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──────────────────────𝐁𝐀𝐒𝐄 𝐒𝐓𝐀𝐑𝐊𝐈𝐋𝐋𝐄𝐑; 𝟕:𝟓𝟎 𝐩

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𝐁𝐀𝐒𝐄 𝐒𝐓𝐀𝐑𝐊𝐈𝐋𝐋𝐄𝐑; 𝟕:𝟓𝟎 𝐩.𝐦.

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El cielo oscuro y estrellado ofrecía una impresionante variedad de formas que, simplemente podía inventar el nombre de alguna constelación y así hacerla propia.

El maullido de su rechoncha y anaranjada mascota lo acompañaba desde hacia unas horas y agradecía eternamente que la estación se hubiera vaciado del usual ajetreo laboral. Este día había resultado un tanto peculiar, puesto que fue quedándose a solas a medida que anochecía, así que, por el momento, solo se encontraban algunos cuántos stormtroopers que iban de aquí para allá vigilando los pulidos pasillos del lugar.

Sus ojos se posaron en la gabardina negra que ahora mismo traía puesta, su nariz intentó inhalar más hondo, quería comprobar que no existiera cierto rastro de mal olor en su ropa y sus manos trataron de alisar los cabellos sueltos que caían sobre su frente.

Faltaban exactamente nueve minutos para que llegara la hora de la cita acordada. Un poco nervioso, intentaba no pensar en un tema de conversación que estuviera relacionado con el trabajo, pero no podía idear algo en concreto, su mente divagaba entre los problemas de la Primera Orden y las incipientes acciones de Resistencia en la galaxia.

Su gato maulló por enésima vez, mientras que su aterciopelada cola se paseaba de izquierda derecha en el aire. Movió su pie con un poco de impaciencia, y miró su reloj con la esperanza de que el tiempo hubiera decidido adelantarse: 7:51. Solo un minuto. La espera hizo que mordiera su labio inferior. Había leído por ahí, que cuando querías que las horas pasaran rápido, uno debía ponerse a hacer cosas que lo mantuvieran ocupado.

Vió de nuevo su reloj: 7:51. No podía ser, ¿aún no se acababa el minuto?, ¿podría deberse esto a que el universo tenía algo en su contra? Sonrió un poco, esa idea le había sonado tan disparatada. Había sonado a algo que Ren diría. Casi podría apostar que fácilmente podría haberla escuchado de él, en uno de sus usuales berrinches.

Aquello le hizo recordar la tarde en que Kylo lo había visitado en su oficina. Con su máscara puesta y su ya habitual atuendo misterioso, totalmente negro y con una especie de capa mal hecha.

Ese tonto no poseía sentido de la moda.

Recordar todo esto le provocó una extraña sensación de incomodidad en el estómago. Como si la vergüenza hubiese tenido un hijo con la felicidad, y esta asquerosa creación se hubiera apoderado de su cuerpo; así de mal se sentía.

Pronto escuchó un ligero fragor de botas rozando el piso de la estación. Consultó de nuevo su reloj: 7:59. ¿Pero cómo pudo pasar esto?

── 𝟕 : 𝟓 𝟗  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora