Prólogo.

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Jeon Jungkook, de exactos seis años de edad, nació tan pequeño y escuálido que a los doctores les sorprendió ver que respiraba. El parto, para su pobre madre, fue doloroso. Lloró, no de dolor, sino de pesar al creer a todos aquellos médicos ineptos decir que su hijo no nato vendría al mundo muerto. Sin embargo, él batalló contra la muerte y, días después, la venció.

Su historia con la muerte, aquel tira y afloja con ella podrían terminar ahí, como una anécdota triste que contar, si no fuera porque aquello solo fue el principio de sus batallas, una diminuta demostración de sus siguientes años de vida. Hasta sus seis años recién cumplidos Jungkook jugó con su amiga la muerte, como él la llamaba, en un continuo sube y baja, en donde el juego comenzó a ser tan enfermizo que, hasta sus propios padres, derrotados, decidieron abandonarlo en aquella clínica a su suerte.

Y fue así como las enfermeras, al ver que ellos no regresaban, decidieron adoptar a ese enfermizo niño de grandes ojos y mentirle sobre el paradero de sus padres. Llevarían ese secreto a la tumba si fuera falta, ya lo hicieron con muchos de los niños ingresados, podían hacerlo con otro más.

― Toma, Kookie. ― Una señora mayor le tendió un vaso de plástico con un poco de agua y, en su mano contraria, una pastilla.

Él, quien se encontraba sentado en su camilla, la miró con aquellos ojos hipnotizadores llenos de una tierna inocencia y negó con su pequeño ceño fruncido.

― No, no quiero. ― Volteó su cabecilla hacía la ventana, cruzándose de brazos como el buen niño testarudo que era.

― ¿Por qué no, cariño? ― Cuestionó, sentándose en la amplia parte libre de la camilla. Jungkook era uno de los niños más pequeños ahí internados, así que no hubo nunca algún incidente que, sin querer, se sentaba sobre sus piernas. ― Debes tomártelas o nunca te podrás recuperar de la influenza.

Jungkook pataleó lleno de ira. Si decía que no, era que no y no podrían hacerlo cambiar de opinión.

― ¡He dicho que no! ― Chilló. ― No me gustan, saben muy mal señora enfermera.

Volvió a voltear solo su cabeza hacia la enfermera, que tenía la mirada posada en sus diminutas manitas, haciendo un adorable puchero. Sí, estaba intentando a toda costa no tomar aquellas pastillas del demonio, pero tenía explicación: ¡ayer casi las vomitó de lo malas que estaban!

― Está bien, si eso quieres me iré. ― Se encogió de hombros, suspirando como si hubiera sido vencida por el niño de seis años. Apoyó todo su peso en su mano derecha, formando un puño, para poder levantarse y, antes de abrir la puerta habló: ― Pero pensaba darte el postre que tu quisieras si te las tomabas, pero como me has dicho que no, al parecer no lo quieres tampoco.

Jungkook, quien se encontraba dando minúsculas palmaditas a modo de aplauso con sus manos, se había quedado mudo al oír las palabras de la mujer.

Él quería un postre, su favorito y el único que sabía que existía: yogur de galleta. Con solo recordar su sabor se le hacia la boca agua. Lo deseaba y lo quería ahora, pero no deseaba tener que tomarse las pastillas.

― ¿Y si hacemos un trato? ― Dijo con su vocecita calculadora. ― Tu me das mi yogur de galleta y yo, mañana, me tomo las pastillas.

La enfermera sonrió ante el descaro del niño, pero ni de coña aceptaría ese trato tan injusto.

― Te ofrezco este trato mejor: tú te tomas estas pastillas y yo te doy un yogur de galletas.

― Quiero dos. ― Sentenció él, levantando su dedo índice y corazón, haciendo una pequeña v.

La señora asintió y le volvió a extender el vaso en su mano izquierda y la pastilla en la otra. Él, sin embargo, no volvió a protestar. Se tomó de una su medicina junto al agua para que pudiera bajar sin problemas. Le devolvió con rapidez el vaso de plástico para que le pudiera dar la comida más deliciosa que existía en su mundo.

Esperó y esperó durante horas sentado en la camilla, pero aquella enfermera nunca más volvió y, por ende, ese yogur, tristemente, nunca le fue entregado.

Izanami ➵ BTS;; jeon jungkook [BD #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora