La noche finalmente cayó con suavidad sobre la ciudad, expandiendo sus sombras por cada edificación que se extiende por su largo y ancho, por cada calle que les divide en fracciones, abriéndose paso para dar camino a todos sus habitantes. Pero esas sombras no permanecieron por mucho. Los grandes hoteles comenzaron a iluminar con los destellos de sus numerosos carteles y llamativos anuncios, llevando esas luces de variados colores a las ennegrecidas carreteras de asfalto. Los hogares encendían el deslumbrante foco blanco del umbral, esplendiendo y aclareciendo el pasto verdoso que crecía con suma lentitud en sus jardines delanteros. Y sin menos desprecio, los postes esbozaban un pilar cilíndrico de luz blanquecina, dejando al descubierto el frió concreto de la acera que acompañaba las calles en su alargada extensión y recorrido.
A recién llegadas horas de las noches parecía no habitar presencia alguna por las frías calles de la ciudad, mas que la del sigiloso viento que de apoco se movía, llenando de frialdad el notorio silencio que se entremezclaba con él y se volvían uno. Pero no todo es lo que se aparenta.
—Es aquí —destaca exhalando profundo, apoyando ambas manos sobre sus rodillas, sintiendo la ligeramente rustica tela de su blancuzco pantalón. La alvina por fin había cesado su carrera por las calles, implantando notable cansancio en su rostro, mientras ligeras gotas de sudor rosaban y se deslizaban por la descubierta piel de su frente, deteniéndose sobre la acera ante una peculiar casa de dos plantas.
Paredes compuesta por tablones delgados teñidos de un negro profundo, dos cerradas ventanas en los frentes de cada piso, un umbral algo elevado del suelo, con dos escalones de madera que le unían al no tan ancho camino de concreto.
Se veía bastante común, pero a pesar de poseer las mismas características en su estructura que las demás, había algo que se sentía diferente al contemplarla con los ojos ambarinos de la agotada vulpina; la obscuridad. Esa fría y sombría aura que le rodea hacia sentir atemorizada, algo en su ser le indicaba que debía alejarse lo antes posible. Pero no podía echarse atrás después de haber llegado hasta tal punto.
Lentamente echó atrás el torso hasta dejar la espalda recta y la vista alta, sintiendo como el suave viento chocaba contra los costados de sus mejillas, deslizándose por su mentón hasta trasladarse a su delicado cuello de tez helada. Perdiéndose en el profundo color negro de la noche en el cielo, parcialmente iluminado por numerosas estrellas que irradian con gran fuerza y determinación. Entre todo ese mar de estrellas, la alvina no quitaba la mirada de una en particular. Siendo ésta un poco más cercana, se le notaba con más facilidad, y su brillo era más intenso que el de las demás.
Su respiración se había calmado, sus dudas y preocupaciones se habían despejado, en ese instante no se encontraba más que ella y el hermoso cielo estrellado que perdidamente contemplaba con una sonrisa, dibujada en sus delgados labios al sentir el sereno movimiento del viento contra su piel.
La radiante estrella que observaba con devoción dio un ligero sobresalto en su brillar. Meg volvió en si en ese preciso instante. Abrió sus ojos de par en par al tiempo que elevaba sus orejas en punta «¡¿Qué estoy haciendo?!» se replicó confundida aún observando el fuerte destello que reflejaba la pequeña figura en el cielo. Recuperando la cordura, bajó la mirada hasta dejar como objetivo el misterioso hogar que le llenaba de dudas y de un aparente mal presentimiento. Pero que a pesar de ello, le manifestaba una ligera esperanza, una, que impulsaba su determinación por seguir a delante, sin importar las complicaciones con las que deba enfrentarse.
Levemente bajó la mirada al suelo mientras cerraba los ojos, dedicando un pesado suspiro a las cuadradas placas de concreto que sostenían su ligero peso, dejando todo el cansancio del recorrido y el pesar que presionaba constante su pecho y mente, salir rápidamente de su cuerpo. Nuevamente reincorporó la mirada al frente, observando con determinación la construcción que se posaba ante ella. Con medio rostro tapado por un desubicado mechón de blanquecino cabello, apretó ambas manos a la altura de los muslos transformándolas en airados puños, tensando con toda su fuerza los músculos de ambos brazos, en un fuerte intento de que aquel presentir desapareciera incondicionalmente de su sistema, y pasando a un semblante serio que impregna su mirar, emprendió camino con un primer paso firme y decidido.
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Corazón de Hielo (Foxangle) ©
FanficLa desgracia y el dolor son dos pesares con suficiente fuerza como para cambiar la forma de ser en una persona. Aquellos que lo experimentan terminan sumidos en su propia obscuridad, helándose con el pasar de los años, hasta terminar con una fuerte...