para subir. Hacía al menos siete meses que no subía ahí. Sus padres decían estar "muy viejos" para ir, y Patrick decía que jugar en una casa del árbol era para críos de seis años.

La chica subió y se sentó en el borde, con las piernas colgando en el vacío. Todo parecía más pequeño. La casa, la escalera, las sillas. Se levantó y se dirigió hacia el agujero que hacía de puerta. Tuvo que agacharse, y, aún estando dentro, no podía erguirse por completo. Obviamente, aquella era una estructura hecha para niños. El suelo estaba lleno de hojas secas y seguramente de polvo. En ciertas esquinas habían telarañas. En definitiva la casa del árbol necesitaba una limpieza, pero Stella no la llevaría a cabo. Al menos no en ese momento.

Como era de esperarse, Luke pasó por su mente. Rayos, ni ella misma lograba describir que era lo que sentía. Hacía ya unos días había admitido—para sí misma— que Luke le gustaba. Ya no era simple atracción. Le gustaba la manera en que reía, en que contaba sus historias y como la trataba (dejando de lado los últimos acontecimientos). Todo en él le encantaba, y no pensaba seguirlo ocultándolo.

Pero, ¿cómo podía gustarle alguien que le guardaba tantos secretos? Stella sentía como si en esos últimos días el "verdadero Luke" había salido a la luz, y no le gustaba para nada. ¿Era él el chico de la casa del árbol? ¿O era una coincidencia?

En ese momento, la chica sintió como si se hubiese transportado en el tiempo. Con tan solo cerrar sus ojos, se vio a sí misma, ocho años atrás, riendo junto a un chico. Ella jugaba con sus muñecas de trapo y él lanzaba una pequeña pelota contra la pared, para que rebotara y volviera a sus manos.

¡Stella! ¿Hueles eso? ¡Creo que tu mamá está haciendo galletas! ¡Bajemos!

La Stella pequeña se levantó rápidamente y bajó por las escaleras a una velocidad impresionante. Entró a la casa, corriendo a la cocina... y escuchó un grito. Lara dejó las galletas en la bandeja hirviendo sobre el mesón de la cocina y corrió al jardín. Stella la siguió, y apenas alcanzó a ver a aquél chico sobre el césped, inmóvil. Y la sangre, recordaba mucha sangre. Unas manos grandes le taparon los ojos y la llevaron dentro de la casa. La última parte de aquella visión acabó cuando unas sirenas de ambulancia se oían a la distancia y la voz de su padre le rogaba que no se desmayara.

Stella abrió los ojos de golpe y se dio cuenta de que estaba respirando agitadamente. Su pecho subía y bajaba con energía, pero no lograba obtener el aire necesario. La cabeza le molestaba, y ella decidió que lo mejor que podía hacer era bajar y concentrarse en sus deberes.

A pesar de que sentía que debía hacer otra cosa, Stella bajó las escaleras con cuidado y fue a su pieza.

n/a: tengo esta historia abandonada y no saben como lo siento. espero que les haya gustado el capítulo.

-val

treehouse ; lrhDonde viven las historias. Descúbrelo ahora