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¡Qué sentimiento! (Parte I)

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Faltaba poco tiempo para que la puesta en escena de Flashdance diera inicio y Fiorella no podía dejar de tiritar

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Faltaba poco tiempo para que la puesta en escena de Flashdance diera inicio y Fiorella no podía dejar de tiritar. Su corazón estaba a punto de fugársele del pecho para comenzar a saltar sobre el escenario por sí solo. Algunos meses atrás, no hubiera experimentado temblores y palpitaciones a raíz de sus tareas histriónicas. Conocía diversas técnicas para controlar las manifestaciones del pánico escénico desde hacía varios años. A pesar de que ya dominaba los pasos de la coreografía, no estaba logrando encontrar la calma ni por asomo. Los síntomas de la ansiedad se rehusaban a desaparecer.

—¡Fiore, por favor deja de comerte las uñas! —La joven mexicana se acercó para abrazar a su amiga—. Además de ser una diosa del baile, practicaste como posesa todos los días. La obra no va a salir mal. ¡Confía en ti, mujer!

—¡Ay, Tati! Yo no sé qué haría si vos no estuvieras acá conmigo, ¡muchas gracias! —declaró ella, entre suspiros.

Cada nueva presentación ante un público la emocionaba tanto como la primera vez que había pisado un tablado. No le preocupaba el tamaño de la audiencia o el grado de importancia del papel que le correspondiera interpretar. Siempre daba lo mejor de sí con auténtica alegría, sin miedo alguno. Mientras su mente se mantuviera enfocada en lo mucho que disfrutaba de su rol como artista, podía olvidarse por completo del estrés y de los nervios. Pero entonces, ¿qué la hacía sentirse tan inquieta esa noche? Los niveles de adrenalina en su torrente sanguíneo parecían incrementarse con cada golpeteo de las manecillas del reloj.

—Estás pensando en Mauricio, ¿verdad? —interpeló Tatiana, con una mirada acusatoria y una sonrisa traviesa.

—¿Cómo? Yo... bueno... es que... —contestó la aludida, bastante descolocada.

El gracioso gesto facial de la morena provocó que su compañera se echara a reír enseguida.

—¿Para qué intentas disimularlo? Tu cara es más transparente que los vestidos de Kim Kardashian. Pero quédate tranquila. Dentro de un ratito nomás ya lo vas a poder viol... digo, ver.

—¡Uy, Tatiana! ¡Dios santo! ¿¡Por qué tenés que ser así de pervertida siempre!?

El característico sonrojo de la muchacha argentina no se hizo esperar, como tampoco lo hicieron las escandalosas carcajadas de su amiga. A pesar del contexto jocoso en que se había producido el comentario de la joven Morales, dichas declaraciones le abrieron los ojos a su camarada. Fiorella finalmente comprendió que su nerviosismo no estaba vinculado con la presentación en sí. El meollo del asunto estaba vinculado a un tema mucho más complejo vinculado con su pasado.

Ningún hombre que fuese importante para ella, excluyendo a su círculo de familiares y de amigos cercanos, había visto una de sus presentaciones. Ninguno de los chicos con quienes había salido cuando aún residía en Argentina se interesó jamás por su faceta artística. Ni siquiera Elías quiso ir a verla cuando participaba en las funciones escolares. El menosprecio hacia las obras musicales y hacia el teatro en general quedó patente desde las primeras citas que tuvo con ella.

Fiorella a cappella [De claroscuros y polifonías #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora