Epílogo (III)

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En principio, aquí acaba todo. No es un capítulo con una trama increíble, más bien una aclaración de la vida de los personajes después del final oficial. A mí me gustan las historias con final feliz y no abierto, así que no voy a hacer sufrir a nadie. Sé que a veces para la imaginación o la intriga eso es mortal, pero quiero que todo el mundo se lleve una buena sensación, sabiendo qué será de los personajes en un futuro. Es cortito y ligero, pero creo que os gustará.

No sé si sacaré algo más (en cuanto a escribir) de esta historia, pero bueno, por ahora la doy por finalizada :) Muchísimas gracias a todo el mundo por acompañarme, leer, perder el tiempo comentando y votando. Nos leemos en otra ocasión.

Seis años después

–Queridos amigos, si hoy estamos reunidos aquí, celebrando la inauguración del ala Sackville y del hospicio para niños sin recursos, es gracias al trabajo en la sombra de muchos años de uno de los miembros más altruistas y reconocidos de nuestra sociedad.–el director del hospital londinense Royal Mercy, un hombre de treinta años con mucha ambición pero también espíritu para entregar a los menos favorecidos, hablaba con entusiasmo a un público entregado y silencioso. Para la inauguración, había organizado una velada de baile y subasta solidaria que recaudaría fondos para la nueva entidad sin ánimo de lucro–. Pero yo he hablado suficiente por esta noche, así que ahora cederé encantado la palabra al hombre gracias al que todo esto ha sido posible. 

Entre vítores y aplausos, el señor Hamilton se apartó del estrado principal para ceder el protagonismo a una elegante figura, perfectamente reconocible en las calles de Londres a pesar de que, excepto para las reuniones en la Cámara, apenas abandonaba su hermosa residencia. El parche del irónico y atractivo lord Sackville había sido, curiosamente, la seña de identidad que más seriedad y distinción había otorgado a su portador, a pesar de lo mucho que lo había odiado. En torno a su cicatriz, las jóvenes debutantes habían oído todo tipo de historias míticas, aunque nadie se había atrevido a preguntar la verdadera: sería quitarle magia a la realidad.

Con una sonrisa contenida, el aludido subió a saludar a los cientos de invitados que se congregaban en la sala.

–Gracias a todos por estar aquí esta noche y participar de este proyecto personal tan querido. Han sido dos años de mucho trabajo, dinero y tiempo invertido, ayudado por amigos tan leales como el doctor Lister, los médicos del balneario de Bath, el señor Hamilton aquí presente y otros muchos que hoy estáis aquí acompañándonos.–miró a toda la sala, que le devolvió algunas sonrisas entre el público–. Me complace anunciar que por fin tendremos un hospital formado con lo mejor de Europa y Estados Unidos en cuanto a prótesis y desinfección de heridas. Como seguramente no lo habréis notado en medio de toda mi belleza–todos rieron–, yo sufrí en mis propias carnes las consecuencias de una mala curación. Estoy convencido de que mejorando las condiciones de nuestras instalaciones, muchas vidas en el Reino Unido podrían mejorar.

Su pequeño discurso arrancó aplausos y un murmullo de emoción entre la flor y nata londinense, cada vez más dispuesta a participar económicamente. William Sackville tenía un carisma arrollador y un buen proyecto de gran reputación.

–Y también inauguramos el hospicio para niños sin recursos, huérfanos o enfermos, un anexo caritativo del hospital que se sostendrá de fondos privados. Así que ya sabéis, cuanto más champán toméis esta noche, mayor será la cifra de vuestros cheques.–y con una última sonrisa, se bajó del estrado entre ovaciones y abrazos de sus conocidos. 

La pequeña orquesta de cámara empezó a tocar y todo el mundo quería hablar con él, pero William se libraba de brazos y molestas charlas para ir directamente a su objetivo.

–Si me hubiesen avisado de que una belleza como usted iba a estar presente esta noche, me habría puesto mis mejores galas.–sonriendo seductoramente, se acercó a una bonita espalda descubierta, rodeada por encaje de color granate satinado, que se encontraba cerca de las mesas de canapés.

Tras la máscaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora