Problemas.

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Serena perdió la cuenta de las veces que se la follaba el pirata, ella se negó a calificar lo que hacían como hacer el amor, aunque se abrazaran después la mayoría de veces. Todavía se mentía a sí misma diciéndose que lo odiaba, pero su cuerpo sabía la verdad, aunque todavía no estaba preparada para admitirlo para sí misma. Y menos a él. Trataron de evitarse el uno al otro, él pilotaba la nave mientras ella miraba vídeos alienígenas. Pero como el yin y el yang, Ben y Jerry, no podían estar separados y buscaron mil excusas para verse. Sus pocas conversaciones, eran más como combates en los que siempre terminaban desnudos y jadeando.
En realidad, le provocaba a propósito, pero en su defensa, tenía que decir que el parecía estar haciendo lo mismo. Por alguna razón, no podía mantener las manos alejadas del, aunque fingiera estar enfadada.
Tampoco podían simplemente tener relaciones sexuales, tenía que ser a través de un baile complicado que implicaba gritar y forcejear y esa era la parte que más la excitaba. Al menos esta vez, no tengo que pasar por todo esto de la traición, pensó.
Él no ocultaba el hecho de que iba a venderla tan pronto como encontrara un mercado donde sacara un alto precio por ella. Y, sin embargo, lo curioso era que cada vez que ella hablaba de su plan de subastarla como esclava sexual, él se quedaba en silencio y enfadado.
Entonces él la acariciaba hasta que gritaba de éxtasis, ni que decir tiene, que sacaba el tema cada vez que podía. En medio de los combates sexuales y de batallas verbales, intercambiaron un poco de información personal. Ella le contó todas sus relaciones fallidas, él se jactó de sus numerosas conquistas. Esas conversaciones, terminaban en un frenesí sexual. No sabía cuál de los dos era el más patético, ella continuamente probando y fallando en el amor, y él por evitarlo como la peste.
Confiaba en ella y podía ir a cualquier habitación deseara que, a menudo era el dormitorio, pero él también la llevó hasta su puente de mando para darle a la silla un uso especial. Cayeron en una rutina cómoda, una que odiaba admitir que le gustaba. Lamentando el hecho de no tener ningún aceite para masajear su delicioso cuerpo, algo que la hizo darse cuenta de que tenía un problema.
Necesitaba una distracción, por que el hecho era que ella estaba empezando a sentir cosas hacia su captor. Alguna especie de síndrome de Estocolmo que esperaba que tuviera un buen final, al menos para ella. Así, que cuando el equipo de la nave anunció que se estaban acercaron a una estación de acoplamiento para efectuar las reparaciones, saltó de alegría.
- "Quiero ir contigo", - dijo mientras se vestía.
Él ni siquiera se molestó en mirarla mientras respondía, una lástima porque ella enseñaba el pecho para distraerle porque sabía que era su punto débil.
– "No, es demasiado peligroso."
– "Oh, ¿me estás diciendo que te preocuparías si me ocurriera algo?" - le provoco intencionalmente, y cuando él le lanzó una mirada severa, ella agito sus pestañas hacia él. Él gruñó.
- " me estas molestando otra vez. ¿Sabes que pasa cuando haces eso? ".
Serena puso los ojos en blanco.
- "Bueno, lo mismo que sucedió, hace cinco minutos en la ducha cuando te dije que te afeitaras porque tu cara me irritaba mis partes femeninas. Y, al igual que, hace unas horas en el sillón del centro de mando cuando me declaré amotinada".
Sus ojos brillaban con una mirada que había llegado a reconocer como de lujuria.
- "Muy bien. Puedes venir conmigo. Pero te advierto en este momento, si hay algún problema, te dejare allí a tu suerte”.
Una sonrisa apareció en su rostro cuando cedió a su petición.
- "Está bien ¿crees que me podrías encontrar ropa más adecuada?"
Con su ropa estaba cómoda, era suave, pero prefería ropas de su talla, el vestidor ojo, lamentablemente, no había sobrevivido a uno de sus encuentros más fogosos.
- "¿Algo más? este no es un crucero frukxian ya lo sabes," gruñó mientras se ponía las botas.
- "Hey, eres tu el que me has secuestrado. Ahora tendrás que lidiar con las consecuencias."
Ella le sonrió y luego se rió de su ceño fruncido. Ella dejó de reír, cuando él se puso las cartucheras alrededor de la cintura, en los muslos y los brazos. Se procedió a llenar con cuchillos y pistolas que sacó de otra abertura en la pared.
- "¡Um!, ¿es que todo esto es necesario?"
Ella miró el arsenal cada vez mayor con fascinación y un poco de temor. Él no se molestó en responder, deslizó un par de dagas en cada una de sus botas. Llevaba armas suficientes para equipar a medio ejército, se enderezó y sonrió, una sonrisa depredadora que mostraba sus dientes puntiagudos. Una persona sensata habría gritado, o se habría desmayado o estremecido de miedo. Serena se estremeció, pero con lujuria, ya que, por todo en lo que creía, él parecía peligroso y muy sexy. Así que… bueno, retrasaron la salida un poco para demostrarle lo mucho que le gustaba su aspecto de mercenario.

EL MEJOR ERROR (FINALIZADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora