Quise escapar para encontrarme en ti

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—... entonces todos salimos despavoridos y Noah se quedó atrás gritando ¡Espérenme! Intentando seguirnos el paso, cargando su violoncello, agitando el arco.

Los chicos de Calpurnia rompieron en risas.

—Luego nos enteramos que no había ningún fantasma en el auditorio —añadió Finn al relato de Gaten—. Felicia Cho fue quien gritó porque vio una rata.

Todo era risas y anécdotas, la cena estaba transcurriendo de lo más amena. Finn se sentía especialmente alegre por tener a todos sus amigos reunidos en esa noche previa al cierre de gira. Desde ya tenía los nervios de punta, como si fuera a subirse al escenario por primera vez. Al mismo tiempo experimentaba tranquilidad, plenitud y satisfacción difícil de describir. Lo había logrado practicando sin parar, trabajando en el estudio hasta la madrugada, sin prisa y sin pausa. ¿Qué seguía después? Algo fabuloso, por supuesto. Ya estaba ansioso por hacer nueva música, pero también quería descansar y principalmente restaurar su corazón.

Ojalá Millie estuviese ahí sentada a su lado, sujetando su mano, emocionados ante la perspectiva de volver a estar juntos sin que nada ni nadie se los impidiese.

—Me parece que es hora de irnos —comentó Jeremy mirando la hora.

—¿Tan pronto? —Ayla hizo un puchero.

—Deben irse pronto a la cama para descansar y tener las energías al millón.

Caleb logró persuadirlos para que se quedaran un ratito más. Noah dejó de participar en la conversación, revisaba constantemente su teléfono y observaba con disimulo la entrada del restaurante. Iris se portó igual que Noah. Gaten, Sadie y Victoria se encargaron de que la charla no decayera. Era evidente que esperaban a alguien y Finn fue el único que no lo notó.

Pasaron casi dos horas, esta vez fue Iris quien básicamente les imploró quedarse un poco más, a lo que Jeremy amablemente explicó que la banda tenía que dormir a la voz de ya o estarían soñolientos durante la presentación más importante de sus vidas.

Los conservatorianos y la actriz de teatro se miraron entre sí abatidos, como si el plan que saltaba a la vista de todos, exceptuando a Finn, hubiera fallado y lo lamentaban muchísimo. No podían hacer nada mas que irse con Calpurnia al hotel.

Finn fue el último en subir a la furgoneta, al cerrarla, le pareció ver el rostro de Millie entre las ramas del árbol que decoraba la entrada del restaurante. No dijo nada, ya se había acostumbrado a verla en todos lados, producto de su imaginación. Ya tumbado en la cama, se disponía a dormir pero su cabeza insistía en mantenerlo despierto. No paraba de dar vueltas en la cama, el nerviosismo era insoportable. Necesitaba practicar para no equivocarse en el concierto o quizá le hacía falta distraerse.

Finn salió de su habitación, la sensación de claustrofobia lo estaba empeorando todo, iría a la terraza o cualquier parte al aire libre del hotel, sin embargo, la vio de nuevo.



En cuanto Millie escuchó que el pestillo de la puerta era retirado, echó a correr hasta el rellano de los ascensores. Ingresó a uno y pulsó botones al azar. A escasos centímetros de cerrar, lo vio. Sus rizos azabaches se asomaron por el recodo del pasillo y sus ojos la escudriñaron dudosos. Cielos ¿La había visto? Esperaba que no.

—Eres tonta, Millie —se dijo a sí misma—. Eres patética.

La pianista no hacía mas que jugar a las escondidas. Se presentó en el restaurante que le indicó Noah pero todo el tiempo estuvo al otro lado de la calle. ¿Qué diría? ¿Qué le diría a Finn? ¿¡Sorpresa!? No tenía el valor suficiente para hablar de la noche en que lo abandonó y tampoco se sentía con la seguridad de actuar como si nada hubiera pasado; cuando por fin se decidió a entrar, vio a los muchachos levantarse y avanzar a la salida. Le dio pavor tenerlos de frente de modo que se escondió detrás del árbol que decoraba la fachada.

Palabras para regalar [Fillie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora