lovely hell

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CAPÍTULO
CINCO









— ¿A dónde me llevas? —pregunta tratando de llamar la atención del pelinegro que caminaba a paso veloz al escabullirse por los antiguos pasillos de la Academia.

Le sorprende que conozca la existencia de estos, pues, con todas las renovaciones no se trataba de la parte más habitada de Altagracia. Incluso ella desconocía ciertas partes gracias a que está prohibido adentrarse por esas zonas, la directora (quien irónicamente es la madre del más alto) habida dejado muy claro que era peligroso andar por allí a causa del estado deteriorado en que se encontraba, pero a Finn no parecía asustarle ni las viejas paredes ni romper las reglas, y por más que a Millie le gustaría actuar como si no le espantara nada, sus nervios se expresaban con miles de preguntas soltadas a cada minuto durante todo el camino.

— ¿Por qué no me respondes? —vuelve a hablar histérica— Finn, no podemos estar aquí. —advierte parando en seco, casi pierde el equilibrio debido al peso de sus libros. Esos que esperaba el pelinegro se ofreciera a cargar hace 20 minutos atrás, parecía no formar parte del grupo de muchachos con distintiva caballerosidad que la frecuentaban.

— Haces muchas preguntas Millie, te vas a perder de la diversión.— sugiere sin detenerse obligándola a seguir tras él.— Además, ya casi llegamos.

— ¿Llegar a donde? Si alguien nos ve me pueden expulsar, por favor hay que volver. —chilla angustiada mirando sobre sus hombros que nadie sea testigo de aquel delito.

— ¡Ver! — exclama entusiasmado dando media vuelta para acercarse a la castaña, ignorando completamente la preocupación en la voz de la británica. La toma por detrás de los hombros y se inclina hasta que sus labios rozan con la clavícula de la de ojos miles haciendo a sus piernas temblar.— Dulce Millie, deberás regalarme tu vista hasta que lleguemos.

Millie se da vuelta rápidamente, estaba tan confundida que llegaba a estar asustada y verlo tan relajado le hacía creer que había perdido la cabeza. No tardo mucho para que el pánico se adueñara de sus pensamientos logrando exagerar la situación, aunque teniendo en cuenta que está acompañando a un chico, que no es precisamente un amigo de toda su vida, a un lugar apartado donde nadie escucharía sus gritos y más sabiendo el estado del mundo respecto a la violencia de todo tipo contra la mujer, tiene derecho a estar asustada.

— ¿Qué? —pregunta sin pestañear.

— Si, o no te sorprenderá lo que voy a mostrarte. —continúa el más alto relajado mientras gira el cuerpo de la bajita logrando que este otra vez de espaldas, pero ahora sus grandes manos cubrían sus ojos mieles.Al sentirla tensa baja la mirada para verla, asustada como si fuese una niña pequeña, algo en su pecho se remueve al verla tan frágil. Decide posicionarse frente a ella e inclinarse para que pueda ver sus ojos mientras quita sus manos de los suyos para que pueda verle.

Lucifer; fillieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora