Frío, árido; deslizándose con suavidad el helado calco de un cubo de hielo saludó de improviso el suave tejido de su corazón, clamando la llegada de sus hermanos de azulina presencia a impregnar su afligido ser, hasta que el mismo se desquebrajara cual cristal con la potencia de su propio dolor, dejando sólo la estela a brillar su cielo mientras que lentamente llegara a responder el frustrante llamado de los suelos, matizando sobre el contorno pintado en aires lo que alguna vez fue, vida.
Tajantes, punzantes, una oración tan filosa que ni mil espadas podrían comparársele en causar estragos; palabras amaradas a un pasado de trágico destinado, de fuerte cierre, y cuyos momentos más potentes fueron su comienzo, y su final; un taimado elevo y un irrefrenable derrumbe.
—Ja-jane. —Con labios temblando palabras petrificadas por la duda se hicieron símbolo icónico de su pasmado semblante, inspiradas sólo por el tenue matiz de la intriga que halaba a esbozar su quebrada voz; observando a la espera frente a él, el escenario comenzaba tomar color a partir del enigma que le manchaba en un único punto. Cual papel a vuelo del viento el circulado borde de la mancha se fue desprendiendo de su forma, liberando en uniformes andares el panorama que poco sutil se ocultaba al otro lado. Con notoria sutileza su nariz pudo captar un peculiar aroma, uno, que no hizo más que dar fuerzas al creciente dolor que con parsimonia tomaba posesión de su rostro, reflejándolo junto al coctel que el sustenta, sobre las obscuras ventanas de su alma.
Conforme se liberaba el panorama, el aroma se incrementaba, conforme se soltaba el misterio, el aprese se independizaba, y conforme la claridad se emanaba, menos obscuridad era la que entornaba, pero dicho efecto no era el mismo tras lo que testarudo empañaba el cristal de su lúcida alma; los factores aunque pareciesen disfrazarse de bienhechores, no hacían más que acrecentar la verdad y fuerza de aquellas cadenas que con persistencia le atan al pasado, destacando para él con suma claridad la obscuridad de lo que se embargaba tras la amigable mascara de su disfraz. Mentiras; el perspicaz tono del engaño que entonaba los hechos de su presente, arrastrado como pesas en sus tobillos y muñecas de su pasado, darían ahora el fantasma de su triste origen.
—Esto… —Las palabras no le faltaban para completar una oración, y mucho menos le sobraban como para expresarse a los cuatros vientos y drenar aquella extraña mezcolanza que sin su permiso se estaba apoderando de los endebles hilos de su mente, siendo la única parte de su cuerpo que pudo dar batalla ante su improvisa llegada. Sin darse cuenta de cuándo, se perdió en la nada misma de un grácil shock, nublando una vez más la claridad de su cavilar, llevándose consigo el etéreo progreso que con tambaleante paso había emprendido el camino en busca de su ascenso; un motivo por el cual levantarse y acercase a la “luz” que sin completa cordura articulaba sin cesar, sustentado por la pérdida incógnita del quién y el por qué.
Albergando la cruda verdad los datos estaban acomodados en su mente, delatando con la transparencia del cristal lo que frente a sus ojos se liberaba, y pese a ello, su semblante seguía incrédulo, pasmado, y en cierto grado, horrorizado; como medio de autoprotección su cordura se lanzó por su propia cuenta al abismo, llevándose consigo el adverso resultado de su razonar, camuflándose entre la densa penumbra, bajo el deseo de jamás ser encontrada de nuevo. Y aunque fuese un anhelo cuyo alcance iba más allá que la dulzura de su venganza, efectuarse no se le haría más fácil que cumplir su ya perdido objetivo; golpeando su rostro y buscando arrasar con todo lo que se le oponga, un vendaval tomó el protagonismo dentro del desconocido espacio, arrancando el inducido trance de su perdido mirar, obligándolo a ver con su corazón lo que elevando el telón se abriría.
Lento, tortuoso, con cada segundo la presión en su pecho tomaba peso, con cada rozar del frío viento su respiración se helaba y congelaba toda palabra a pronunciar, cortando el eco que éstas producían, llenando con quebradiza voz el infinito de la obscura nada. Miró, observó lo pocos segundos que quedaban para que el ambiente se liberara por completo, y aunque gran parte de él ya lo estaba de la cobarde opresión, el renegado deseo de no ver se imponía a prevalecer asordo de lo presente, al menos hasta donde se le fuese posible. Aunque para su desgracia, el tardío del mismo, no resultó tan prolongado como esperaba que fuera.
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Corazón de Hielo (Foxangle) ©
FanfictionLa desgracia y el dolor son dos pesares con suficiente fuerza como para cambiar la forma de ser en una persona. Aquellos que lo experimentan terminan sumidos en su propia obscuridad, helándose con el pasar de los años, hasta terminar con una fuerte...