Capítulo 27- El peso de una condena injusta

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—Llevo horas esperándote, muchachito —comentó como quien no quiere la cosa.

Le había costado un mundo hilvanar aquella cursilería que tenía guardada en la recámara de su mente, pero era más que necesario decírsela. Era el todo por el nada y si alguien en ese mundo corrupto era capaz de hacerle cambiar de parecer, era esa chiquilla. Fuese del modo que fuese.

—Me entretuve de más rebuscando entre las ruinas que hay al norte, en las inmediaciones de la villa —informó con un tono neutro señalando en la distancia. Se le veía abatido, como si realmente hubiera estado estirando el tiempo para no tener que regresar a la guarida—. Sería estupendo saber que has corrido con una mejor suerte que la mía —tanteó acercándose a él, apartándose del rostro los mechones de cabello azabache que revoloteaban con la brisa nocturna.

—Je... —se rió sin gracia— respecto al laboratorio de ese asqueroso no puedo decirte nada.

—Pero... —incitó Itachi sabiendo que tenía algunas novedades.

Kisame tragó duro por la poderosa e imponente mirada del Uchiha. Tenía que decírselo.

—Cuando nos la llevamos de Konoha no tenía ninguna fe en ella, ¿sabes? Pero esa niña lo ha logrado —dijo francamente mientras enfocaba su mirada en el semblante imperturbable de su camarada—. Ya tiene la cura a tu puta enfermedad a buen recaudo y esta vez sí que funciona.

—¿Cómo lo sabes? Lo mismo pensamos las anteriores veces y no me gustaría que Yuki siguiera sufriendo por...

—¡Joder, tío! —le cortó exasperado. Una cosa era ser realista y no hacerse ilusiones antes de tiempo, pero otra cosa muy distinta era lo que estaba haciendo en ese instante, y él ya estaba harto de verle alargar la situación ahora que el mocoso estúpido de su hermano le tenía en el punto de mira—. Lo he visto, ¿sabes? Yuki tiene más cojones que tú y yo juntos y al menos no va por ahí lamentándose por su destino —regañó haciendo aspavientos—. Sin saber si su vida correría peligro o no lo probó en ella misma, ¡hasta yo pensé que estaba loca!

De toda esa información, aunque completamente reveladora e importante, en ese fugaz momento sólo pudo quedarse con un minúsculo detalle que le hizo sonreír casi imperceptiblemente.

—¿Cuándo ha dejado de ser "esa niña" o "esa chiquilla insufrible" para convertirse en Yuki? —provocó. Porque sí, en medio de aquel caos que se estaba formando en su cabeza, con tantos miedos y dudas sobrevolando su, desgraciadamente, arraigado sentido de la moral, algo tan nimio e insignificante como eso se le antojaba digno de mención, como un soplo de aire fresco en un desierto abrasador, era algo que lograba seguir reteniendo el miedo que le provocaba saber que su ángel albino era capaz de llegar tan lejos por él. Todo porque me ama.

—Desde que se jugó el cuello por ti —reconoció sonriendo ladinamente, ya no tenía caso seguir siendo orgulloso frente a él respecto a ese tema. Retomando la seriedad decidió soltarlo al fin, desdeñoso—. Llévate a esa mujer lejos de aquí y reconstruid vuestras vidas, muchachito, ambos os merecéis el uno al otro.

Itachi se quedó mudo ante aquella inesperada confesión, aunque su semblante impávido no diera pie a pensar que ese consejo había calado hondo en su mente. ¿Acaso creía que a veces no sentía el impulso de hacer eso? ¡Con gusto lo haría, por todos los dioses que se olvidaría de todo! No había nada que deseara más que eso, toda su alma ahora repleta de luz gracias a las sonrisas que ella le dedicaba clamaba por tenerla siempre con él... porque esas sonrisas sinceras eran su motor para seguir adelante. Pero las cosas no eran tan simples y el mundo no era tan llevadero, la vida no era tan sencilla porque le habían arrebatado el privilegio de tener una existencia feliz hacía demasiados años ya. De hacer lo que le gritaba su mente la estaría convirtiendo en una prófuga, en una desertora, y lo último que él querría sería darle a ella la misma vida miserable que él había tenido, a escondidas entre criminales y siempre huyendo de la ley, sin tener un hogar al que llegar por las noches.

Las noches en las que el cielo se tiñó de rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora