Vientos Constrictores

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Entre la largura de cada pasillo, podía verlos…

…Aquellas figuras rebosantes de felicidad y espíritu…

«Pequeñas, pero fuertes y decididas»

…aquellos colores, tan singulares, tan extraños, tintando sus cabelleras, colorando sus ojos…

«Singulares… pero…»

…Portadores, de una maldición que había menoscabado sin consideración ni piedad las bases de su futuro…

«Dolidos…»

…la que les había arrebatado todo atisbo de inocencia…

«Despechados…»

…la que los había arrinconado en un obscuro callejón, a la espalda de la sociedad.

La sensación que le absorbía, que lo ensimismaba, esa, que antes de poder notarlo lo tendía grácilmente sobre una telaraña compuesta por sus propios pensamientos. Era como ser sumergido en un profundo mar, en donde sobre el brilloso manto de la superficie absorbiendo la luz solar, se podía ver con detalle cada retazo de aquellos momentos llenos de dicha y alegría, esos instantes, que aunque se alargaban en años, se desvanecían en la espesa neblina plasmada en la actualidad.

«Ya nada importa…»

¿Era eso cierto?, puede que sí, pero, no por ello apartaba la mirada de aquellas ilustres sonrisas esbozadas por esos fantasmas del pasado. Aunque esas tercas afirmaciones siguieran ahí, clamándose a todo pulmón en los interiores de su mente, su voluntad, recia a desistir, cansado, de seguir por aquel sendero desviado de los demás, estaba dispuesto a dar la cara, con la tenue, ínfima e insignificante esperanza de que aquella sensación se repitiera, que le envolviera, poder sentirlo en carne una vez más… aun cuando sabía, que algo así sería imposible, aun así con reprimidas lágrimas, lo anhelaba.

Esa calidez, extraña para su actual ser, pero reconfortante para su malherido corazón, le confundía, le abstraía, en un espacio vacío en donde nada más que la nada habitaba, en donde sus pensamientos, en donde sus palabras y expresiones se congelaban, mas, en aquel lugar, a diferencia de ese sitio lleno de pesares en donde sólo lograba reprimir más sus llantos, no existía el frío, en su lugar, la tibieza de una calma duradera e inmutable, llenaba su ser de una paz a la cual difícilmente se podía resistir.

Pero aun así, dolía.

Pese a dicha calma apaciguando su alma, pese a ese sinfónico silencio adormeciendo sus cansados oídos, ese contradictorio sentimiento, ese grillete que recio a soltarse de su tobillo se negaba a seguir su voluntad de dar por un nuevo sentido, le halaba con fuerza, impidiéndole seguir al frente, sin dar una mirada al panorama a su espalda. Esa coraza, ese candado que envolvía en un gélido y agrietado manto azul su centro, le imbuía un cruel recordatorio, del resentimiento, del odio, de la frustración e impotencia, que conllevaron los resultados de sus pasadas acciones; sus pecados.

A quienes había abandonado…

A quienes había herido…

A quienes había traicionado…

A causa de su egoísmo, a causa de su obsesión, todos y todo, se había desvanecido.





Era como luchar contra sí mismo…

El tiempo, de un momento a otro se bifurcó, cual tinta cernida en un profundo pozo se diluyó y con él, todo aquello que le relacionaba y tocaba le acompañó. Flotó, sin rumbo, sin destino; desolado, ya no podía determinar con certeza su ubicación, ni podía precisar con exactitud cuánto llevaba a la deriva en ese obscuro vacío. Era extraña, la forma en que con sutileza le devoraba, le engullía, sus fuerzas, en un aletargado y tortuoso ritmo pasaban a unificarse con la cálida estela arrojada en esos estacionados aires, despojándolo de fuerzas, arrastrándolo poco a poco a un desfallecimiento inevitable, innegable y rotundo, volviéndolo incapaz, de poder responder ante la somnolencia que comenzaba a acrecentar el peso en sus párpados.

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⏰ Última actualización: Oct 10, 2020 ⏰

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Corazón de Hielo (Foxangle) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora