Capítulo Nº18:

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Al día siguiente desperté por una linda melodía proveniente desde el exterior de la casa. Abrí mis ojos con lentitud y me percibí recostada sobre el tibio y desnudo pecho de Joe.

La ventana seguía entreabierta y pude notar como pasaban pequeñas aves de un lado a otro, entonando esa melodía que me había quitado el sueño.

Levanté solo un poco mi rostro para poder darme cuenta de si Joe aún dormía… y así era, sus ojos estaban cerrados, la expresión de su rostro era tan pacífica… me entregaba calma y ternura, incluso parecía que sonreía levemente.

Supuse que ya era tarde, se escuchaba el motor de autos ir y venir, al igual que los grandes autobuses y cosas por el estilo.

Comencé con cortos besos sobre su suave piel y sin darme cuenta de que ya había despertado, seguí con mi quehacer, pues sentía como sus manos subían y bajaban por mi espalda.

Llegué a sus labios y comencé a devorarlos con desesperación, tomó de mi cuerpo y me giró para quedar sobre mí.

Esos húmedos y pacíficos besos sobre mi cuello me dejaban sin aire. Tomé mis manos y las llevó a cada lado de mi rostro. Ahora sabía que empezaba a jugar tortuosamente con mi anatomía.

Mi pecho ya estaba agitado y Joe aún seguía besando mi cuello.

—Buenos días —Susurró al levantarse un poco y mirarme.

—Buenos días —Sonreí y acaricié su mejilla. Volví a besar sus labios.

Antes de hablar suspiró y me analizó.

—Eres hermosa —Se recostó sobre mi pecho.

Suspiré y cerré los ojos.

Pronto nos vestimos y nos encaminamos a la cocina para preparar un apetitoso desayuno.

—Malas noticias —Me miró serio luego de revisar ciertos muebles y el refrigerador.

— ¿Qué sucede? —El tono de su voz me transmitió cierta frialdad.

—No hay… alimentos —Me miró desesperado.

Me acerqué a él, tomé su rostro entre mis manos y besé sus labios.

—Tranquilo, sobreviviré —Sonreí.

—Es que… —Me miró nervioso y guardó silencio.

El silencio completó su frase, su querido estómago comenzó a gruñir… lo delató por completo, tenía hambre.

—Joe… tienes hambre —Sonreí.

—Un poco —Agachó su rostro y se sonrojó. Mordió su labio inferior.

Me alejé de él y busqué las llaves de su auto.

—Ten —Se las lancé mientras me observaba sin entender.

— ¿Qué planeas?

—Iremos por provisiones —Reí.

Y así fue, salimos de la casa y nos pusimos en marcha al supermercado que estuviese más cerca.

Joe tomó un carrito y comenzó a lanzar todo tipo de alimentos. Estaríamos solo un par de días, no necesitábamos tanto… ok, es hombre y supuse que debería tener gran apetito.

Antes de llenar el carro, Joe se me acercó, tomó de mi cintura y me subió en este.

— ¿Qué diablos haces? —Pregunté riendo.

— ¿Nunca te has subido a uno y correr por los pasillos? —Sonrió travieso.

—Creo que si, a los 5 años. Solía aburrirme cuando venía con mamá —Reí.

—Volverás a tener cinco —Río.

Tomó del carrito y comenzó a correr, siendo aún muy temprano no había muchas personas que intervinieran en la carrera de Joe.

— ¡Joe! ¡Ya basta! —Reí sentándome en el carrito encogiendo mis piernas gracias al poco espacio— ¡Terminarán echándonos de aquí! —Sentía que en cualquier momento chocaría contra un estante de alimentos y terminaría hundida en latas de sardinas.

¡Tranquila! ¡Solo disfrútalo! —Seguía riendo entretenido.

Comencé a reír sin sentido, se sentía bien ser uno mismo y no temer de lo que los demás dijeran.

Antes de encontrarnos con un guardia de seguridad, me bajó del carrito, terminó de llenarlo y salimos del supermercado.

Al llegar, bajamos del auto, sacamos la mercadería en pocas bolsas y caminamos hasta la puerta. Joe muy tranquilo le quitó el seguro y la dejó entreabierta, pero alto… no entró, prefirió tomar mi rostro con una mano y besarme apasionadamente en los labios. Empujé la puerta y entramos sin dejar de besarnos antes de que alguien nos viera.

Tiré las bolsas en un lugar equis para despejar mis manos y enredar mis dedos en su sedoso cabello.

Cerró la puerta con el pie y caminó empujándome hasta lograr chocar con una pared.

—Genial, siempre desee ver como besabas Megan —Escuchamos decir a lo lejos.

Enseguida nos separamos, como si nos hubiese separado gracias a un rayo.

Ahí estaba él…. Sentado en un sillón, sus manos metidas en los pantalones.

—Nick… —Susurré.

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