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Caminaba por la calle principal con los brazos cruzados, aún faltaban kilómetros para llegar a casa y entonces llegó un hermoso escarabajo dorado y se detuvo a mi lado, yo sabia quien era, era él. Bajó el vidrio del conductor y me observó con ese rostro inexpresivo, repentinamente sonrió y dijo - Sube -

Esa pequeña sonrisa era veneno, cada vez que la utilizaba me hacia sentir paz, tranquilidad y una extraña confianza en él.

Era un hombre de porte, joven, atractivo, delgado y en forma, conservando un aire de rebeldía a pesar de su buen vestir. De cejas pobladas y abundante cabellera, hacia alusión a estar atractivamente despeinado, pero lo que mataba, era su sonrisa, una media sonrisa despreocupada.

Continuaba observando, esperando una respuesta, por mi mente no pasaba absolutamente nada, bajé la mirada y después de unos segundos me dirigí al copiloto y subí al escarabajo.

Dentro, continué cabizbaja, él me miraba extrañado, entonces lo notó, notó el golpe en mi hombro derecho.

-¿Que tienes ahí?- me pregunto sorprendido.

Quizás la sorpresa fue secundaria a la idea que preservaba hacia mi.

Nunca he sido extrovertida, pero, tampoco el cliché de mujer antisocial reprimidora de sentimientos y que detesta el contacto con el mundo. Me considero alguien apartada por el único motivo de odiar tratar con personas estúpidas, seria y antisocial en los momentos donde no tendría sentido expresar mis opiniones, ya que serian ignoradas.

Pero cuando necesito mostrar carácter, siempre estoy dispuesta a expresar mis ideas, no le temo a nadie, eso es un echo, a nadie ni a nada.

Eso fue lo que lo extrañó, conociéndome y teniendo esa imagen mía, era una sorpresa ver un morete de tal calibre asomándose por el cuello de mi suéter guinda, probablemente, causado por alguien.

Inmediatamente cubrí mi hombro con la mano y respondí -Nada-

Reaccionó como nunca imaginé, rápido y brusco, me tomo de los brazos hacia él, esa mirada... nunca la había visto, sus manos temblaban por la fuerza con la que me sujetaba, me dejó sin habla.

-¿Quien lo hizo?- apenas y logré escuchar.

Todos tenemos secretos, el mio, nadie en vida lo conocerá.

-Es solo un moretón- respondí indignada

Continúo sujetándome cada vez más fuerte, era obvio que le enfurecía no saber la razón de tal mancha en mi piel, no pude evitar comenzar a sentir, el placer de nuestra tensión, mi corazón comenzó a latir más fuerte mientras nos mirábamos fijamente, solo de sentir y ver sus brazos llenos de fuerza, temblorosos y tensos a la vez.

Repentinamente soltó la media sonrisa, como si en ese momento tuviera alguna respuesta. Me liberó y dirigió su mirada al frente, prendió el escarabajo y mientras maniobraba para comenzar el camino, dijo – No deberías de caminar sola tan tarde -

Nuestra oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora