Charlotte.
Aparco el coche en el estacionamiento privado del estudio de grabación y respiro profundamente antes de apagar la calefacción y tomar el bolso del asiento de acompañante.
Había sólo otros dos coches allí, de no ser por ellos el extenso estacionamiento estaría vacío. De mala gana desciendo del calefaccionado coche y recorro un sendero de piedras hacia el mismo edificio en donde por primera vez en mucho tiempo creí en el dicho que afirma que los sueños se pueden volver realidad.
Respiro hondo antes de abrir la puerta.
El interior está más iluminado y se está más caliente de los 15° del exterior. Las mismas paredes color gris azuladas con las fotografías en blanco y negro que me llamaron tanto la atención el día que vine a firmar el contrato con el señor Signoret me traen cierto consuelo debido a que las dos veces anteriores que las había visto todo había ido viento en popa.
Viendo que la joven recepcionista no se encuentra en su puesto detrás del mostrador, decido acercarme hacia las fotografías. No sé si debería estar tan sorprendida al encontrarme numerosos rostros famosos. Cantantes mundialmente conocidos posan junto al señor Signoret o a Alix, en algunas fotografías compartiendo una bebida o estrechando sus manos.
—¿Puedo ayudarla en algo? —Escucho a mi espalda, y cuando me volteo me encuentro con el sonriente rostro de una nueva recepcionista.
—Soy Charlotte Lemaire -le informo, acercándome al mostrador y deteniéndome frente a ella. De inmediato advierto en su mirada un atisbo de reconocimiento.
-Por supuesto. -Se pone en pie y camina hacia el extremo del lado derecho-. Por favor, sígame. -Sonríe antes de voltearse y abrir la pesada puerta de madera negra que tiempo atrás atravesé para encontrarme con Bradley y los muchachos el día que tuvieron el ensayo que determinaría si iban a firmar un contrato o no.
Escaneando el lugar por última vez, sacudo los brazos a los lados de mi cuerpo para eliminar los nervios y camino detrás de ella, notando como mi respiración se asemeja cada vez más a una hiperventilación al aproximarme a una puerta negra con un gran número 3 pintado en blanco.
—Aquí es. —La joven se hace a un lado y espera a que abra la puerta antes de sonreírme una última vez y emprender el camino de regreso hacia el vestíbulo.
Nuevamente me encuentro de pie en el centro de una sala de control, esta vez en una un poco más pequeña que la de la sala que les había tocado a los muchachos. Cerrando la puerta detrás de mí, enfoco mi atención en los dos hombres hablando frente a mí.
El sujeto que está de espaldas a mí es grande, realmente grande. Alto y ancho, con hombros parecidos a los de un jugador de futbol americano y su cabello negro tan recortado que puedo verle el cuero cabelludo.
Sonrío al reconocerlo. Jean Rothwell.
Su solo tamaño había sido suficientemente intimidante para mí la primera vez que lo vi, pero una vez que abría la boca toda esa incomodidad se desvanecía como por arte de magia. Es como un oso de felpa con abuso de esteroides.
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Dispuesta A Amarte
RomansaSegunda entrega del libro Dispuesta A Encontrarte. Dicen que querer olvidar es recordar para siempre, y llevan toda la razón. Él hizo lo que temía que iba a hacer, y rompió mi frágil corazón; entonces yo hice lo que siempre supe hacer, y escapé. Aho...