Lo Voluble del Alma

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“Estamos próximos al clímax del invierno, puedo sentirlo, en mis huesos, aquella sensación invasora y posesiva provocada por esas suaves ventiscas venideras.

Puede que para unos esa sensación brinde un embriagante sentir de ocio y vitalidad, pero, para nosotros, quienes fuimos llevados a arrastrarnos en las sombras, esas poco escatimadas festividades, no circundaban en nuestro fin de año, en donde la supervivencia del más apto y audaz regía la dominancia sobre la minoría de nuestra propia especie.

Aun perteneciendo a los dejados, a los abandonados, los desdichados, nunca tuvimos la valía para permanecer en unión, o siquiera llegar a pensar en alguien más, que no fuese la propia vida.

Fue la soledad que se nos dio y la que nosotros, en un anhelo envuelto en las frías mantas del egoísmo, nos hacíamos por un deprimente camino… en busca de algo más que esa desgracia.

Es contradictorio, lo sé, pero después de todo, el ser humano tiene la tendencia de contradecirse constantemente; nosotros buscábamos algo que nos llenara, que nos diera un significado, que nos brindara felicidad, mientras que sabiendo lo pobre que cada vez nos hacíamos, cortábamos los lazos con quienes sufrían como nosotros, y con la escusa de sobrevivir, desencadenamos una fatal guerra entre nosotros. Algo que aun hoy en día puedo apreciar, aunque ya no tanto como antes.

Me duele. Esa sensación de invierno que cada vez se afilaba contra mis huesos.

Duele. Ese sentimiento que estruja sin misericordia mi alma.

Ahora que conozco las verdades ocultas tras ese honesto color carmín que cada mañana me acompañaba en ese tenue intento por llevar una vida más “normal”, y con el resentimiento nublando por momentos mi vista y haciendo hervir mi sangre, te hago la pregunta…

¿Por qué lo hiciste?

—James.”

Capítulo VI

Lo Voluble del Alma

Primer tropiezo: Perfidia.
1era Parte.

— ¿Cómo que moriremos?

Cayó, sin piedad, sin consideración ni compasión, aquel implacable peso, aquella cruel presión, el de la desesperanza, esa, que sin poder dar un momento para tomar un respiro siembra la desolación en el corazón, y haciendo naciente la angustia y desesperación, pudre sinuosa el alma.

Era esa la sensación que había caído de improviso sobre ellos.

—Fox, estás de broma ¿Cierto?… —Endeble ante el temor calándose en sus huesos, su voz, presa del abatimiento  flaqueó al igual que comenzaban a hacerlo sus piernas, al encontrar en el vulpino la misma mirada tajante con la que había dejado ante los presentes, esa declaración de muerte. Aprisionó la mandíbula, tratando de no desatarse en esos instantes, inspiró con lentitud tratando de retomar la calma, mas, aun así, aun cuando acostumbraba a siempre mantener la compostura ante situaciones turbias, en ese momento, no pudo hacer nada más que acrecentar ese miedo comenzando a hervir en su interior—. Por favor dime, que es una broma —Rió, creyendo que de alguna forma esa sensación poseyéndole se esfumaría, pero aquella falsa gracia desapareció de su rostro, ante la imperturbable reacción del taheño—, ¿Lo es?... Fox… —Intentaba no caer, en serio lo hacía, trataba de cualquier medio no permitir que esa situación lanzada de la nada le abatiese, pero con esa seria mirada atravesando cual lanza su determinación, incluso mentirse a sí mismo era imposible—. No…

Corazón de Hielo (Foxangle) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora