Charlotte.
Despierto de un sobresalto. El sudor se derrama por mi rostro, tengo nudos en mi estómago y mi pecho se expande con cada pesada respiración. No he despertado así en al menos tres meses, y esta vez ni siquiera soy capaz de recordar lo que estaba soñando.
Sentándome, pongo mi espalda contra la cabecera. Todavía está oscuro afuera, por lo que echo un vistazo al reloj despertador digital de mi mesita de noche y descubro que todavía no son ni las cinco de la madrugada.
No tiene sentido intentar volver a dormir, así que me estiro y alejo las mantas. Necesitando salir de la cama, me levanto de un salto y camino hacia el cuarto de baño para lavarme los dientes y el rostro. Mi cuerpo sigue temblando violentamente mientras abro el agua de la ducha tan caliente como puedo. Vuelvo a mi habitación en busca de mi celular y busco el álbum "Exilio en la corriente principal" y le doy a reproducir. Mientras la voz de Rob Thomas derrite sus palabras conocidas dentro de mí a un volumen apenas audible, me libero de mi ropa e ingreso en la ducha.
Le doy la bienvenida a la quemadura del agua. Tomo la esponja y pongo gel de baño en ella antes de rápidamente frotar mi cuerpo. Friego cada pulgada de mi cuerpo tres veces antes de pasar a lavarme el cabello. Entonces, súbitamente, comienzo a llorar.
Permito que el agua lave mi torrente de lágrimas, escondiendo mis sollozos que tienen hipo corriendo entre sus sonidos. Cuando mi piel está roja y manchada, y las lágrimas han disminuido, me levanto del piso de la ducha sobre el cual me había deslizado y hago mi camino hacia mi habitación. Me visto con pantalones flojos, me pongo una camiseta sin mangas, y me deslizo sobre ella la vieja sudadera de Stanford de Matt.
Secando mi cabello con una toalla, hago mi camino a través del pasillo hacia la cocina en la planta baja, y cuando paso por delante de la sala de estar, escucho la voz de Lorraine y pego un brinco de casi treinta centímetros.
¿Qué demonios hace levantada a esta hora?
—¿Crees que sea una buena idea? —pregunta la familiar voz.
Ehh, ¿qué?
Salgo de la cocina en dirección a la sala de estar y puedo ver su cabeza castaña por sobre el respaldo del sofá color arena.
—Sí, lo sé —añade Lorraine después de una breve pausa, ajustando la manta de lana más a su alrededor con sus ojos puestos en el ventanal frente a ella—. Es sólo que lo está haciendo tan bien... —continua con angustia tiñendo su voz. El silencio de después es intenso y afectado—. Sé que sólo quieres hacer lo que es mejor para ella... Sí, de acuerdo. Déjame hablarlo con él antes de que decidas contarle algo.
¿Con quién está hablando? ¿Matt? ¿Scott?
Debo haberme quedado completamente quieta durante al menos cinco minutos, escuchando, pero no se dijo nada más. Me quedo plantada en el lugar, respirando tan silenciosamente como puedo hasta que considero que pasó el tiempo suficiente para no hacer un sonido sospechoso.
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Dispuesta A Amarte
RomanceSegunda entrega del libro Dispuesta A Encontrarte. Dicen que querer olvidar es recordar para siempre, y llevan toda la razón. Él hizo lo que temía que iba a hacer, y rompió mi frágil corazón; entonces yo hice lo que siempre supe hacer, y escapé. Aho...