Capítulo 02

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Sábado

Después de dormir doce horas seguidas sin interrupciones, Emma despertó completamente descansada.

Antes de poder pensar en lo que hacía, cogió su teléfono y miró por si tenía nuevos mensajes.
Ninguno del chico misterioso.
Y curiosamente, ninguno de Brenda.
Por un momento se preguntó si realmente cumpliría lo de tatuar la polla de Brad.
Conociéndola, y conociéndole a él, lo más probable era que ambos estuvieran excitados por la sola idea.

Brad y Brenda, los B&B, como Emma solía llamarles, llevaban juntos desde que Emma tenía quince años y Brenda diecisiete.
Diez años después, seguían tan empalagosos como entonces.
Estaban locos él uno por el otro, y por lo que su hermana le había contado confidencialmente delante de varios margaritas, Brad sabía exactamente lo que hacía con su miembro.
Brenda solía llamarle trípode.

Decir que sentía cierta envidia de su hermana era quedarse un poco corta, sin embargo, lo de Brenda era algo único.
Las relaciones en su familia no eran algo a largo plazo, por eso lo que tenían los B&B era tan especial.

Poniéndose su ropa para correr y calzándose unas deportivas, tomó una botella de agua del frigorífico, las llaves, algo de dinero y su iPod.
Correr siempre despejaba su mente y después de lo que pensó antes que quedarse dormida, tenía algunas cosas que solucionar consigo misma.

Corrió hasta el parque de la ciudad. Era lo suficientemente extenso como para terminar agitada para cuando volviese a casa.
In the end de Linkin park la acompañó una buena parte del recorrido. Después siguieron otras. Tenía un gusto bastante ecléctico para la música. Podía escuchar desde AC/DC hasta ópera. La música siempre había sido parte de su vida.
Su padre era muy aficionado a ella, por lo que los pocos momentos que pasaba con él después del divorcio, los atesoraba compartiendo sus gustos.
Barajó varias opciones. Desde acudir a citas a ciegas, programas de estos en los que tenías cinco minutos para conocer a alguien y cuando sonaba la campana, pasar el siguiente, recurrir al plan casamentero de su hermana o seguir usando a Tom hasta que el pobre muriese de placer y tuviese que comprar a su sucesor.

Rodeó el lago, esquivando algunos corredores tardíos como ella y se dirigió a la salida más lejana. Quizá haría una parada y recogería un café y una caja de seis donuts en el Dunkin' coffee que había dos manzanas antes de llegar a su pequeño y cómodo apartamento.

Armada con su desayuno, saboreó el delicioso café latte de vuelta a su hogar.
Para cuando llegó, el café había desaparecido junto a la mitad del contenido de la caja.
Si había algo a lo que Emma Reeves no podía resistirse era al dulce y a un buen orgasmo.
Y como lo único que tenía en las manos ahora eran los donuts, los rellenos de crema eran su perdición.

Una vez en casa, guardó la caja a buen recaudo por si Brenda aparecía de improvisto y decidía saquear su comida, ahora que su reciente descubierto embarazo había hecho acto de presencia y comía por dos. Lo peor de todo es que Brad había asumido los mismos síntomas por los que ahora invitarles a comer podía considerarse una ruina.

Cuando salió de una ducha muy necesitada minutos después, casi resbaló en el suelo cuando su teléfono se volvió loco con las notificaciones.

Brenda
Te juro que un Brad tatuado es lo más caliente que vi en mi vida. Quiero arrancarle la ropa y lamerlo de arriba abajo.

Cuando lleguemos a casa voy a arrancarle los pantalones con los dientes.

Malditas hormonas.

¡Ya llegamos!

Yo
Ewwww. ¿Por qué crees que quiero saber eso?

Brenda
Solo te informo por si tenías curiosidad. Su polla sigue intacta.

Yo
¿En serio?

Brenda
No quería estar sin ella hasta que cicatrizase. Ya sabes lo mal que llevo la espera.

Yo
Estás embarazada de siete meses. Te quedan dos.

Brenda
😵😵😵😵 Una buena hermana se compadecería de mi.

Yo
Te alimento cuando vienes a verme.

Brenda
¡Es tu deber de hermana mayor!

Yo
Soy la menor...🤦🏻‍♀️

¿En serio no vas a responder?

Brenda
Arrancando pantalones en 3,2,1...

Tirando el teléfono sobre la cama, puso los ojos en blanco y regresó al cuarto de baño para secarse el pelo y vestirse.
Quizá podría aprovechar para hacer algunas compras y después de picar algo por ahí.
Podría llamar a su madre e invitarla a ir con ella.
Con esa idea en mente, acabó de arreglarse y cogió sus cosas para ir a por su madre.
Si se presentaba en su casa tenía más posibilidades de convencerla para salir.

Donna Reeves era una mujer hermosa de cuarenta y tres años que vivía para sus hijas y para su casa.
No tenía citas.
No salía con amigas.
Ni siquiera iba a la iglesia.
Pero tenía una debilidad y eran las compras. No importaba si era ropa, almohadas o un nuevo rascador para su gato llamado Bigotitos, quien odiaba a los humanos, especialmente a Emma.
Ella no sabía todavía porque el animal solo bufaba cuando ella entraba en la habitación, pero desde la última vez que casi le arrancó la mano de un zarpazo cuando trató de ayudarle a salir del lío que el mismo hizo con su ovillo de lana, que mantenía las distancias.

Llamó al timbre tres veces. Era una señal que Brenda y ella tenían con su madre para que ella supiera que eran ellas y de este modo evitar a los vendedores, testigos de Jehová o a la vecina cotilla de enfrente.

Cuando pasaron un par de minutos y nadie abrió, pensó que habría salido a por algo rápidamente.
Iba a dar media vuelta para marcharse y llamarla para quedar en otro lugar cuando escuchó ruido en el interior.

—¿Mamá?
Llamó de nuevo y un nuevo golpe se escuchó. Luego susurros y una maldición.
Asustada de que pudiesen haber entrado en su casa y herido a su madre, usó la copia de la llave que guardaba bajo la tercera maceta junto a la ventana y abrió la puerta.

—¡¿Mamá?!—gritó esta vez mientras avanzaba despacio.
Cogiendo un paraguas del paragüero junto a la puerta de entrada, lo blandió cual arma por si alguien quería atacarla.

—¿¡Mamá?!— probó de nuevo.
Más ruidos.
Más susurros.
Más maldiciones.
Y después...
Su madre salió de su habitación, abrochándose una bata que ella y su hermana le regalaron las Navidades pasadas.
Era evidente que no llevaba nada debajo y su pelo revuelto, más parecido al nido de un pájaro decían más de lo que quería saber.

—Oh, cariño. No sabía que ibas a venir.
Bajando el paraguas, enarcó una ceja tratando de leer la expresión en el rostro de su progenitora.
Esta, tratando de acomodar no solo la bata sino también el pelo, lanzaba miradas de reojo hacia su dormitorio.

—Vine a invitarte a comer y a comprar conmigo. No abriste la puerta y escuché algunos golpes. ¿Hay algo que quieras contarme, jovencita?
Trató de contener la sonrisa al ver la expresión mortificada de su madre.

—Si estás ocupada, podemos vernos otro día, mamá. Solo te estoy tomando el pelo.
—Bueno, es que...
La puerta de la habitación se abrió dejando paso a un hombre a medio vestir, que la miró como solía hacerlo cada vez que cometía una travesura.

—¿Papá?

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Como anécdota, justo cuando escribí este capítulo, me comí uno de esos donuts🤤🤤🤤😊😊😊

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