Charlotte.
—¡Oh Dios!
Me doy la vuelta y pongo un brazo sobre mis ojos para aislar la terrible luz que ingresa desde el ventanal junto a mi cama. Gimo, volteándome sobre el colchón y buscando una nueva posición cómoda para dormir preguntándome por qué demonios me habré despertado.
Entonces el nuevo teléfono que Bradley me ayudó a conseguir el día de ayer comienza a zumbar desde algún lugar en mi habitación.
—Por favor, cállate. —Mi voz suena como el croar de una rana volteada por la mariguana, y me obligo a tragar mientras la vibración se detiene.
Estoy cayendo en los brazos de Morfeo cuando comienza a sonar nuevamente. La maldita cosa había sonado felizmente durante toda la noche y tuve que ponerlo en vibrador para poder dormirme, pero pensándolo bien debería de haberlo puesto en silencio.
Cuelgan.
¡Suena otra vez!
Estoy considerando seriamente enseñarle a volar.
—¡Maldita sea! —Yendo a tientas por la superficie de la mesita de noche junto a mi cama, mi mano se apodera de la maldita cosa y lo lanzo sin miramientos.
—¡Mierda!
Abro los ojos sobresaltada al escuchar el grito masculino y me encuentro con Bradley recostado contra el marco de la puerta de mi habitación, sujetándose la entrepierna.
—¿Bradley? —Me incorporo rápidamente, casi grabando la forma de mi cabeza en la cabecera—. ¿Qué demonios?
—Venía a preguntarte... Jesús, espera un segundo. —Tambaleándose, se adentra en mi dormitorio y toma asiento a los pies de la cama en una posición extraña, medio curvado.
Nos quedamos un momento en silencio, y, cuando él empieza a recuperarse del dolor susurro—: Por favor, dime que te di en el muslo.
—Un hombre no tarda tanto en recuperarse de un golpe en el muslo —responde mirándome de soslayo, dejando claro su escepticismo.
No soy capaz de contener la risa, pero afortunadamente Bradley también se ríe.
Entonces se pone en pie, camina hacia la puerta de mi habitación para recuperar el celular y luego lo deja en la mesita de noche antes de inclinarse sobre mí.
―Muévete.
¿Qué me mueva?
Ante mi falta de movimiento, levanta una ceja y coloca las manos debajo de mi cuerpo para correrme hacia el otro lado del colchón. Ninguno de los dos dice una palabra mientras se sube a mi cama y se deslizaba debajo de las sábanas como solía hacer cuando éramos más jóvenes.
―¿Qué haces aquí? ―Me volteo para quedar frente a él.
―Vine a preguntarte qué planes tenías para hoy, pero cuando llego a la puerta de entrada Lorraine me dice que seguías dormida. ―Imita mi posición, deslizando una mano debajo de su mejilla―. Me preguntó si podía venir a despertarte, ya que de todas formas ella lo iba a hacer. Y ahora me arrepiento de haber dicho de que sí.
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Dispuesta A Amarte
RomanceSegunda entrega del libro Dispuesta A Encontrarte. Dicen que querer olvidar es recordar para siempre, y llevan toda la razón. Él hizo lo que temía que iba a hacer, y rompió mi frágil corazón; entonces yo hice lo que siempre supe hacer, y escapé. Aho...