Capítulo 34 🦋

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Alayna

Mi temperamento se elevaba con cada minuto que pasaba. Estaba frustrada y enfadada. Quería hacer daño, muchísimo daño. No podía dejar de mirar la estúpida ventana. Saltar y huir estaban en mis opciones, aunque analizando detenidamente el territorio sería imprudente. Vitale equipó muy bien su casa. Había hombres armados en los rincones. Mis manos estaban vacías, no tenía un celular para pedir ayuda y quitaron cualquier arma de mi habitación. Sonreí ante el pensamiento y me dirigí al baño. Esos estúpidos novatos no me conocían en absoluto. Yo era la reina de la improvisación.

Escaneé mi reflejo en el espejo y chupé mi labio. Había cambiado durante estos meses, pero mi espíritu sangriento seguía intacto. Ellos despertaron al monstruo y ahora morirían. Mis entrañas se retorcieron, mi mente buscaba alguna alternativa. Había un idiota custodiando mi puerta con un rifle. Podía quitárselo. Un arma en mi mano era suficiente para desatar el infierno.

Cegada por la rabia, agité mi mano y estrellé mi puño contra el espejo. Algunos trozos se clavaron en mis nudillos, pero no sentí dolor. La desesperación no me permitía pensar racionalmente. Fui guiada por el instinto de supervivencia y decidí aplicar el plan B.

Hora del espectáculo, ellos se lo buscaron.

Rebusqué en el botiquín y encontré una pequeña tijera que serviría como arma mortal. Fantástico. Después regresé a la habitación para seguir con el siguiente paso. Agarré una silla y lo estrellé contra la ventana que se rompió en fragmentos. Los vidrios cayeron al otro lado de la casa. La puerta se abrió y entró el soldado, tal como esperaba.

Brillante.

Una sonrisa maliciosa levantó mis labios mientras sostenía la pequeña tijera en mi mano.

—¿Qué estás haciendo? —gruñó—. Detente ahora mismo o te disparo.

—No me vas a disparar, imbécil.

La sangre de mis nudillos goteaba, manchando mi ropa. Mi cuerpo tenía una increíble capacidad para soportar el dolor.

—No me desafíes, rusa psicótica.

Puse los ojos en blanco.

—Eres un perrito que solo sigue órdenes. Tu jefe me necesita viva —sonreí—. Me llevará al prostíbulo, ¿recuerdas? Te mataré y tú no harás nada.

Sus dedos temblaban en el gatillo.

—No te muevas—amenazó.

Di un paso cerca de él y mordió el anzuelo. Trató de dispararme, pero esquivé la bala con facilidad y clavé la tijera en su garganta. Imbécil.

—Te lo advertí —sonreí. Siseó y se tambaleó, pero no fui suave con él. Hundí la tijera más profundamente en su garganta, reventando su aorta—. ¿Ya no eres tan valiente? Aprende a respetar a las mujeres, aunque dudo que tengas otra oportunidad.

Solté la tijera y le arrebaté el rifle. Seguí el rastro de lágrimas en sus mejillas y me deleité con el sonido desgarrador de su llanto cuando le disparé en la entrepierna. Yo nunca olvidaba mis promesas. Al principio se mostró como un hombre rudo, pero ahora era tan pequeño y lamentable. Le pisé el estómago y clavé el tacón de mi bota en sus tripas. Sus ojos se volvieron blancos, su boca se abrió en otro grito espeluznante.

—Nos vemos en el infierno.

Apunté su cabeza y apreté el gatillo. Salí de la habitación manchada de sangre y con una sonrisa engreída. Convertiría la casa en cenizas. Un soldado se atravesó en mi camino y le disparé justo en la frente. Hice lo mismo con los siguientes. ¿A Vitale le gustaría mi sorpresa? ¿Dónde estaba? Quería darme el lujo de cumplir mi caprichito. Decapitado quizás se vería más atractivo.

Belleza Oscura [En Librerías]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora