Capítulo 21

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El teléfono sonó entonces con una llamada entrante del mismo número que le había mandado aquellas imagenes.
Con manos temblorosas, descolgó y activó el altavoz.

—¿Hola?

—Tu voz es igual de sensual que en persona, querida Emma.

—¿Qué demonios quieres?

—Bueno, pero si es mi amigo Tom. ¿Como te va?

—No estoy para juegos, Leo. ¿Que cojones quieres?

—¿No es obvio? Quiero a tu chica. Quiero todo lo que tienes. Siempre lo he querido.

—Estás loco si piensas que lo voy a permitir. No vas a volver a acercarte a ella.

—Trata de impedirlo, si puedes.

La llamada se cortó e inmediatamente Tom la rodeó con sus brazos.

Tenía que hacer algo para mantenerla a salvo de ese lunático.

—¿Por qué está obsesionado contigo?

La voz de Emma sonó asustada y lo entendía perfectamente. Él también lo estaba.

—No lo sé, cariño. Le conocí en la Universidad. Ahí empezó todo.

Sin embargo estaba empezando a pensar que tal vez estaba equivocado. Tal vez fue por el Siempre lo he querido que dijo, que le hizo plantearse si no sería posible que ya se conociesen de antes.

Los días siguientes pasaron sin novedad y a pesar de las innumerables peticiones de Tom para que no volviese al trabajo por si a Leo le daba por aparecer, ella se negó a quedarse en casa.

—Te prometo que no va a pasarme nada. Si aparece por ahí sacaré el spray de pimienta que guardo en mi bolso y lo vaciaré en sus ojos.

Si bien le tranquilizaba saber que ella estaba preparada para defenderse en caso de un posible ataque, nada le aseguraba que fuese totalmente seguro.

—¿Y que pasa con tu jefe? Es su tío. ¿Crees que sabe sobre lo loco que está su sobrino? No me fío, Emma. No me gustó cómo me miró cuando estabas en el hospital.

Emma pensó entonces en aquella extraña invitación a cenar unas semanas antes y un extraño escalofrío la recorrió.

—Pensé que quizá estaba interesado en mi, pero me pareció extraño. Nunca había demostrado ningún interés.

—¿Y eso fue antes o después de tu primer encuentro con Leo en el parque?

Tras pensarlo unos segundos, se encontró con su mirada y respondió.

—Después... ¿Crees que...?

Ni siquiera se atrevía a decir las palabras.

—Prefiero pensar mal y equivocarme, que ignorarlo y arrepentirme.

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La tarde del viernes fue agotadora.
No había podido siquiera parar para tomarse un café.
Los mails no dejaban de llegar y le dolían los ojos después de tantas horas frente a la pantalla del ordenador.

Había quedado con Tom en que pasaría a recogerla para ir a casa de Brad y Brenda a cenar.
Miró la pequeña montaña de papeles que aun le quedaba pendiente y suspiró.
A este paso no iba a terminar a tiempo.

Tom llegaría en menos de media hora y en la oficina solo quedaba ella con un par de compañeros.
Afortunadamente su jefe se había marchado una hora antes.

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