Chapter 4

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Dos días después se encontraban bajo el gran museo casa de la condesa Wanda. Habían pasado los días anteriores visitando el museo para comprobar su seguridad. El sótano era espacioso, lo que dio la oportunidad de analizar los mapas del edificio sin problemas y con mayor orientación.

Clarie extendió sobre una mesa el plano impreso en fondo azul y se apoyó sobre él.

-Veamos..., supuestamente las joyas son una parte de la colección personal de la condesa. El problema es que son unas gemas que se sabe que ella las escondió en algún lugar.-dijo ella.

-Debes entrar evadiendo la seguridad, pero la vigilancia es mucha y la única forma de entrar es por la puerta principal, princesa.-dijo Jack desde una silla en las sombras.

-No, si logro entrar por el frente, podré abrir la puerta que hay en el costado izquierdo y tú podrás entrar.

-Y, ¿cómo pretendes entrar, angelito?

-Tú vas a distraer a los guardias y cuando se aparten de la entrada, yo me moveré. Luego ve al callejón y yo te abro la puerta.

-Bien, si eso resulta, te falta aun pasar las cámaras, preciosa. Y el láser.

-Para las cámaras debemos correr en sincronía, estas tienen un punto ciego que al moverse se mueven con ellas. Están puestas en puntos estratégicos, pero eso no quiere decir que no se puedan burlar.

-Perfecto, ¿y el láser que, listilla bella?

-Pues... Supongo que improvisaré.

-¿Qué tal esto, linda? El sistema de seguridad de láser trabaja con un sensor de luces. Imagina dos puntos que emiten y reciben luz. Si uno es cortado por algo que se encuentre en el medio, riiiiiiiin, alarma activada.

-Bien, enciclopedia braille, ¿y qué tienes en mente?

-Colocar espejos, hermosura. Si pones un espejo en un ángulo recto donde el haz de luz quede perpendicular al espejo, la luz regresará al mismo punto. Si lo haces en ambos puntos del láser, puedes abrirte paso sin ser detectada. ¿Qué tal?

-Hummm, presumido. Genial, ¿qué hay de las joyas?

-De seguro las verás cuando estés allí, primor.

-Manos a la obra.

Esa noche fue el momento oportuno. Clarie se escondió sin ser vista tras una estatua junto a la puerta de la entrada. Los guardias estaban dentro vigilando.

-Jack, estoy en posición. ¿Qué hay de ti?- habló la chica desde el audiomicro.

-Llegando, princesa, pero debo ser convincente.- respondió él a través de la misma vía y exagerando la torpeza de su ceguera.

-No demores. Ya te veo.

-Bien, pues sigue.- solicitó orientación.

-Ocho metros y derecha. Luego 25 escalones, tres metros al frente y una puerta de cristal.

-Eficacia pura, my lady.

En efecto, el joven no tardó mucho en llegar a la puerta. Los guardias, al verlo, se acercaron a la entrada.

-Disculpe, señor, no puede estar aquí.-dijo uno.

-¿Cómo? ¿Este no es el centro comercial?

-Pero qué dice... Oh, perdone, no me di cuenta.- dijo al reconocer la discapacidad del rubio.

-Pierda cuidado. Pudiera indicarme dónde estoy y cómo llego al centro.

-Bueno, pues siga por esta calle hacia allá, luego doble y luego siga por allí.-señaló el otro haciendo que sus señales fueran incomprensibles para el invidente al no poder verlo.

La prueba de la flor asesinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora