—¿De qué estás hablando?
Tom pasó las manos por su rostro, después por su cabello y tiró de este antes de mirarla a los ojos.
—Hay algo que no te he dicho, Emma. He querido hacerlo durante días, pero...
—Dime que es.
—¿Sabes por qué nunca me quito la camiseta frente a ti?
Emma no entendía nada. ¿Que tenía eso que ver?
Por supuesto se lo había preguntado a menudo a si misma, desde la primera vez que se acostaron. Tom nunca se sacaba la camiseta cuando estaban juntos. Y tampoco habían compartido la ducha. Incluso la vez que fue a su casa a desahogarse la noche antes de su accidente, esa era la razón por la que la situación se había vuelto un poco incómoda y al final había terminado con él marchándose. Suponía que era algo de él y que cuando estuviese listo para contárselo, lo haría.—¿A qué viene eso ahora?
Él parecía nervioso. Miró varias veces hacia donde estaba su abuela y después hacia ella. Finalmente pareció tomar una decisión. La cogió de la mano y subió las escaleras con ella pisándole los talones hasta su habitación cerrando la puerta a su espalda.
Antes de que pudiese preguntarle de nuevo, Tom llevó las manos a los botones de su camisa y empezó a desabrocharla.
Poco a poco, fue apareciendo ante ella su pecho cubierto de un fino y oscuro vello. Estaba ensimismada observando hasta que algo llamó su atención.
Un lobo aullando a la luna.No podía ser cierto.
Y ni siquiera tuvo que preguntar.—Me lo hice en la Universidad. Era una imagen que veía mucho de pequeño y me fascinaba, así que me la tatué en cuanto tuve ocasión.
—Eras tú—susurró ella incapaz de dejar de mirar a otro lado que no fuese su pecho—. Fuiste tú desde el principio.
—Brenda me dio tu número la noche que te invitó a cenar y no fuiste. Teníamos que conocernos entonces, pero no viniste.
—¿Por qué?— preguntó finalmente.
—No lo sé. Quería conocerte. Tenía mucha curiosidad, pero no buscaba nada serio. No pensé que realmente tu acabarias por seguirme el juego o que yo trataría de provocarte de cualquier modo que pudiese. Y mucho menos pensé, que al conocerte en persona, la atracción que sentía por la mujer que había al otro lado del teléfono, solo aumentaría y que te amaría del modo en que lo hago. Quise decirte muchas veces la verdad, pero me aterraba que eso jodiese lo nuestro. Pero ahora...
—Ahora alguien ha ocupado tu lugar como desconocido.
—Si.
—Tal vez solo se confundió de número. No sería la primera vez en ocurrirle a alguien.
Ella misma era un ejemplo.
Semanas antes le había mandado un mensaje a su hermana para contarle sobre la prematura muerte de su consolador, y había acabado por mandárselo al desconocido.Pero entonces, la imagen de Leo agachado frente a ella en el parque sin camiseta acaparó su mente.
Tenía el mismo tatuaje que el desconocido que le mandaba mensajes.
El mismo tatuaje que Tom.
Y cuando le había preguntado sobre eso, se tensó y finalmente respondió que era una tontería del pasado.
Un pasado que estaba ligado de algún modo a Tom también.—¿Dices que te lo hiciste por algo relacionado con tu niñez?
—Si. ¿Por qué?
—Porque Leo tiene el mismo tatuaje. Dijo que era una tonteria del pasado y pensé que tal vez era relacionado con una hermandad en la Universidad, pero...
—Hijo de puta.
Tom maldijo varias veces mientras se abrochaba de nuevo la camisa. Y después salió de la habitación y bajó corriendo las escaleras dirección a la puerta de la calle.
—Espera. ¿A dónde vas?
—Tengo que resolver una cosa. Quédate aquí, Emma. Y por favor, no salgas.
—Pero... No entiendo. ¿Que ocurre?
Pensaba que él no respondería, pero finalmente habló.
—Ya te dije que Leo y yo habíamos ido juntos a la Universidad. Compartíamos clases, grupos de estudio y empecé a encontrarle a donde fuese que yo iba. Se obsesionó conmigo. Al principio no le di importancia, pero cuando vi que copiaba mi modo de vestir, de peinarme e incluso que salía con todas las chicas que ya habían salido antes conmigo, le enfrenté.
—¿Y qué pasó?
—Me dijo que era un exagerado y que no me lo creyese tanto. Decidí ignorarle y olvidar el tema, pero un día le encontré en casa, comiendo tranquilamente en la cocina con mi abuela. Le enfrenté de nuevo y amenacé con llamar a la policía si regresaba. No volvió y no supe nada más de él hasta que apareció en el hospital.
—¿Crees que ha vuelto a obsesionarse contigo?
—Creo que nunca dejó de estarlo y que tenga el mismo tatuaje solo me lo confirma. Emma, a pesar de que está inspirado en algo relacionado con mi niñez, el diseño es único. No hay otro igual. El chico que lo diseñó es amigo mío y sé que jamás habría repetido el tatuaje, mucho menos a Leo. Sabía acerca de nuestra mala relación.
El sonido de un nuevo mensaje llamó de nuevo su atención.
Incluso sin ver de quien era, Tom podía imaginarlo y solo cuando Emma jadeó, el se acercó a ella y le quitó el teléfono de las manos.Allí, en la pantalla, había una foto de ellos dos en su primer encuentro frente a la tienda de la señora Grant.
Y después, una de la noche en la que se acostaron por primera vez.
Y seguido de eso, un mensaje.
Desconocido
Me pregunto si te abrirás de piernas fácilmente conmigo también.—Hijo de puta. Lo voy a matar.
Tom se volvió de nuevo hacia la puerta dispuesto a salir, encontrar a Leo y partirle todos los huesos del cuerpo.—Tom, espera. No vayas. No le sigas el juego.
—Ese tipo está loco, Emma. No lo quiero cerca de ti y parece que lo está todo el tiempo. Y que sea sobrino de tu jefe solo le da via libre.
Un nuevo pitido sonó de nuevo.
Una nueva imagen.
Esta vez la fotografía era de aquella noche, cuando ella llegó y él abrió la puerta.
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Mira otra vez
RomansaUn número equivocado. Una tentación que crece a cada palabra. Un acuerdo. ¿Quieres jugar? Registrado en Safe-Creative. Portada @SoniaLopezSouto