Cuando era adolescente pensaba que la vida era como el blog de una influencer, como los vídeos de Youtube, y es que eso era a lo que estaba acostumbrada, no había conocido otra "realidad".
Lo tenía todo en la vida, una familia que me quería y ese cariño era recíproco, unos amigos incondicionales y un amor. No podía quejarme de nada, pero a pesar de ello lo hacía.
Podemos justificarlo poniendo la edad como excusa, aunque mi comportamiento era inexcusable. Llegaba tarde a casa, contestaba mal, pasaba de los estudios y sólo quería dinero, amigos y fiesta.
Estaba metida en un círculo vicioso del que ni quería ni pretendía salir. Unos meses después una mala noticia empezó a formar parte de mi día a día, y yo quise aplicar el refrán "si la vida te da limones, haz limonada".
Juro que intenté con todas mis fuerzas conseguir la mejor limonada del mundo, pero hay circunstancias en las que por mucho empeño que tú pongas, lo que no puede ser hay que dejarlo y yo tuve que dejar ir a mi padre.
De repente todo cambió, mi mundo se desplomó como un castillo de arena al ser mojado por una ola y me encerré en mi habitación mientras la Tierra seguía girando con sus movimientos de rotación y traslación.
Pasaron unos meses hasta que conseguí salir de mi cuarto y ya no me esperaba nadie en el exterior, mis amigos no estaban, mi amor ya no era "mío" y sólo me quedaba mi familia. Que eran los únicos que no me habían dejado.
Con mucho dolor comencé a encauzar de nuevo mi vida, me apliqué en los estudios, empecé a trabajar y cuando quise darme cuenta tenía en mis manos la gran oportunidad de dejar mi país para irme a estudiar y trabajar fuera y aunque no quería dejar a mi familia, acepte.
Las primeras semanas fueron muy duras, pero sentía a mi padre cerca y eso hacía que cada día fuera más fácil. Hice nuevos amigos, conocí a un chico y terminé mis estudios. No regresé a mi casa, pero visitaba a mi familia siempre que me era posible. Todo había vuelto a la normalidad y yo disfrutaba de cada segundo.
Entonces, la vida me volvió a obligar a hacer limonada y aunque al principio me negué a creer que fuera cierto me dejé el alma porque está vez saliera bien. Desgraciadamente mis esfuerzos tampoco sirvieron de nada y tuve que decirle adiós a mi madre, cuando por fin ambas estábamos recuperadas de la pérdida de mi padre.
Intenté no repetir el patrón, pero me volví a encerrar en mi habitación y los días se volvieron una rutina, de casa al trabajo y viceversa. En esa ocasión, por el contrario mi chico estuvo a mi lado y mis amigos no se separaron de mí aunque yo lo pedía.
Está vez la situación era muy complicada, mi hermano estaba con nuestros abuelos y sentía que mi obligación era cuidar de él. Pero no podía dejar todo lo que tenía para irme a un lugar donde no nos quedaba nada. Así que está vez, me dejaría la vida para hacer la maldita limonada. Lo conseguí y fue la limonada más dulce del mundo.
Han pasado unos meses y después de mucho trabajo, papeleo, reuniones e idas y venidas de un país a otro, por fin tengo a mi hermano conmigo. Mi pareja y yo le buscamos un instituto cerca de la nueva casa, nos tuvimos que mudar para tener un poco de más espacio. Ambos tenemos unos buenos trabajos, de los que te dejan cansados al llegar a casa, pero de los que disfrutas.
Somos una familia y yo, aunque aún echo de menos a mis padres cada día, no pensé que volvería a ser feliz. Estoy en el mejor momento de mi vida, soy joven, tengo salud, dinero y amor.
No puedo pedir nada más, así que siendo humilde no lo haré.
FIN❤
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Improvisando~
RandomRecopilación de historias cortas reales y ficticias. © 2018, SRL Books Respeta el esfuerzo y el trabajo de los demás. #439 - aventura de entre 2,57K #687 - mascotas de entre 778