Balthazar vs Fiebre

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Balthazar paseaba al nuevo caminante aferrado a sus manos solo por precaución. Tenían una idea de dónde buscar y todos se habían marchado a un lugar distinto, dejando a los hermanos solos.

Balt tomo al pequeño en brazos y hurgo la heladera.

- ¿Tienes hambre, hermanito? – No había mucho que buscar y Cas no parecía demasiado interesado en la comida.

El ángel tomo una manzana y sentó al bebé en la mesa, frente a la silla en la que tomo lugar.

- ¿Qué hacemos? Estoy aburrido. – Bufo y le pego un mordisco al fruto

Miro los azules ojos de su hermano que brillaban más de lo normal. Sonrió ante la curiosidad que reflejaban. Pero resaltaban más de lo normal en su rostro enrojecido. Y las dudas entraron. Se dio cuenta de que las manitos estaban más calientes de lo normal.

- Mierda.

Toco la frente del pequeño, y ardía en fiebre. Pensó en curarlo, pero en cuanto toco con sus dedos, Castiel chillo y sus ojos brillaron en gracia.

- Mierda.

Estaba solo. Con su hermano enfermo y llorando. ¿Qué demonios bajaba la fiebre de un bebé ángel?

- ¿Qué hago, Cassie?

Un baño. Claro, eso seguramente bajaría la fiebre. Tomo al bebé y le quito su ropa, incluso la camiseta que rezaba "Don't touch me". Castiel estaba feliz jugando en el agua tibia, mientras su hermano mayor moría de nervios, mojándole la cabecita con cuidado.

El agua comenzaba a enfriarse y la fiebre del bebé ángel no bajaba. Balthazar desbordaba en nervios. ¿Y si algo malo le pasaba?

Muchas veces había intentado salvar a Castiel, ayudarlo, incluso guiarlo. Pero siempre fallaba enormemente. No quería hacerlo ahora, no cuando su hermano era totalmente indefenso.

Envolvió al pequeño en su toalla. Se balanceaba de un lado al otro, intentando calmar el repentino sollozo que soltó en cuanto lo saco del agua. No quería biberón, ni peluches, ni chupón. Castiel lloraba por la fiebre.

- Mierda. –

Susurraba una canción infantil que alguna vez escucho al oído del infante que seguía llorando. Estaba entrando en pánico. Había luchado, fingido su muerte, traicionado, liderado; pero jamás cuido un bebé. ¿Qué debía hacer?

Escucho la puerta abrirse. Michael apareció iluminado por la luz del sol desde atrás, y a los ojos de Balthazar, parecía más angelical que nunca. Su salvación. Sam y Dean lo seguían, pero no eran los importantes ahora. Corrió con Castiel aun llorando en su hombro y le entrego el bebé a su hermano mayor.

- Ya no sé qué hacer. Tiene fiebre, y no me deja curarlo. – Explico.

Mike se sorprendió al ver a Balthazar con los ojos medio llorosos y el bebé gritando totalmente inquieto. Verifico lo que el ángel le decía. No creía que fuera demasiado grave, más teniendo en cuenta que Cas seguía siendo ángel.

Sam observo al bebé en las manos del arcángel, y puso su mano en la mejilla rojiza.

- Hay antifebril en el botiquín. – Sugirió. – Dale el frasco entero.

¿Qué? ¿Así nada más? Balthazar estaba estupefacto. Había está sufriendo durante horas y solo necesitaba un frasco de antifebril para solucionar sus problemas. Suspiro aliviado y cansado. Cuidar bebes no era lo suyo. Cuidar a Castiel no era lo suyo. Nunca lo fue. No era un verdadero hermano.

Chuck se enteró de lo que había pasado. Se aferró al pequeño, apretando la mejilla de Cas, ya de un color normal, contra la propia. El bebé no se sentía incómodo, por el contrario reía ante los mimos que su papá le daba.

- Pobrecito bebé, ¿Te sentías mal? – Castiel respondió con una risita. -

- Por suerte la medicina hizo efecto. – Explico Michael a su espalda.

Balt entro aun con la mirada algo triste. Su padre sabía muy bien que pasaba por su mente.

- Lo hiciste bien, Balthazar.

El nombrado levanto la mirada, extrañado y sonrojado ante el halago. No se creía merecedor de tales palabras, no había hecho nada que solucionara la fiebre de su hermanito.

- No se trata de tener la solución, sino de que te esforzaras por tu hermano. – Explico Chuck.

Michael también le sonrió. El arcángel era su ejemplo a seguir de lo que un hermano debe hacer para proteger a los suyos, y le estaba sonriendo. Aprobando lo que había hecho. Papá y hermano mayor lo felicitaban. Eso y los bracitos de Castiel pidiendo que lo alzara, eran el mejor premio consuelo que jamás obtuvo. 

Volviendo a ser familia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora