TROIS

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F É V R I E R   E T   L' A M O U R 

|ᴊ ᴏ s ʜ ᴜ ᴀ|


Capítulo dedicado a -LucyHolmes por ser la primera en votar 💕

¿Podía haber algo más repulsivo que los intercambios de paletas pasadas en febrero? Sin duda era una tradición que los profesores hacían año con año, en especial las profesoras más jóvenes animando a los chicos a escribir un hermoso poema perfumado con chocolates y mandárselo a una chica. Era obligatorio así que muchas veces los hombres preferían mandárselos a sus mismos amigos y eso resultaba un poco vergonzoso.
     La mayoría tenía novia o al menos una chica a quien mandar dicha muestra “de amor”, Joshua no tenía novia y no se le ocurría ninguna para dedicar una carta. Seguramente, como el año pasado, le escribiría a su hermana. Eso también era vergonzoso, pero nadie tenía por qué enterarse.
     La cuestión era que disponía de un día para mandar la carta. No pasaba nada malo sino lo hacía, pero se vería extraño viniendo de él.
     —¿Ya tienes a quién escribirle? —preguntó su amigo Anton, de su misma clase de arte y con quien solía llevarse mejor, él era moreno con los ojos azules vibrantes y una sonrisa tan blanca como la de un comercial, sin embargo no tenía mucha suerte con las chicas—. Yo le escribiré a Juliette, la chica de animación, ¿la recuerdas?
     La verdad es que no tenía idea de quién era ella, pero asintió levemente.
     —Creo que le escribiré a mi hermana de nuevo, pero por favor no le digas a nadie.
     Su hermana era comprensiva y no tenía problema en recibir cartas de su hermano, pero sus amigas le habían sugerido que mejor les escribiera a ellas e incluso su hermana arreglaba salidas para que conociera a alguna de sus amigas, pero al parecer su hermano no mostraba tanto interés del que debería. La carta se reducía a unas cuantas líneas sencillas que decían: “Eres la mejor hermana, aunque te apesten los pies”. Claro que no le olían mal los pies, pero era una vieja broma entre hermanos. Normalmente la enviaba en un sobre amarillo con una barra de chocolate. Anton era el único que sabía de esos detalles.
     —¿Por qué no le escribes a alguien más? —preguntó Anton mirando su charola de lunch con bastante aburrimiento, ese día solo era puré de papá y brócoli—. Deberías conocer gente nueva.
     Muchas veces había escuchado eso y cada vez se sentía más hastiado de la frase. Conocía gente nueva muy a menudo, pero tenía la cabeza tan metida en las notas y las teclas que lo demás pasaba a segundo plano con regularidad.
      Su amigo jugó con su cuchara y al ver que su amigo no contestaba cambió de tema.
      —Por cierto, no sé si lo recuerdas, pero metiste lengua francesa después del lunch.
      —Oh, por favor dime que no hice eso...
     ¿Cuándo lo había hecho? ¿Y por qué? La hora libre después de lunch era la mejor de todas, la usaba para practicar, jugar con sus amigos en las canchas e incluso adelantar la tarea. Ahora tenía una larga hora de lengua francesa, cosa de la que sólo sabía frases populares.
     El timbre sonó y Anton se despidió de Joshua para ir a clase de deportes. Joshua buscó su horario y efectivamente vio que tenía lengua francesa en esos momentos.
     Entró al aula y buscó un asiento vacío. El taller a penas daba inicio esa semana así que todas las caras eran nuevas y además había un dato extra: estaba en el campus de ciencias, no el de artes. Estaba rodeado de cerebritos.

     —Bonjour, je suis très contente de cette cours —dijo la maestra con una sonrisa radiante, estaba de pie delante de su escritorio, era muy joven para impartir  clases y parecía que no tenía experiencia tratando con adolescentes—. Je m'appelle Caroline, professeur de langue française. Maintenant vous pouvez présentez à la classe, s'il vous plaît.
     La mitad del salón no entendió nada y la otra mitad ya estaba asintiendo. ¿Qué había preguntado?
     —Alors... Aucun de vous... Je vais aller par ordre de la liste... Non —dijo y se dio vuelta  su escritorio para tomar unas hojas que estaban sobre él y las pasó sin mucha atención—. Qui est Shea ? —preguntó la maestra y Joshua pudo reconocer su apellido, enrojeció de inmediato pensando en qué contestar y qué rayos hacía en esa clase—. Qui est-il ?
     Joshua levantó la mano con inseguridad y toda la clase volteó a verlo. La maestra le hizo ademanes con las manos para que se pusiera de pie.
     —Joshua, parle-nous de toi.
     —¿Qué?
     —Quoi ? Je ne comprends pas, Joshua.
     Joshua estaba de pie sin saber qué decir. No sabía hablar francés. Dejaría el curso lo más pronto posible, pero alguien le susurró algo.
     —Te está diciendo que hables de ti, que te presentes.
     Era una chica que estaba sentada a lado de él. Era la misma que había visto en la biblioteca y en su ensayo con el piano. La miró por unos segundos directo a los ojos y ella le sostuvo la mirada con dureza.
     —No sé hablar francés —susurró Joshua alarmado.
     La chica rodó ligeramente los ojos.
     —Dile esto: Je m'appelle Joshua et je pratique le piano pasque la musique es ma passion. Je veux être compositeur.
     Joshua empezó a hablar con dificultad y la chica le susurraba cada palabra, pero claramente su intento de francés era pésimo y la maestra se dio cuenta y lo detuvo a la mitad de la explicación.
     —Primero haremos un examen diagnóstico para ver qué tanto saben sobre el idioma y esto determinará si se quedan o se van —dijo la profesora y la mayoría de los alumnos se encogieron en sus asientos ante semejante cambio de humor—. Siéntate Joshua. Vamos a ir más lento por hoy, pero la siguiente clase hablaremos completamente en francés.
     »Mientas tanto los pondré a hacer una actividad alusiva a San Valentín. Voy a asignar un número a cada uno y los voy a sortear. Los números pares son para las chicas y los impares para los chicos. Van a tomar diccionarios y guías que están en los estantes y van a escribir un poema o una carta para la pareja que les toque.
     Hubo muchos quejidos y muecas de asco por parte de algunos alumnos, pero la profesora se limitó a seguir hablando.
     Joshua miraba de reojo a su compañera de a lado y vio que no estaba poniendo atención, en su lugar rayaba la última hoja de su cuaderno escribiendo una palabra rara que decía: INEFABLE. ¿Qué significaba? Era muy parecido a ineffable, pero no podía recordar el significado de la palabra.
     —Shea tiene el número 11 así que tu pareja es la número 18... Casal...
     La maestra no había terminado de hablar cuando la chica de a lado dejó el bolígrafo abruptamente y levantó la mano diciendo:
     —Sino me agrada mi pareja, ¿puedo cambiarla por otra?
     Todos la miraron asombrados por dicho atrevimiento, en especial las chicas, ¿a quién no le iba a agradar Shea?
     —Sin excepciones —dijo la maestra severa.
     Los nombres continuaron y Joshua no sabía por qué no le agradaba a la chica. Ojalá pudiese cambiar de pareja, pero ya todos estaban asignados y empezaban a hablar entre sí.
     —También me gustaría cambiar de pareja —dijo Joshua sin mirar a la chica—, pero quiero aprobar la materia.
     —No pasarás ese examen —contestó—. Será mejor que te vayas de una vez.
     —¿Cuál es tu maldito problema? —preguntó Joshua enfadado y hablando más alto de lo que debería, todos enmudecieron y voltearon a verlo—. Lo siento.
     —Ahorrarte sufrimiento.
     Ninguno de los dos dijo nada en un buen rato.
     —No sé escribir en francés así que voy a traducir y escribiré...
     —No me escribas a mí —inerrumpió—. Escríbete a ti. No necesito que alguien me diga hipocresías felices, mejor que te las digas a ti mismo.
     ¿Cuál era el problema de esa chica? Era la peor, sin duda, que Joshua había conocido. Hablaba con un tono fuerte y cortante que era imposible no ponerse a la defensiva y sus ojos parecían lanzar fuego con solo mirarlos. A todas las personas similares con las que había tratado las ignoraba, pero se trataba de un trabajo, solo era una tonta carta.
     —Escucha, haremos esto: tú te escribes a ti mismo, pero en el sobre pones mi nombre para que la maestra piense que en verdad me escribiste algo, pero no la leeré y la voy a romper en pedazos que irán al bote de basura...
     Eso era raro. «Raro y cruel». Quería safarse de la situación lo más rápido posible escribiendo cualquier cosa de él.
     —Bien —dijo entre dientes.
     Sacó una hoja azul y el primer bolígrafo que encontró. ¿Qué debía escribir?
     —Recuerden que ninguno puede ver lo que ha escrito el otro hasta mañana cuando les entregue sus cartas —dijo la maestra orgullosa viendo a sus alumnos trabajar—. Todo en francés.
     Se decidió que lo más fácil era describirse físicamente y añadió solo dos pasatiempos. Todo lo tradujo con el traductor de su celular y no se tomó la molestia de ver si era congruente al traducir al inglés. Cuando terminó de escribir trató de ver qué escribía su compañera y ella cuando se dio cuenta cerró la hoja de manotazo.
     —No se tú nombre.
     —Pon mi apellido, Casales.
     —Tu nombre...
     —Casales.
     Joshua suspiró y escribió el apellido de la chica en el sobre. Ambos entregaron sus cartas a la profesora que los recibió con una gran sonrisa.
     —Pueden irse.
     Joshua no quería volver a ver a “Casales”, pero la curiosidad le ganaba por saber quién era ella. La había visto tres veces contando la clase de lengua francesa. Cuando se había animado a hablar la chica ya había salido del aula dando tremendo portazo.
     Si algo tenía en claro Joshua era que debía leer la carta que hablaba de ella. Quería saber su nombre y porqué era tan grosera y amargada con el mundo.


ǫᴜɪsᴇ ʜᴀᴄᴇʀ ᴇsᴛᴇ ᴄᴀᴘíᴛᴜʟᴏ ᴍás ʟᴀʀɢᴏ ᴘᴏʀ ʟᴀs ᴏʙᴠɪᴀs ғᴇᴄʜᴀs (ᴄᴏᴍᴏ ᴜɴ ᴇsᴘᴇᴄɪᴀʟ), ᴘᴇʀᴏ ʏᴀ ɴᴏ ʜᴀʙʀá ᴘᴀʀᴛᴇs ᴅᴇ ᴛᴀɴᴛᴀ ᴇxᴛᴇɴsɪóɴ.

ɢʀᴀᴄɪᴀs ᴘᴏʀ ʟᴇᴇʀ ᴇʟ ᴄᴀᴘíᴛᴜʟᴏ, ᴀɢʀᴀᴅᴇᴄᴇʀíᴀ ǫᴜᴇ ᴍᴇ ᴅɪᴇʀᴀs ᴜɴ ᴠᴏᴛᴏ ʏ ᴜɴ ᴄᴏᴍᴇɴᴛᴀʀɪᴏ ᴘᴀʀᴀ ǫᴜᴇ ᴇsᴛᴏ sᴀʟɢᴀ ᴀ ғʟᴏᴛᴇ ʏ ᴛᴇɴɢᴀ ɢᴀɴᴀs ᴅᴇ sᴇɢᴜɪʀ ᴇsᴄʀɪʙɪᴇɴᴅᴏ 💕

Eyes Like The Sea (Joshua Shea)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora