❝La limonada se distingue, principalmente, por ser un poco amarga. La que Millie preparaba, era más bien dulce, tan dulce como lo era Finn.
En donde Millie se encarga de el puesto de limonada de su pequeña hermana, mientras ella asiste a un campamen...
Había decidido tomar en cuenta la pequeña "recomendación" que el chico pelinegro le había hecho el día anterior y, al hacer la limonada, separó un poco de esta y le echo más azúcar a esta. No quería poner más azúcar en toda la limonada, pues, el chico no era el único cliente que tenía la chica y quería que siguiese siendo así. No a todos les gustaba tanto como a Finn el azúcar.
Salió al jardín llevando, con ella, dos jarras, una grande y una un poco más pequeña, las dejo sobre el puesto y volvió a entrar a su casa, había olvidado los vasos. Tomó los vasos y cuando estaba por salir, su madre la detuvo.
—¿Por qué tan sonriente? —Preguntó la madre de la castaña.
No había notado que estaba sonriendo, pero, era verdad y esa pequeña sonrisa había aparecido en el momento en que comenzó a endulzar más la limonada, la limonada que estaba preparando especialmente para el chico de rulos.
—Desperté de buen humor.
—Si, claro. —Sabía que esa no era la verdadera razón de su sonrisa. —Dime, ¿por qué hiciste dos limonadas? ¿Tanto se vende? —Bromeó.
—Hice dos porque... —Millie miró por la ventana y, por suerte, alguien estaba parado frente al puesto de limonada, perfecta excusa para no responder la pregunta de su madre. —¡Mira! Un cliente. Tengo que atenderlo, lo siento, mamá.
La castaña salió y camino con rapidez al puesto, para atender a la persona que se encontraba parado frente este.
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Finn había esperado con ansias ese día, pues sería el tercer día en que asistía a comprar limonada con la castaña y, tal vez, podría saber el nombre de esa linda chica que lo atendía.
Había creído que si le preguntaba su nombre el primer día, podría incomodar e incluso asustar a la chica, así que, prefirió esperar, tal vez debió esperar hasta una semana, pero, moría por buscar su nombre en el anuario para comprobar si asistían o no en la misma secundaria.
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Había tenido ya unos cuantos clientes, 5 para ser exactos y todos preguntaban a cerca de la limonada que estaba en la pequeña jarra, ella se sonrojaba y respondía que, esa limonada, era más dulce que la otra. Comenzaba a creer que el chico no aparecería ese día y se sentía tonta por haber separado limonada para el, cuando, seguro, ella tendría que terminar tomándosela.
Antes de que pudieses volver a pensar que el pelinegro no asistiría ese día, el chico apareció y detuvo su caminata justo frente al puesto de limonada.
—¿Limonada? —Ofreció la chica, con una sonrisa en su rostro.
—Es justo lo que deseo.
Millie tomó la pequeña jarra y sirvió la limonada en un vaso, de lo entregó a el chico y este le dio dos monedas, ambas de 25 centavos.
El pelinegro tomó de la limonada y sonrió al notar que tenía más azúcar.
—¿Es mi imaginación o sabe más dulce? —Preguntó el chico.
—Decidí tomar tu consejo y agregue un poco más de azúcar a la limonadas de hecho, la separé. —Dijo. —La jarra pequeña es la que tiene más azúcar.
Finn sonrió con ternura al tomar el lindo gesto de la chica. Bebió lo que quedaba de la limonada, sacó otras dos monedas de su bolsillo trasero y las puso sobre la mesa.
—¿Quieres más limonada? —Preguntó, alzando ambas cejas.
—Definitivamente si, es la mejor limonada que he probado. —En su voz no se escuchaba ni una pizca de burla o mentira, era cierto lo que decía.
Millie sonrió y sirvió más limonada en el vaso de el chico.
—Chica linda, preparas la mejor limonada. —Dijo, sin dejar de verla.
—Millie, me llamo Millie Brown. —Sonrió ella, dándole el vaso de limonada a el chico.
—Entonces, Millie Brown, aparte de ser una chica realmente linda, preparas la mejor limonada.
—Gracias. —Sonrió, con un notable sonrojo. —¿Y tu eres? —Ella también moría por saber el nombre de tan lindo chico.
—Finn Wolfhard.
El y su nombre, ambos igual de lindos.
—Bueno, Finn Wolfhard, aparte de ser bastante lindo y tener unos encantadores rizos, de todas las personas que vienen a comprar limonada, tampoco es que sean tantas —Dice, riendo. —, tu eres mi favorito.
El pelinegro sonríe y toma de su limonada. Tenía tanta azúcar como a el le gustaba. Al terminar su limonada, tiro el pequeño vasito a la basura.
—Me encantaría comprar más, pero, solo tenía un dólar.
—Tranquilo, la limonada te esperará hasta mañana... Digo, si es que tienes tiempo de pasar. —Dijo, un poco nerviosa.
—Claro que vendré. —Sonrió. —¿Nos vemos mañana?
—Claro. —Millie le sonrió.
Finn camino en la dirección en la que había llegado y Millie lo veía alejarse. Ambos con una sonrisa.
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Este me quedo re largo. Admito que me estoy enamorando de este fanfic <3.
Si te gustó, te agradecería que me regalaras una estreshita :3.
Gracias por perder un poco de tiempo leyendo esto~