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Entre miradas brotan ilusiones

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Aquella mañana, como si de un milagro se tratase, Fiorella no había necesitado del molesto timbre del teléfono para despertarse

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Aquella mañana, como si de un milagro se tratase, Fiorella no había necesitado del molesto timbre del teléfono para despertarse. Había abierto los ojos varios minutos antes de que este empezara a taladrarle los oídos. Por alguna razón que aún no lograba identificar, no le resultó difícil abandonar las cálidas sábanas e ir a tomar una ducha. Había conseguido una noche de sueño reparador, como venía deseando tenerla desde hacía varias semanas. Su ánimo casi rozaba las blancas nubes.

—¿Qué está pasando conmigo? Nunca me había levantado temprano sin escupir las tripas del susto primero por la infernal alarma del teléfono. ¿Vos me lo podés explicar, Salem?

El minino comenzó a restregar su esponjoso cuerpecito, una y otra vez, por las piernas descubiertas de su ama, mientras ronroneaba sin parar. El agradable cosquilleo del pelaje del animal produjo deseos en ella de jugar un poco con él. Entre suaves risas, la joven se agachó para acariciarle el lomo con la mano izquierda, al tiempo que sostenía el asa de una enorme taza de café con la otra. Dicho recipiente simulaba la forma de la cabeza del famoso gato de Cheshire. Le encantaba coleccionar todo lo que estuviese relacionado con felinos.

Antes de que ella comenzara con sus prácticas vocales matutinas, el inquilino del piso once ya se encontraba esperando con impaciencia por su melodioso canto. "¿Cuál será la canción que va a elegir hoy?" La fuerza de la expectación en él crecía más y más segundo a segundo. El aura de misterio en torno a su vecina de voz privilegiada provocaba que el chico aguardara por cada amanecer con grandes ansias.

Mientras el mini concierto a cappella iniciaba, el muchacho decidió contemplar, por centésima vez desde la noche anterior, la fotografía de la joven desconocida que tanto desasosiego le causaba. Con cada nueva mirada, descubría detalles adicionales que lo hacían sentirse aún más atraído por ella. La delicadeza de sus gestos faciales, el brillo de su llamativo cabello, las preciosas curvas en los lugares correctos, el buen gusto para vestir... ¡Todo en ella le parecía perfecto!

Cuando el varón estaba admirando las piernas de la chica, unos diminutos puntos coloridos en una de estas llamaron su atención. Por el ángulo en el que había sido tomada la foto, era difícil detectar la presencia de aquella manchita de color rojo si no se le prestaba suficiente atención. "¿Qué será eso? Parece sangre". El muchacho deslizó los dedos sobre la pantalla para enfocar el pie femenino.

Ya vistos de cerca, los puntitos adquirieron una forma levemente más definida. "¡Ah, son abalorios! Debe ser una pulsera para el tobillo..." El chico levantó la cabeza despacio, envuelto por una especie de arrobamiento. "La vecina traía puesta una pulsera así ayer... ¡Y precisamente era roja!" ¿Sería posible que la chica que tanto deseaba volver a ver y aquella cantante misteriosa del piso diez fuesen la misma persona? El ímpetu de los latidos en su pecho lo obligó a tomar profundas bocanadas de aire que lo ayudasen a apaciguarlo.

En ese momento, la encantadora voz de la muchacha comenzó a viajar por los aires hasta alcanzar los oídos expectantes del varón. De no haber sido porque estaba plenamente consciente de la gran altura existente bajo sus pies, él no hubiese dudado en saltar hacia el balcón de ella. El vehemente deseo de mirar aquel rostro para comprobar si su reciente teoría era acertada o no lo llenaba de una deliciosa sensación de ansiedad. "Hoy no puedo irme de acá sin haberla visto a los ojos, ¡necesito verla!"

Fiorella a cappella [De claroscuros y polifonías #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora