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Caí al suelo, continuaba a oscuras sin lograr ver algo, tenté el piso para levantarme, me coloqué de rodillas.

– ¡Ted! - exclamé.

Prendió la luz encandilándome, cubrí mis ojos con mis manos hasta que por fin pude ver.

A comparación de las pasadas, esta habitación parecía ser normal, tenía una pequeña ventana que daba hacía afuera, me levanté del suelo y caminé hacia ella, creí que vería el exterior, la calle o un patio, pero no había nada de eso, la vista daba hacia la habitación de arboles y la enorme luna en el techo.

¿Porque querría una ventana hacia una habitación? Di media vuelta y observé mi alrededor, habían cuatro caballetes de madera con lienzos pintados a media creación, eran como las que se encontraban en la primera habitación, túneles vistos desde su interior con extrañas figuras escondidas en la oscuridad.

Las paredes de esta habitación eran de cemento, sin color, al igual que el piso, pero al final de esta, se encontraba una cortina del tamaño de la pared, arropando un tesoro, o eso aparentaba hacer, algo que yo quería ver, cortinas aterciopeladas de color azul rey, hermosas.

Me acerqué a ellas lentamente, imaginando la clase de cosas que podría encontrar, ¿Otra puerta?, ¿una estatua?, ¿más pantallas? aún no lo sabía, cuando llegué a posarme frente a ella, acerqué mis manos y la acaricié, su textura era muy suave, nunca había sentido algo parecido.

La tome delicadamente y comencé a jalar hacia la izquierda, para destapar su precioso interior...

Era un caballete mucho más grande, con un enorme lienzo rectangular de un metro y medio de altura mas o menos, a sus espaldas, pegadas a la pared, encontré varios bocetos en hojas de dibujo, hermosos cuerpos femeninos, en diferentes posturas, pero no solo era eso, se encontraban atadas, colgadas, amordazadas y sometidas.

No pude evitar recordar mis antiguos dibujos, mi cuaderno estaba lleno de figuras parecidas, más masculinas que femeninas.

No era todo, se encontraban otros bocetos, no humanos, bestiales, figuras imponentes, antropomorfas, mostraban una fuerza animal, pero diferentes, sin rostro, garras enormes, piernas musculosas y con pose bestial, esperando a atacar su presa y devorarla.

Mientras observaba tales creaciones, una melodía comenzó a escucharse por la habitación, sacándome de mi concentración. La melodía no era exactamente de algún artista, al menos para mi, conocido, sonaba a alguna canción tocada en reversa, como si colocaran un disco de vinil y lo comenzaran a girar a la inversa, recortada, esa música provocaba una sensación extraña, una sensación de vacío en mi interior, algo que antes había sentido.

Comencé a girar la vista hacia el techo buscando la fuente de tal pero no había nada, giré aún buscando alrededor, la música parecía estar ahí mismo, pero no encontraba de donde provenía, me acerqué a la puerta y fuera se lograba escuchar, el oscuro pasillo, tuve que regresar a su oscuridad.

Nuestra oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora