Nanita nana

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  La mentalidad ha cambiado y la mayoría de situaciones se han normalizado, ya muchas mujeres hablan de sus bebés que no han llegado a nacer por un motivo u otro, pero creo que ningún hombre ha alzado la voz en estos casos.

  Seguro que estoy equivocado y habrá más de uno que haya contado su experiencia, pero yo quiero contar la mía, para dejar claro que hay esperanza, que no todo esta acabado.

  Mi mujer y yo llevábamos poco tiempo casados cuando la gran noticia de su embarazo nos hizo la pareja más feliz del mundo. Aunque pensábamos que era pronto y que no estábamos preparados, nos alegramos de que de nuestro amor hubiera surgido algo tan maravilloso.


  Apenas llevaba quince semanas de embarazo cuando comenzó a tener pequeñas hemorragias y los médicos declararon su embarazo de alto riesgo. Nos preocupamos, pero intentamos no obsesionarnos.

  Siempre hemos sido una pareja que ha hecho las tareas de la casa de forma conjunta, ha sido responsabilidad de los dos, pero en el momento que nos enteramos que había riesgo me esforcé mucho más en que mi mujer hiciera lo menos posible y que se dedicará a descansar.

  Un día yo no había recogido una ropa tendida en el jardín trasero, ella se encontraba mucho mejor y no había manchado en mucho tiempo, así que decidió recogerla, con tan mala suerte que tropezó con una de las sábanas al entrar en casa y cayó al suelo.


  Cuando llegamos al médico y recibimos la fatal noticia de la muerte de nuestro bebé, el mundo se nos vino encima. Nos abrazamos llorando y nos quedamos en silencio.

  Durante unos días ninguno de los dos habló, sólo nos saludábamos, nos dábamos un beso de despedida o bienvenida y poco más. Yo me sentía culpable y eso me atormentaba hasta el punto de no poder dormir por las noches.

  Una noche, sin embargo, ella inició la conversación, ambos hablamos de nuestros sentimientos respecto al tema y mi mujer confesó que no quería volver a intentarlo, que si el dolor que sentía ahora era inimaginable no quería pensar en el que sentiría en un futuro si le pasaba algo.


  Recibí esa información como un jarro de agua fría, porque aunque no me lo había planteado tan recién casados, después de saber que estábamos esperando un bebé mis planteamientos habían cambiado.

  Acepte su decisión y me mostré comprensivo, pero también expuse mi pensamiento, le dije que ahora lo veía todo desde la peor de las perspectivas, pero que seguro que eso iba a cambiar porque ella siempre había sido muy maternal y le encantaban los niños.

  Ella acepto a regañadientes, asegurando que no iba a cambiar su pensamiento y durante mucho tiempo fue así. Empezamos a usar varios métodos anticonceptivos a la vez, como la píldora y el preservativo y yo pensaba que se estaba obsesionando.


  Unos años después, coincidiendo con la celebración de nuestro aniversario de bodas, y a punto de hacer el amor me di cuenta que no teníamos preservativos y se lo dije a mi mujer.

  Pensé que me iba a decir que no, pero sorprendentemente me dijo que había dejado la píldora, que estaba en sus días más fértiles y que yo tenía razón, que había cambiado de opinión.

  Fue el mejor aniversario, no porque ella quedará embaraza, eso vino poco después, si no porque todo había pasado y aunque seguíamos sintiendo la perdida de nuestro bebé, estábamos dispuestos a volver a intentarlo.


  Dos intentos después llegó a nuestras vidas Alba, la luz que nos iluminó con su pronta sonrisa y sus ojitos verdes. Era y es la niña más hermosa, cariñosa y buena del mundo.

  La experiencia fue la más emocionante que habíamos vivido y como padres lo hacemos lo mejor que sabemos. Alba es feliz y nosotros estamos enamorados de ella. No descartamos tener más hijos, pero queremos disfrutar de Alba un poco más.

FIN❤

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