H i n a t a
Lo primero que hago al despertar del Tsukuyomi Infinito es activar el Byakugan para comprobar que mis camaradas estén bien.
Otōsan está a unos metros al sur, despertando también, Kiba-kun y Akamaru se mueven al este en dirección a dónde por última vez visualice a Tsume-sama, Shino-kun está al oeste ayudando a camaradas shinobis a su alrededor y Hana-san atiende la herida de un ninja de Kumo; Ino-chan, Shikamaru-kun y Chōji-kun, Sai-kun, Lee-san, Gai-sensei y Tenten-san, todos están bien. Naruto-kun, Sakura-chan, Kakashi-sensei, Sasuke-kun... ¡Por Kami! ¿Por qué no puedo ver el chakra de Naruto-kun?
Siento como si el alma abandonara mi cuerpo y caigo de rodillas ¡No, no, no! Me grito obligándome a ponerme en pie ¡No puedo perderle a él también!
Corro a dónde mi Byakugan me muestra dónde se encuentra Naruto-kun pasando primero a dónde Ino-chan, arrastrándola conmigo. Sakura-chan necesitará toda la ayuda posible para salvar a Naruto-kun.
Cuando por fin llegamos a ellos todo mi cuerpo se petrifica del miedo al ver su lamentable estado. Un estado que solo pudo ser provocado por la persona también inconsciente a su lado. Sasuke-kun.
Abro los ojos con lentitud al escuchar unos fuertes golpes en la puerta de mi despacho al tiempo que fijo la vista en el reloj electrónico encima del escritorio donde reposa aún mi cabeza con mis brazos como almohada. Once veintidós, indica. Contengo un gemido alarmado ¡Me quedé dormida!
—Ya-ya voy —digo lo suficientemente alto para que los golpes se detengan.
Rápida y sin gastar tiempo paso mis manos por mi cabello intentando no parecer el desastre total que soy mientras me dirijo a abrir la puerta.
Grande es mi sorpresa en no encontrarme con Takumi-san (mi secretario), algún guardia, un ninja enviado por Tsunade-sama o Ibiki-san, sino con Naruto-kun.
No lo había visto ni una sola vez desde que me pidió que aceptara el cargo de Directora en la prisión a la mañana siguiente del funeral de Neji-nisan. Debe ser difícil tener que ver a tu amigo tras las rejas a la espera de su ejecución. Supongo pensó que sería más fácil para Uchiha-san y él mismo, que una persona conocida estuviera a su cuidado.
Lo inspecciono rápidamente, se ha cortado el cabello de manera estricta confiriéndole un aspecto severo y maduro que de algún modo solo resalta su atractivo. Sus ojos azules y sonrisa juguetona siguen en su lugar, negándose a abandonar a este valiente ninja.
Me sonrojo levemente cuando me doy cuenta del rumbo que toman mis pensamientos al tiempo que sonrío y lo invito a pasar.
Él examina la despacho cuando entra. Yo hago lo mismo.
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Decisiones que dejan marcas
أدب الهواةCuando La Cuarta Guerra Mundial Shinobi llegó a su fin los pecados del último Uchiha no fueron fácilmente olvidados. Encerrado por los ninjas que alguna vez consideró camaradas, libra una batalla interna contra el rencor a aquellos que siguen felizm...