Tú; mi alma, mi inspiración.

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Finn se despidió de su banda y de Chosen, salió de Scarlett records directo a la casa de Keery, sitio donde los chicos de Calpurnia se alojaban durante su estancia en California. Allí se encontró con Joe y Diana en la sala de estar, ambos veían una película mientras comían ensalada con pollo. Finn les saludó y corrió escaleras arriba para hacer la maleta. Volaría a Londres y después a España para reunirse con Millie. Le daría una sorpresa.

A su habitación llegaban las risas de Joe y Diana. Apenas hacía una semana que empezaron a salir formalmente. Finn ya lo veía venir. El productor estaba enamorado de ella hasta las chanclas. Diana, por su parte, aunque demostraba tenerle un gran respeto y cariño fraternal a Joe, su mirada revelaba el fondo de su ser, justo allí donde albergaba sus verdaderos sentimientos por él.

Se les veía muy bien juntos, felices.

Conociendo el pasado amoroso de la chica Summers, Finn rogaba al cielo para que la relación de ese par no interfiriese de forma significativa en su proyecto con Chosen puesto que el cantante vería muy seguido a Diana en Scarlett records.

Chosen...

A Finn le dio mucho gusto volver a verlo. Colaborar con un artista de su talla era un sueño hecho realidad. La canción que grabarían a dueto sería espectacular. Finn trabajaría muy duro para poder lograr una grabación fascinante, ya se ocuparía de ello por completo regresando del viaje que estaba a punto de realizar, uno que cambiaría su vida de forma radical. Deseaba de todo corazón que sus planes resultasen satisfactorios.








Londres, Inglaterra. Horas después.

El señor y la señora Brown miraban atentos a Finn sin inmutarse. Él no podía deducir si era una buena señal o un ultimátum para que se marchara sin mirar atrás.

La residencia Brown le daba repelús, se trataba de una casa enorme, en el pasado pudo haber sido perfecta dado que el matrimonio tenía cuatro hijos, sin embargo, ahora que sus pequeños eran adultos y habían dejado su hogar —excepto Ava, la hija menor—, la casa era tan fría como desolada. Recordar las circunstancias en las que Millie se fue de allí para seguir sus sueños fue lo que mantuvo a Finn serio, y por un momento se decantó por la idea de reprocharle a los señores lo malos que fueron con Millie, y gritarles por el daño que le hicieron al no apoyar su carrera musical. Estuvo a punto de hacerlo pero entró en razón; aquello causaría más conflictos en la familia.

El muchacho pasó saliva, fracasó en su intento de sonríeles, así que se revolvió incómodo en el sofá. Dejó la taza de té que la señora Brown le había ofrecido en la mesita de centro.

¿Por dónde empezaría? ¿Poniendo en manifiesto que no esperaba ser recibido? ¿Iniciando una conversación casual, trivial, hasta llegar en modo sigiloso al punto que quería abordar? ¿Cómo entablar una charla con personas con las que jamás has interactuado, pero ya tienes las perores primeras impresiones de ellos? Porque, la primera vez que Finn les vio fue en la función final del musical del real conservatorio de Toronto cuya canción estelar fue compuesta por Millie. Ese día, los señores Brown la hicieron llorar con su falta de interés y desprecio hacia la obra.

Finn resopló. Iría al grano. Si el señor Robert o la señora Kelly Brown se infartaban sería lo de menos.

Y lo dijo.

Tartamudeó, pero lo dijo: el motivo de su visita.

El rostro de Kelly Brown permaneció impertérrito. Su esposo únicamente enarcó una ceja. A Finn le exasperaba no poder ver asomo alguno de emociones en ellos. El muchacho no pedía que se levantasen de sus asientos a bailar la macarena, ni que se soltasen a llorar y le abrazaran hasta deshacerle los huesos, tampoco se hacía ilusiones con un «Bienvenido a la familia, chico». Para nada. Finn era consciente de que los ingleses suelen ser un poco mucho fríos. No obstante, la seriedad por cultura es muy distinta a la hostilidad por elección.

Palabras para regalar [Fillie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora