Capítulo 2 🦋

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Dieciocho años atrás... Samara, Rusia.

Alayna

Miré a los nueve niños acomodados en una fila. Todos de diferentes estaturas, géneros, etnias y edades. Teníamos mucho en común: fuimos apartados de nuestras familias y estábamos aterrados del destino que nos esperaba.

Pasó casi una semana desde que me separaron de mi hermano y no importó cuantas veces supliqué que me llevaran con él. Nadie me escuchó. Mi alma rota sangraba y agonizaba. Sabía que a partir de ahora estaba por mi cuenta.

Sin mamá ni Caleb.

Sola.

Las luces fluorescentes se encendieron e iluminaron cada centímetro de las víctimas. Niños sucios, andrajosos, escuálidos y débiles. Probablemente indigentes que venían de la calle como yo y despreciados por la sociedad. Marginados sin ningún objetivo en la vida además de sobrevivir.

El nudo en mi garganta aumentó cuando la puerta chirrió dando paso a un hombre elegante. El miedo se apoderó de mi sistema y oculté mi rostro detrás del largo cabello negro que servía como protección. Sus ojos pálidos se fijaron en todos los cuerpos y después sonrió con frialdad. Me asustó al instante y quise correr porque sabía que nada bueno me esperaba. Mi casa no era la mejor y pasaba días con hambre, pero tenía a mi hermano. Con él me sentía a salvo.

—¿Qué tenemos aquí?

Los niños temblaron y lloraron, pero yo fui la única que se mantuvo en silencio. Mis uñas se clavaron en las palmas y disfruté el escozor que me provocó. El dolor me recordaba que seguía viva. Cuando el hombre se aburrió de aterrorizar a los débiles se fijó en mí y una sonrisa se dibujó en sus labios. Continué sin moverme ni apartar la mirada. Mi mente estaba en blanco.

No reacciones, no respires... Todo será peor si hablas.

—Tu nombre.

Nada.

Una fuerte bofetada sacudió mi rostro y un hilo de sangre corrió por mis labios. No lloré ni me estremecí. Fui sometida a golpes más duros cuando mi padre estaba vivo.

—Tu nombre —insistió.

Nada.

Su carcajada resonó y elevó una sola ceja. Algunas canas se adherían a su cabello rubio y el traje caro se ajustó a su cuerpo. Era mayor. La edad de mi padre.

—Eres una luchadora, ¿no es así? —Se burló—. Muy valiente, por supuesto. ¿Sabes por qué estás aquí?

Sin respuestas. Me golpeó de nuevo y no emití ni un suspiro. Los niños a mi lado estaban en shock, alarmados por la presencia del hombre. Yo no reaccioné porque había vivido los mismos episodios y conocía el resultado si respondía. Vi muchas cosas malas en el mundo. Ser criada bajo la violencia te volvía insensible.

—Impresionante —murmuró en tono serio y me contempló—. Me gustan las mujeres fuertes y resistentes como tú. Eres una guerrera.

Algo en sus palabras me animó a abrir la boca. Mamá también decía que era fuerte y valiente.

—Me llamo Alayna—Lamí la sangre de mis labios.

Su sonrisa se amplió y frotó una mano en su áspera barbilla.

—Entonces ella habla —dijo con humor y satisfacción—. Muy bien, Alayna. Veo que ya nos estamos entendiendo. No solo te convertiré en una guerrera, también en la asesina más peligrosa que el mundo alguna vez podrá conocer. Bienvenida a mi organización.

Belleza Oscura [En Librerías]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora