Capítulo 5- Alegrías bañadas de agridulce

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—¿No crees que es un poco mayor para ti? —acusó Kakashi como quien no quiere la cosa, bajándose la máscara para hundirse en su bol de ramen.

—Claro que no... —titubeó Yuki acomodando los palillos en sus dedos—. Cinco años me parecen más que razonables, pero de todos modos ni él mismo lo sabe... ni lo sabrá —avergonzada por tal pensamiento decidió que lo mejor era ponerse a comer como si no hubiera un mañana.

Habían pasado varios años desde que finalizara la guerra y Yuki se había convertido en una adolescente más que aplicada y talentosa. Había decidido seguir con sus estudios de ninja y tras presentarse a los exámenes pertinentes había adquirido el rango medio, el Chunin. Si quería, ahora podía tener misiones propias y pensar en liderar un equipo tal y como llevaba haciendo Kakashi tantos años... pero no. Sorprendentemente, Tsunade un buen día la llamó a su despacho para ofrecerle ser su alumna y convertirse en ninja médico. Le explicó que había estado evaluando sus avances y se había percatado del talento natural que poseía con el chacra, al igual que su hermana. ¿Herencia genética? Ni lo sabía ni le importaba, pero estaba decidida a fomentar esa habilidad en ella. En un mundo como el de los ninjas, donde escaseaban los médicos que estuvieran dispuestos a prestar sus servicios en pleno combate, ella estaba predispuesta a formar a más personas con ese potencial tan impresionante. No desaprovecharía esa oportunidad.

Yuki no había dudado ni un momento en aceptar encantada. Sentía que eso podía llenarla por completo, se sentía útil ayudando y cuidando a las personas, además de trabajar bien bajo presión también poseía el don del aprendizaje. Igual no llegaba a superar a Sakura, nunca se sabía, pero intuía que podía convertirse en una excelente profesional.

Y en esas estaban ahora ella y Kakashi, en el Ichiraku celebrando con un buen ramen su inicio en los estudios médicos, donde el hombre del cabello plomizo había devorado su plato en un santiamén para subirse acto seguido la máscara, ocultando de nuevo su rostro.

—¿Por qué siempre haces eso? —inquirió la joven enarcando una ceja, divertida.

—¿Hm? ¿El qué? —preguntó despreocupadamente mientras estiraba sus brazos por detrás de su cabeza.

—Ya sabes... ocultar tu cara siempre.

—Ah, pero no puedes quejarte, eres una privilegiada que lleva años viendo mi rostro esculpido por los dioses —apuntó levantando un dedo con orgullo.

—Eso es verdad, no sabes la envidia que me tienen todas —sonrió al pensar en sus antiguas compañeras de la academia. ¡Incluso Sakura y sus amigos seguían sin haber desvelado el misterio!

—Oh, ¿les has hablado de mí? —curioseó risueño.

—Claro que sí, les he dicho que es un desperdicio que te ocultes siempre tras ese trozo de tela, con lo guapo que eres... —le sonrió.

—Vaya, me siento halagado y todo...

—Si hasta les he dicho que compartimos lunar —dijo riéndose mientras se toqueteaba el suyo propio, al lado derecho de su boca, haciendo juego con otro que tenía en la parte inferior de su ojo.

—Al final van a pensar que realmente soy tu padre... mejor no me hagas mucha propaganda que a las mujeres les encantan los padres solteros —soltó en un tono juguetón.

—Lo que deberías hacer es buscarte una novia, creo que ninguna mujer sería capaz de decirte que no —sonrió traviesa.

—Más bien yo diría que eres tú la que quiere un novio —sentenció él para apartar el sendero de la conversación de su persona.

Las noches en las que el cielo se tiñó de rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora