Epílogo (I)

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¡Hola! Vamos a por la primera parte de este epílogo. Victoria y William tienen que volver a la rutina, y más o menos de eso tratará. ¡Espero que os guste!

Victoria se alojó, como John Brabdury, en casa de Cornelia Ashley-Cooper hasta que lord Sackville arregló su partida, despidiéndose de sus sanadores en el balneario y aprovechando los últimos ratos que tendría libres para hablar con los médicos, ya que continuaría en casa su recuperación. La noble mujer escuchó, para permitir que una señorita soltera se quedase en su casa, parte de la historia que tenían juntos con los ojos y la boca abierta, sin entender la mitad. Lo único que sacó en claro fue la buena noticia de que su sobrino adoptivo por fin había encontrado a alguien con quien pasar su vida, y que parecía muy feliz por primera vez en años.

La joven estaba ayudando a la dama a guardar el resto de equipaje de William Sackville para regresar a Londres esa misma tarde, cuando él volvió de su cura diaria en el balneario. Aunque su estancia no había pasado de las tres semanas, los doctores observaron cambios positivos en él, a medida también que su cicatriz se iba empequeñeciendo. William empezaba a recobrar su autoestima, y recuperar a Victoria había sido la mejor medicina.

Dejó el sombrero y el abrigo en la entrada, y pasó al salón donde estaban las dos mujeres, dirigiéndoles una amplia sonrisa que deshacía los nervios de Victoria. Como ya había visto anteriormente, cuando se relajaba era mucho más atractivo.

–Buenos días, queridas.–saludó a ambas y se puso directamente a ordenar unos papeles en el escritorio, que después guardó en el maletín de viaje.

–¡William, no te reconozco! Con lo galante que eras antaño, y ahora no te dignas siquiera a saludar a tu prometida como es debido.–exclamó ofendida lady Ashley-Cooper, viendo que su sobrino ni se había dignado a dar un beso en la mejilla a Victoria. Ésta sonrió quedamente, agradeciendo que se pusiera de su parte.

–Lo lamento, tía Cornelia, pero ya no queda nada de ese joven despreocupado y apasionado. Victoria ya me ha conocido como el ogro amargado que soy ahora, y así tendrá que aceptarme.–guiñó el ojo a la joven, divertido, haciendo que ésta se ruborizase y agachase la cabeza.

William bromeaba con la amiga de su padre haciéndose el indiferente, pero si el jardín trasero de la casa hablara, tendría mucho que decir acerca de sus escapadas amorosas cuando la dama no estaba atenta. Además, Victoria había descubierto que lord Sackville sabía más de ella de lo que se había imaginado: de su constante observación (al principio, obsesiva) en Knole House, había aprendido cómo tomaba el té, que le apasionaban las tostadas con mermelada, sus rutinas de paseo, y que por las noches se quedaba despierta hasta tarde leyendo, momento que él aprovechaba para escabullirse a su cuarto y debatir con ella sobre literatura, política, o el cotilleo del momento. Todo, menos lo que ambos realmente querían hacer en un dormitorio a solas...

–Victoria, ¿has terminado con tu equipaje?–preguntó, sabiendo que ella estaba lista de sobra. Su mirada le decía que pronto estarían compartiendo un par de besos en un banco del jardín.

–No, milord, ¿sería tan amable de ayudarme?

~*~

El servicio de Knole House se quedó atónito cuando, además de su señor, del carruaje se apeó una sonriente Victoria. William no había avisado de que ella la acompañaría para dar una sorpresa en su casa, pero sólo logró que la señora Thorn se volviese loca y empezase a recriminarle a lord Sackville que avisara antes para preparar una habitación y un recibimiento más caluroso.

–Tranquila, Grace, Victoria ya sabe cómo es esta casa. ¿Dónde está mi padre?

El mayordomo fue quien los acompañó hasta el despacho, mientras su mujer se dedicaba a organizar a las doncellas a gritos. El duque de Dorset descansaba leyendo un libro junto a la ventana, y al ver entrar a la pareja, se puso pálido de la impresión.

Tras la máscaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora