Capítulo 11- Florecer negado

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—Maldita sea... —musitó, casi susurrando para sus adentros.

Se levantó pasándose las manos por los hombros, deseando poder bajar la tensión acumulada. Soltó un bufido de fastidio y dirigió sus ojos hacia el intento de marmita, barbotando el líquido burbujeante que contenía, ocasionando que el fuego de la hoguera chisporroteara.

—¿En qué me he equivocado esta vez? —el libro de plantas medicinales pagaba la frustración siendo estrujado entre sus dedos.

Había estado probando distintas mezclas de plantas, raíces, brotes, tallos y flores durante días, y aunque ciertos resultados habían sido más que decentes, no eran lo suficientemente potentes como para frenar y hacerle frente a una enfermedad mortal. Con lo bien que le vendría parar en un boticario... Desplazó su vista perezosamente hacia los tres relucientes tarros de cristal que aguardaban junto a ella, repletos de demás mejunjes, agua y salvia de distintos árboles.

¿Que de dónde habían salido? Esa pregunta era sencilla de responder si pensaba directamente en Itachi. Y es que él, de la noche a la mañana, había aparecido ante ella con ellos y con varios útiles más, así como una especie de mochila de tela para poder guardarlo todo. Ni tan siquiera una palabra salió de sus labios para tratar de explicarse, aunque no hiciera realmente falta.

Ambos sabían a qué se debía aquél silencio instaurado.

Deliberadamente, tras su pequeño momento de pasión fugaz, prácticamente no habían vuelto a dirigirse la palabra más que para lo estrictamente necesario. ¿Tal vez se arrepentían? Ninguno de los dos creía estar haciéndolo, pero también habían decidido hacerlo a un lado, olvidarlo, creer que sólo se debió a un momento de debilidad... Era mejor así... y esa justificación sí que la compartían ambos en silencio.

Agarró la mochila para terminar de guardarlo todo; no tardarían en ponerse en marcha. Se la colgó en el hombro y al levantar la vista le vio, ahí, delante de ella, observándola bajo la agradable y fresca sombra de un sauce mientras presionaba la mano sobre su pecho. El calor estaba llegando con fuerza y se agradecían esos momentos de calma y brisa refrescante. Se acercó a él como llevaba tiempo sin hacerlo y le pareció verle tensarse ante su cercanía. Resopló.

—Toma —le ofreció un pequeño frasco que contenía un líquido espeso y rosado—. No es definitivo ni mucho menos, pero en algo calmará el dolor y tus pulmones no estarán tan resentidos. Además, aún nos queda un largo camino, ¿cierto? —soltó la pullita con toda su mala intención provocando que una honda y marcada línea se formara entre las cejas del hombre.

Sí, después de su discusión, por llamarlo de algún modo, Yuki se había resignado. Bien, si no tenían pensado cambiar de parecer y no tenía opciones a escapar como había comprobado, entonces retomaría la promesa que había dejado aparcada tiempo atrás, y se centraría únicamente en dar con la cura definitiva... aunque ello implicase tener que ir a Arashigakure. Pudiera ser que en el fondo no fuese tan terrible ir allí pero también sabía cuánto resentimiento resurgiría en ella, cómo la transportaría a un pasado que no le había tocado vivir pero que había echado raíces en sus entrañas.

"Las dos caras de una moneda, Yuki..." Las palabras escritas por Sarutobi en aquella nota resonaban en su mente como si las hubiera pronunciado en lugar de plasmarlas en papel. Y aunque no había querido hacer eso, irremediablemente pensó en el hombre que tenía delante y tuvo que apartar la vista.

—Gracias —Itachi tomó el frasco y se lo bebió de un solo trago, intentando ocultar un gesto amargo después de haber notado su intenso sabor—. Esta cosa es horrible —protestó—. A juzgar por su color bien podría haber sido dulce...

Las noches en las que el cielo se tiñó de rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora