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«𝖤𝗅 𝗁𝗈𝗌𝗉𝗂𝗍𝖺𝗅»
Desde la aparición de caracteres femeninos en el organismo de chicos comunes y corrientes, la sociedad había vuelto a dividirse en estamentos, sin necesidad de ser fijados por algún estado, ni personas de gran importancia. Hablaba de los omegas, aquellos que rompían con los estándares que la ciencia había establecido para cada género: la capacidad de crear vida, alojarla en su interior por largo tiempo y dar lugar a otro habitante en el planeta; los cachorros.
Según unas encuestas y análisis, se hallaba el 76% de las poblaciones, que estaban conformes con la situación, que lograrían de seguro vivir su vida de manera soñada. Luego, ese 24% restante lo veían como otro error de la naturaleza, algo que no aceptarían bajo ninguna circunstancia.
Hoseok podía considerarse en el medio, odiaba ser un omega, pero tampoco podría rechazar a los hermosos cachorros que veía paseando por la calle, de la mano de sus padres, progenitores abundantemente homosexuales. Se sentía feliz por aquellos que sí lograban estabilidad.
Luego estaban aquellos que atendían diariamente, severamente maltratados, física, e incluso, mentalmente. Heridos por alfas enloquecidos y fuera de control, los celos, su abuso de poder.
La aceptación en la sociedad provocó que los omegas quedasen en la posición más baja como personas. Alternativas para descendencia de grandes alfas, o simples juguetes que sólo serían después desechados.
—¡Dr. Jung!— una de las paramédicas irrumpió en la sala, dando a entender que ese momento de tranquilidad de las ocho y media de la mañana había acabado.- Le necesitamos, acaban de traer a un omega de aproximadamente 26 años de edad, con cortes a mediana profundidad por bastantes zonas del cuerpo, incluso una serie de contusiones.
—Pero, sabéis que esa no es mi especialidad...
—Lo sabemos, los demás están trasladando al paciente a una habitación, será atendido por el Dr. Min. Pero...
De la mano de la mujer, escondido tras el marco de la puerta, se dejaba asomar una pequeña cabecita, temblorosa, siendo guiada sin control propio.
Las pupilas del pelirrojo se agrandaron instintivamente, mientras rodeaba la mesa, y dejaba el botecito de su café instantáneo sin terminar encima.
Percibía un olor, aquel puro de un niño al que ni siquiera se le había presentado el celo como alfa u omega. Calculaba que sería de unos 2 años aproximadamente.
—Necesitamos que le examines para estar seguros de que no presenta ningún daño físico como su padre.
Hoseok asentía, retirando su bata blanca y dejando ver su uniforme sanitario de color verde pantano, muy típico de la pediatría.
Como co-fundador de aquel centro de prestigio, tenía dos labores muy importantes; psicólogo, y cuando más lo requería, pediatra. Podía adquirir ambos, puesto que era de los pocos del hospital que lograba congeniar con niños, debido a la presencia abundante de alfas, y porque también debía esperar a que los omegas fuesen atendidos antes de hablar con ellos.
