Chapter 6

29 4 0
                                    

Pasó la noche soñando con aquel rostro y ese esbelto cuerpo en su vestido rojo de tirantes. Un sonido lo despertó.

Se sentó en el mueble y escuchó atentamente los pasos que se acercaban. Tomó una tarjeta de crédito de su billetera y esperó a que los casi imperceptibles pasos atravesaran el marco de la entrada. Al llegar, agarró a la persona y le colocó la tarjeta en el cuello. La misteriosa persona no dudó en pisarlo, luego darle un codazo en el estómago y después un cabezazo en la barbilla. Al soltarla por el ataque, esta aprovechó para tomar su brazo y hacerlo girar en el aire de tal forma que cayó de espalda en el suelo. Todo ocurrió en un segundo.

-¿Lindura?-preguntó él.

-Buenos días para ti también, Jack.-dijo ella molesta y un poco agitada.

-¡Oh! Lo siento, perdona. No estoy acostumbrado a despertar con compañía en casa y tus pasos son tan leves que parecen sospechosos.-se disculpó el muchacho incorporándose.

-Solo trataba de no despertarte. Por cierto, ¿en serio me estabas amenazando con una tarjeta de crédito?

-No tienes idea de lo que logras con una de estas, preciosa.-decía agitando en el aire la carta.

-No te preocupes, no me interesa ahora. Deberías darte una ducha y vestirte. Pronto saldremos para la biblioteca.

-Espera, linda, creí que ibas primero a aprender a leer.

-Lo haré sobre la marcha.-dijo ella terminando de cerrar la cremallera de su traje.- Por cierto, gracias por lo de anoche.

-¿Por cual de todas las cosas, mi reina?- preguntó él desabotonando su camisa.

-Por todo...

Jack se dio un baño y se preparó para salir. En la sala, sentada en el sofá lo esperaba Clarie rompiéndose la cabeza con una revista en braille.

-No sé cómo logras entender estos puntos.-confesó ella.

-Lo lamento, bonita, pero ellos no están hechos para tus ojos.

-Aun así, ya he aprendido algunos. ¿Nos vamos?-ella cerró la revista y se puso de pie.

-Por supuesto, preciosa.-él tomó su bastón.

Tomaron un taxi al salir del departamento con rumbo fijado a la biblioteca nacional. Clarie se sorprendió del tamaño del lugar y de la gran cantidad de libros que poseía.

-Por dios, Jack, este lugar es enorme. ¿Cómo vamos a encontrar esos libros aquí?

-No te preocupes, my lady. Los libros están organizados. Además, los que yo leo están apartados de los que tú lees.-dijo el joven dirigiéndose a una puerta apartada y seguido por Clarie.

Entraron a la sección braille y fueron directo a la estantería que guardaba los libros de historia. Jack pasó sus manos por unos cuantos y algunos los fue sacando y dándoselos a Clarie. Al final del chequeo fueron doce libros en total a investigar. Se ubicaron en una mesa y cada uno tomó seis libros.

-¿Estás segura de que puedes hacer esto, dulzura?

-Tengo que hacerlo, no debe ser tan difícil.

-Bien, princesa, voy a leerte en voz alta algunas líneas, ve mirando los puntos para que te los aprendas. ¿Crees poder?

-Lo intentaré.

Él puso sus manos sobre las líneas y comenzó a descifrar la complejidad de aquel enredado código. A los pocos minutos, él detuvo su lectura por sentir la mano de Clarie en su hombro.

-Ya puedes dejarlo.

-¿Te rendiste, belleza?

-No, ya lo aprendí. Sigue tú con estos, yo leeré los demás.

-Vaya, eres sorprendente, hermosura.

-Nah, es una tontería.

Ella se dispuso a leer los tomos de su correspondiente grupo. Fue extraño para el bibliotecario de esa sección ver a una persona allí aparte de él que pudiera ver y además que supiera leer el braille con tanta velocidad. Jack también se percató de ello. A pesar de tener una gran práctica y velocidad, el sonido de las páginas al pasar le hizo saber qué tan rápido estaba leyendo Clarie. Pasaron dos días investigando, cada quien en su grupo de volúmenes. En el tercer libro que buscó ella, obtuvo una referencia.

-Lo encontré!-celebró Clarie.

-Perfecto, lee, preciosa.

-"El rey de España Alfonso XII en el año 1889, durante su reinado, le otorgó públicamente al barón Crawley el cetro real como muestra de su gran amistad. Se contaba que andando de cacería el rey estuvo a punto de morir por un accidente, pero fue salvado por el barón. Ese fue el motivo principal del regalo.

Al pasar de generaciones, el cetro fue donado por el descendiente del barón, Arturo Crawley a una corporación de conserva de antigüedades. Se conoce que el cetro fue dado luego a la lista de espera de objetos a subastar en la quiebra de la compañía."

-Espera, eso significa...- dijo él.

-Que está en espera de subasta o pudo haber sido vendido ya.

-Tenemos que averiguar si fue vendido y quien lo compró.

Entregaron los libros y salieron de la biblioteca. Tras un sonido de su móvil, Clarie iba muy aprisa, desesperada por buscar la información y ponerse a trabajar. Jack, rezagado, la llamaba con tal de calmar la velocidad que de repente había obtenido ella.

-¡Espera un poco, linda!-él trataba de acelerar su paso.

-Jack, no puedo esperar a...- se detuvo ella.

-Uf, uf, exacto. No sabes nada aun del paradero del cetro. Pensemos en frío y verás cómo llegaremos a una solución.

Ella se sentó en uno de los largos y múltiples escalones de la entrada del lugar. Cruzó sus brazos sobre sus rodillas y mientras lágrimas recorrían su rostro evidenciando su preocupación. Jack la escuchó llorar y fue en su ayuda. Como cuando se conocieron, se sentó a su lado y, mientras doblaba su bastón, le habló.

-Últimamente has tenido un carácter luchador, lindura, me niego a creer que te hayas desmoronado así por esto.

-Jack, mis amigos...-decía ella sollozando- mis amigos la están pasando mal.

-¿Cómo estás tan segura, preciosa?

-Fue él. Me envió un mensaje con una foto adjunta hace unos segundos. Al abrirla, los vi. Están dentro de un cuarto de congelación, sus cuerpos están delgados y, por como estaban, parece que David está grave. Esto es mi culpa, es por mi culpa...-ella lloró con más intensidad aun.

-No, linda, no puedes caer ahora. No te debes rendir, ellos cuentan contigo. Debes luchar por ser su salvación.-él la abrazó tiernamente.

Luego puso sus manos en el rostro de ella y secó las lágrimas con sus pulgares. La acarició unos segundos y le dijo suavemente.

-Tu cara pierde su brillo cuando lloras, y me gusta el brillo que tiene. No llores, preciosa, no me hagas perder el único toque de luz en mi vida.

Ella se sonrojó y sonrió cariñosamente. Colocó sus manos sobre las de él y a cada una le dio un beso.

-Ya he pensado en un lugar para buscar información, pero me tienes que ayudar para hacerlo. ¿Cuento contigo, mi reina?- él se quitó sus gafas y con gesto cómplice le guiñó un ojo.

-Vale, como sea, los vamos a rescatar.

La prueba de la flor asesinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora