Capítulo 10

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- Perdona mi comportamiento de antes- dijo una voz. Me giré: era Catrail, que llevaba en una mano su hacha y me miraba avergonzado. – Estuve muy... frío.

-No pasa nada- le sonreí y bromeé- Querrás decir que estabas congelado, porque ya te vale.

Empezamos a reírnos los dos.

- ¿Quieres venir a pasar el tiempo conmigo? Te enseñaré mi lugar favorito de los alrededores. Pero es secreto. - dijo Catrail otra vez alegre, cogiendo del suelo un zurrón.

- ¡Pues claro! Me encantaría – respondo (de todas formas, me cae bien) pensé.

Catrail me sonríe y empezó a andar, con ese andar rápido y ágil que le caracterizaba. Le miré de reojo: sus ojeras resaltaban en su piel pálida y sus ojos negros tenían un aire triste. Me fijé que se había tapado la marca con una chaqueta. De repente él se giró.

- ¿Qué pasa? – pregunté sorprendida.

- Nada, nada. Solo que estabas tan callada que me dio la sensación de que te habías perdido. Falta un rato, es un poco más adentro del bosque.

En ese momento me di cuenta que nos habíamos metido en un bosque diferente al de la caza, los arboles eran abetos y solo se oían nuestras pisadas...

-Oye, Catrail...- dije- Esto es demasiado silencioso... ¿Nos hemos perdido?

-Tranquila, Susana, no falta casi nada. –dijo con tono tranquilizador. Y logró su propósito, pues me calmé. -Llegaremos y aun tendremos tiempo para quedarnos allí y volver.

-Entendido...- corrí hasta llegar a su altura y bromeé- ¡Anda un poco más lento, que yo me distraigo!

- Vale, vale, Susanita. -bromeó y ralentizó su paso. - ¿Así mejor?

-Sí, pero no me llames Susanita, si no Susana- respondí. - Mucho mejor...

-Bueno, ya hemos llegado- dijo Catrail apartando unas ramas. - ¿Te gusta?

- Es... es...- me quedé sin palabras. – Es hermoso...

Era un claro soleado, donde había muchos árboles jóvenes. Había tres tocones vacíos, como asientos y mesa. Una hoguera apagada y un pequeño lago quedaban bien junto a las estatuas. Había unas cuantas flores, en especial lavandas, que perfumaban el ambiente.

-Gracias- dijo orgulloso- Las flores las he ido plantando en mi tiempo libre. – me indicó un tocón y me senté, alucinada aún. Catrail se sentó y sacó del zurrón pan, que me ofreció.

-No, gracias- recuperé el habla. El gigante se encogió de hombros y guardó el pan. Entonces sacó dos vasos de terracota y lo llenó con agua- Todo esto... ¿Lo has hecho tú?

- Yo corté los árboles y de paso hice uno de mis pasatiempos, planté mi colección de semillas. Preparé una hoguera para tenerla apunto en caso de necesidad y creé dos asientos y una mesa para cuando algún día trajera a alguien. Y ese alguien has sido tú.

No pude evitar sonreír, halagada. –Me alegro de haber sido yo. Esto es hermoso, y huele tan bien. - Le alabé.

-Gracias- sonrió otra vez-. Bueno, ahora que te he revelado este lugar secreto, tendrás que aportar algo. Qué tal... ¿dibujos?

- ¡Pues claro! Dibujar es mi pasión - contesté entusiasmada. - Y tendremos que poner nombre a este paraíso miniatura.

- ¡Eso! - Se entusiasmó él también - ¿Qué te parece ponerle nombre de mujer?

- Perfecto. ¿Qué tal Estere o Neoma?

- Prefiero Noemí o Dalia...-y sonrió pícaramente al decir: - O Susana...

Me sonrojé y fingí no haberlo oído - Pues Dalia me gusta a mí también, así que llamémoslo Dalia, que significa valle, o eso creo. -Levanté mi vaso y brindé- ¡Por Dalia!

- ¡Por Dalia! - y bebimos aguantándonos la risa. Después de haber bebido yo saqué mis cosas, apunté los hechizos y dibujé un rápido boceto en silencio. Se lo enseñé a Catrail.

- Dibujas genial- observó el dibujo. Le había hecho un retrato manga sonriendo y yo a su lado. Apartó la mirada del dibujo y me miró travieso- Quedará bien cuando sea un cuadro de la cabaña que montaremos.

- ¡Una cabaña! Es una idea estupenda- me volví a entusiasmar. Me di cuenta que se acercaba el crepúsculo. –Me parece que tenemos que volver. –Se oyó un trueno y empezó a llover- Y rápido...

Nos levantamos y empezamos a coger nuestras cosas. Cuando recogimos todo, ya estábamos empapados. Empecé a estornudar y Catrail me miró preocupado.

-Estoy bie... ee... ¡achiiiís! -estornudé. Catrail no pudo evitar reírse entre dientes.

- Si no te molesta- me cogió de la cintura de forma que yo flotaba a un medio metro del suelo, como un saco- te llevo yo. –Y empezó a correr a una velocidad casi increíble sin dejarme tiempo a contestar, furiosa. Al rato ya habíamos llegado a la cueva, chorreando.

- ¿Cómo lo has hecho? – Pregunté extrañada, olvidándome de mi furia. Catrail me dejó en el suelo con cuidado. Volví a estornudar.

- Me sé el camino de memoria, solo que esta vez he corrido. –dijo como si cual cosa. – Aquí viene Uxia. Y está enfadada...-alegó preocupado.

- ¿¡Donde estabais?! Estáis empapados. Tapaos con estas mantas. –nos aplastó a base de mantas. Aunque había que reconocer que aplastada estaba calentita...

-No... puedo... respirar...-dije medio bromeando y medio asfixiada. Catrail se levantó y me ayudó a levantarme yo también. –Gracias, al menos esto cuenta como lavarse- me cogí una manta y me tapé.

-Vayan a cambiarse, se perdieron la cena- su cara volvió a suavizarse- les traeré algo caliente cuando se hallan vestido.

-Vale-dijimos a coro. Tras reírnos nos despedimos y fuimos a nuestras habitaciones.

Cuando acababa de vestirme y me había acostado, alguien llamó a la puerta. Era Uxia, que sin decir palabra me dejó un tazón humeante de sopa y una toalla para la cabeza caliente. Me lo colocó en la cabeza y sonrió. Se le escapó una lagrima y se fue llorosa, dejándome confusa.


Mi espejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora