Veo en ti todo lo que queda por vivir

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Uno al lado del otro, con los brazos reposando en la barandilla del mirador del hotel: Esos eran Millie y Finn, en silencio, saboreando la dulzura de estar juntos de nuevo, contemplando y a su vez, siendo participe de las luces de la ciudad que se entrometían en la oscuridad para reclamar la noche como suya, revelarse en su contra y obtener un poco más de vida en vez de ir a dormir y perderse en un estado en el que se vive en sueños, donde no se puede tomar el control y sólo se es victima del profundo, asombroso y temible poder de la mente.

No obstante, la vida incluso suele perderse cuando se ansía estar más despierto. Asimismo, siempre vale la pena explorar ese mundo tan abstracto de los sueños pues de ellos se obtiene esperanza, así como el miedo necesario, convertido en valor, para enfrentarse a los monstruos o fantasmas que no sólo se presentan allí, sino también en el mundo real.

Ir a dormir en realidad es una acción que va más allá del descanso, de una necesidad biológica. Ir a dormir es la fase final de un ritual que envuelve cierto misticismo. Antes de ir a dormir se desata el miedo al futuro, de cómo será el mañana y qué papel desempeñaremos, si seremos el bueno o el malo; se hace presente el remordimiento del pasado, se hace un inventario de todas nuestras acciones y vemos cómo la balanza se inclina peligrosamente hacia los errores y fallos, a lo que nunca fue y nunca se dijo, lo que se ignoró y despreció, lo que sabía mal pero se sentía bien. Más de uno arde en deseos de vender esas memorias que impiden poder dormir puesto que conforman una barrera para cruzar hacia ese lado de la noche: un buen lugar para la redención, la reconciliación con uno mismo, haciendo del día esa nueva oportunidad de comenzar de cero; una idea romántica que nos elude del estado de negación en el que vivimos, haciendo la vista gorda al tiempo que sigue avanzando, no se detiene y se lleva consigo nuestra vida.

Antes de dormir se libera o se acepta el peso que conllevan los años de nuestra frágil y casual existencia.

Antes de ir a dormir, Finn sencillamente cumplía con sentir cuán feliz era. Él formaba parte de aquellos que agradecen al cielo por todo lo bueno que han recibido de la vida, valoran lo que han obtenido y aman a quienes le han acompañado en su largo viaje hacia la grandeza; las expectativas del futuro son optimistas sin llegar a ser fantasiosas e inalcanzables, y se esperan los nuevos días con todo y sus matices grises pues éstos otorgan sabiduría, paciencia y perseverancia.

El muchacho volvió a tocar su Fender Mustang recientemente recuperada. El sonido era mínimamente audible pues la guitarra no contaba con caja de resonancia como los modelos acústicos; ésta ocupaba de un monitor para obtener un sonido optimo, sin embargo, en ese momento Finn no tenía uno a la mano. Los acordes suaves encajaban muy bien en la serenidad de la noche.

—Me he dado cuenta de que siempre, cuando agarras una guitarra, empiezas tocando los mismos cuatro acordes —observó Millie.

—Siempre toco los mismos cuatro acordes —convino Finn, riendo. Era una vieja manía que adoptó desde que era aprendiz— Me gusta cómo suenan.

—Pueden convertirse en una canción si le anexas uno o dos intervalos; le pones letra y listo. Un nuevo tema para el próximo álbum de Calpurnia.

—¿Próximo álbum? —A Finn se le antojaba lejano, casi imposible pese a que era un tema muy hablado con los miembros de la banda y Joe, inclusive tenían planes concretos para elaborarlo—. A veces, si no es que la mayor parte del tiempo, me cuesta digerir todo lo que me sucedió a partir de la cena del musical de invierno en el que participamos, donde conocí a Joe. Es surreal... Brutal... No me la creo, Millie, no me cabe en la cabeza ni en el pecho el que vaya a dar un concierto de fin de gira en tan sólo unas horas.

Millie se volvió con su peligrosa y adorable mirada de niña traviesa.

—Tal vez si te pellizco un poquito, sabrás que es real.

Palabras para regalar [Fillie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora