Capítulo 13- Al otro lado del desfiladero

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—Disculpe, ¿ha visto a esta mujer por esta zona?

...

—¿Podría decirme si ha visto a una mujer con el cabello blanco por aquí?

...

—Buenas noches, ¿reconoce a la mujer de esta fotografía? ¿Podría decirme si se ha hospedado aquí o...?

...

Kakashi estaba agotado. Llevaban semanas siguiendo la misma rutina de búsqueda y preguntas a los ciudadanos de toda villa que habían recorrido, todo para recibir siempre la misma respuesta piadosa.

"No, lo sentimos mucho."

Siendo justos todos estaban igual de cansados, la moral en el equipo decaía por momentos y no era para menos.

Enfocó su ojo en la mochila de Kiba, que reposaba sobre su cama, al lado de la ventana. Estiró el brazo, acostado desde la suya, para sacar de allí aquél pedazo de tela violeta que asomaba. Lo habían descubierto pasando de largo el País de la Arena, probablemente porque el viento lo habría arrastrado.

Lo apretó entre sus dedos, descascarillando en el proceso parte de la costra de sangre seca que lo manchaba. No podía considerarse ni camiseta siquiera, era tan sólo un harapo cuyo bolsillo interior no daba la más mínima muestra de haber traído siempre consigo un pequeño cuaderno negro. Kakashi lo apartó de su rostro deseando creer que Yuki estaba bien, estuviera donde estuviera.

Cuando la habían descubierto gracias a Akamaru y su olfato, el equipo se había dividido en dos: Kakashi y Sasuke se habían mirado y habían entendido el peligro real, siendo comedidos en sus deducciones; Naruto y Kiba, en toda su impulsividad habían estallado en gritos y maldiciones, echando juramentos a un ente imaginario que representara la amenaza para ellos, para quien quiera que fuese el que le había hecho daño a Yuki.

Y aparte de ese pequeño detalle que no hacía más que acongojarles el alma no habían dado con nada más. Ni pistas, ni ayuda... nada.

Estaba tan absorto y preocupado por la situación que no había sido capaz ni de leer una sola página de su adorado Icha Icha, más que fuese para intentar calmarse un poco. Pero también sabía que la situación ameritaba cada posibilidad y cada pensamiento era bien recibido. Con la mirada clavada en el techo escuchó el suave desliz de la puerta corredera al abrirse, enfocó el ojo en esa dirección y descubrió a un enfurruñado Naruto.

—Hey, Naruto —saludó— ¿dónde has estado? Deberíamos estar durmiendo.

El rubio, antes de responder, le lanzó una larga mirada a Akamaru, despatarrado sobre la alfombra, a los pies de la cama de su dueño. Frunció el entrecejo.

—Kiba es un imbécil —sentenció cabreado mientras con dos grandes zancadas alcanzaba su propia cama, enfrente de la de su sensei, para acostarse y tratar de dormir.

—¿Qué ha pasado? —preguntó preocupado. Hasta el momento habían tenido la fiesta en paz como equipo, se habían coordinado bien y no habían tenido riñas estúpidas... y eso ya era mucho decir tratándose de Naruto y Sasuke juntos. A menos que hubieran tenido algún rifirrafe en la taberna de la posada—. Oye, Naruto...

—Tranquilo, lo descubrirás enseguida —dijo secamente, sabiendo que Kiba no tardaría en regresar.

Kakashi se quedó pensativo, sin llegar a entender qué estaba pasando. Si se paraba a analizarlo, durante los tres días que llevaban hospedándose en ese lugar para investigar la zona, se había percatado que con el pasar de las noches el humor del rubio se tornaba más nefasto, pero el de Kiba era un estado de autocompasión estremecedor, irradiando pena y odio hacia sí mismo. Podía entender que se sintiera así, la mujer a la que amaba había sido secuestrada, pasaban los meses y no tenían ni el menor indicio de su paradero... Pedir que estuviera preparado para cualquier cosa, era pedirle imposibles al muchacho.

Las noches en las que el cielo se tiñó de rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora