Me llamo Mar y siempre he sido una romántica empedernida. Mis amigas están hartas de mí en ese sentido, porque aunque me han roto el corazón mil veces, yo vuelvo a picar y es que a mi entender no hay nada más bonito que estar enamorado.
Cada noche salgo a buscar un poco de calor, alguien con quien arrugar las sábanas y con quien a la mañana siguiente sentir esas mariposas. Pero por la mañana las mariposas hacen el proceso inverso de la metamorfosis y se transforman en larvas que tengo que evacuar en la taza del WC.
Mi vida me gusta, soy azafata y estoy siempre de un lado a otro, eso dificulta las emociones, pero facilita las relaciones. Es decir, mi trabajo me permite tener pareja, pero no me deja disfrutar, por tanto ambas partes dejamos de sentir.
Hace unos meses conocí a Sergio, es piloto para la compañía en la que trabajo y aunque siempre había aplicado el refrán "donde tengas la olla, no metas la po*lla", esa vez mandé mi teoría al demonio y nos pusimos manos a la obra.
Desde aquel día repetimos varias veces, nos buscábamos sin cesar, intentábamos coincidir en los vuelos, nos llamábamos para quedar cuando estábamos de descanso e incluso llegamos a cuadrar unos días sueltos que teníamos para después de un vuelo quedarnos en la ciudad de destino, hacer turismo y luego volver juntos. Me sentía bien y muy a gusto. Llegué a pensar que era ÉL.
Siempre lo he dicho, soy romántica, pero no estúpida y entre nosotros no había surgido nunca la palabra amor, al principio no hacía falta, pero después de un año y medio yo sentía algo que antes no estaba. Cuando me quise dar cuenta de lo que estaba pasando le estaba hablando de vivir juntos, de compartir algo más que la cama y aunque noté que él se incomodó yo no cejé en mi empeño de saber que había entre nosotros.
Resumiendo y dejando el melodrama atrás, que soy romántica, pero hasta cierto límite, Sergio no sentía absolutamente nada por mí. Yo intenté encajarlo como buenamente pude y aquella noche volví a salir en busca de calor. Pero lo que encontré no era lo que yo esperaba.
Entonces decidí pasar unos días de duelo, al fin y al cabo no era malo y era un periodo completamente natural y normal, aunque yo no estuviera acostumbrada. Mis amigas estuvieron ahí conmigo y juntas planeamos un viaje para unos meses después, cuando yo, sería de nuevo yo.
Las semanas siguientes fueron duras, ya que a pesar de intentar cambiar los vuelos para no coincidir con Sergio casi siempre era imposible y eso me dejaba un poco plof. Porque el actuaba tan normal y yo me sentía fatal.
Un día, después de explicar a los pasajeros las medidas de seguridad y todo lo relativo al vuelo, una de mis compañeras me llamo la atención y nos sentamos en nuestros asientos para iniciar el viaje. Lo que me contó me dejó floja para todo el trayecto, pero cuando tocamos tierra me sentí renovada, una fuerte energía se apoderó de mí y esa noche me dio igual el calor humano, las mariposas y el romanticismo. Esa noche buscaba sexo, simple y llanamente.
Mi compañera me contó que Sergio iba a ser padre con una compañera y si mis cálculos no fallaban, ese embarazo se produjo justo en las fechas en las que también estaba conmigo. Así que ya nada me ataba a él, lo poco o mucho que había sentido ya no estaba y yo me sentí libre y feliz. Feliz por todo, por él, por mí, por la futura madre y por la vida que se estaba gestando dentro de ella.
Desde ese día me dio igual coincidir con Sergio en los vuelos, me dio igual que viniera a intentar explicarme todo y a tratar de justificarse, porque sencillamente todo lo que tenía que ver con él me daba igual. Simplemente se empezó a difuminar en mi memoria como la sombra de ojos en un ahumado.
Volví a salir, a conocer gente, a enamorarme a primera, segunda y tercera vista. Viajé con mis amigas y fue la mejor terapia del mundo, aunque no la más barata. Busqué calor y lo encontré, vomité mariposas y las ahogué en alcohol.
Fue padre de una niña preciosa y me invitaron a la boda, creo que ella no sabe nada de lo que hubo entre nosotros. Por supuesto fui, a una barra libre no se le dice que no. Soy romántica y eso no esta reñido con que me guste beber.
Un día, unos años después de la boda de Sergio, sin buscarlo ni esperarlo apareció en mi vida ÉL. Su nombre lo reservo para mis gemidos y mis labios, pues desde que estamos juntos he descubierto que soy un poco (muy) celosa, soy suya y eso me gusta. Es mío y eso me pone.
De Sergio sé lo justo, se divorció poco después de casarme con ÉL. Trato de tener algo conmigo y yo me negué. Había encontrado el amor de mi vida, lo que siempre había buscado.
Hace muchos años que estamos juntos, hemos formado una familia y somos felices, pero aún nos reímos a carcajadas cuando contamos que fue ÉL, el que me encontró a mí.
FIN❤
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Improvisando~
RandomRecopilación de historias cortas reales y ficticias. © 2018, SRL Books Respeta el esfuerzo y el trabajo de los demás. #439 - aventura de entre 2,57K #687 - mascotas de entre 778