Capítulo 1 🦋

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Palermo, Italia.

Luca

Mi cuerpo estaba sobrecargado de nervios e incertidumbre. Había pasado más de un mes desde mi última visita y Berenice sonaba impaciente. El miedo amenazaba con derrumbarme, pero no permití que ganara. Doce vidas dependían de mí y si cometía un solo error estaríamos muertos.

—Preguntaron por ti —insistió Berenice—. Intenté calmarlas, pero no funcionó. Están más violentas y pesimistas. Destruyeron la habitación y no comieron nada. ¿Qué puedo hacer? Necesito tu ayuda, Luca.

Miré disimuladamente el restaurante para asegurarme de que no me oyeran. No podía confiar en nadie. Había ojos vigilándome en cualquier rincón y siempre era el centro de atención.

—Soluciónalo.

—Hago lo que puedo.

—Soluciónalo. —apreté los dientes—. No pude ir porque es demasiado peligroso. Prometo que lo haré cuando lo considere oportuno. ¿Alguna vez te he mentido?

—No.

—Iré pronto, necesito ser discreto —Traté de no sonar tan duro con ella porque entendía su desesperación. Lo que hacía no era fácil ni seguro. Su vida estaba en juego—. Por favor...

Oí su fuerte suspiro de resignación. Era una gran mujer y agradecía su paciencia. Nadie más se arriesgaría a ayudarme. Si llegaban a descubrirnos... Mierda, no. Me rehusaba a pensar en esa posibilidad. Trabajamos muy duro para encontrarnos dónde estábamos y no permitiría que le hicieran daño. Era a todo o nada. No podíamos fallar.

—Está bien —contestó—. Pero encuentra la forma de resolverlo. Es muy difícil sin ti.

Mi cabeza dolía. Mi corazón dolía. Doce niñas encerradas era deprimente e injusto, pero mejor que en manos de pedófilos y violadores. Mi padre secuestraba mujeres y las vendía por millones de euros mientras yo quería protegerlas con mi vida. Era mi manera de reparar todo el daño que había causado mi familia. Era mi retribución. Algún día... Ellas algún día volverían a casa y no iba a descansar hasta lograrlo.

—Esta será la última vez que me llamarás. Es demasiado arriesgado—advertí—. No me olvido del deber, Berenice. Nunca lo haré.

Colgué sin esperar respuesta y regresé a la mesa donde mi prometida esperaba con una amplia sonrisa. Leyó el menú con interés y me miró brevemente. Había preguntas en sus ojos y me arrepentí por responder la llamada. Fue un error que no pensaba volver a cometer.

—¿Con quién hablabas?

—Mi padre —respondí sin un rastro de emoción en mi cara—. Negocios.

Marilla asintió y tocó mi mano a través de la mesa. Como era costumbre, no sentí nada además del rechazo. Estaba con ella porque era un deber. Nuestras familias decidieron comprometernos desde que éramos niños. Como heredero de un imperio criminal, tenía que cumplir con varios «requisitos» para ser un hombre de la mafia. Entre ellos, casarme con la hija del Consigliere. Me sentía asqueado porque consideraba a Marilla una hermana. Nos criamos juntos y compartimos momentos felices en la infancia.

—Pensé que podríamos ir al hotel más cercano, mi padre no está aquí para vigilarnos —Su mano bajó a mi entrepierna y me tensé—. No soy una mojigata que esperará hasta el matrimonio. Es ridículo.

Tomé un sorbo de vino, apartando su mano y ella hizo un mohín a cambio. Cuando estábamos juntos actuaba diferente. No era la niña modesta que sus padres conocían. Marilla fingía ser una chica decente, pero yo podía verla como era realmente: una persona cruel, malvada, pretenciosa y clasista. Muy poco empática por la vida ajena. Mientras ella tuviera sus privilegios no le importaba nadie más.

Belleza Oscura [En Librerías]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora